Nelson López*
Siempre soñé que algún día íbamos a tener un transporte colectivo con motoristas de verdad, healing no con muchachos marihuaneros que ni siquiera pueden conducir o viejos que nunca manejaron más que camiones con vacas, y que de pronto se hicieron motoristas de los chuzones que siempre los agarraron como para hacer viajes al matadero.
Siempre soñé que los buseros, esos que nos echan la chatarra encima a los peatones, a los ciclistas, a los motociclistas y a los carros chiquitos, iban a desaparecer con todo y las latas que reparten humo a diestra y siniestra, y que ya no nos iban a seguir ahogando en smog y llenándonos de plomo los pulmones sin necesidad de dispararnos una bala.
Siempre soñé que las guarolas azules, rojas, blancas o las verdes que ya tienen como tres prórrogas de caducidad, y que andan de arriba para abajo, las iban a llevar a la fundidora para hacerles un monumento a todas las víctimas que murieron aplastadas por esas latas, y que ya no fueran el peligro constante cuando se les quiebra el cardán, o les fallan los cigüeñales o se les van los frenos.
Siempre soñé que todos nosotros los usuarios iríamos cómodamente sentados en los autobuses, como en otros países, con los conductores bien educados y amables y no como ocurre en estos días, que en las chatarras vamos parados, topados, colgados, y de ribete con la gran bulla de la Choly y las carcajadas del motorolo que a cada rato va frenando para agregarle a la divierta.
Siempre soñé que aún con todo y el llanto de los que quieren seguir en la misma y que les vale veinte que a la gran mayoría, los de a pata, nos den un mal servicio les guste o no les guste verán ojos bonitos en cara ajena. ¡Claro! que ellos van a seguir en sus carros del año pero nosotros en buses nuevos, no en las chatarras que siempre nos han visto.
Siempre soñé que a los motoristas de verdad les capacitarían para que respeten a las mujeres, a las embarazadas, a los ancianos, a los niños y a los jóvenes, y no continúen actuando como cafres del volante que ni siquiera permiten que alguien suba o baje de la unidad con tranquilidad y no con terror de que el desgraciado arrancará y le pasará las chachas encima.
Siempre soñé que para tener licencia y conducir un autobús, un microbús, un articulado o un metrobús… los motoristas entenderían que no deben parar donde les dé la gana, sino que donde realmente están las paradas de buses para que no provoquen las grandes trabazones, las pitaderas, los pleitos entre ellos mismos, y los choques que en su mayoría son contra carros chiquitos.
Siempre soñé que la felicidad de nosotros los pasajeros no está solamente en que vale veinte el pasaje, porque estamos subsidiados sino que porque viajemos tranquilos, sin miedo, sin suciedad, sin gritoleras, sin insultos, sin la Choly a todo volumen, sin el bullicio de los parlantes y el retumbo de los wofer que dan taquicardia, sin todo eso que nos estresa a tal grado que después del viaje llegamos a los trabajos o casas enfermos de los nervios y del corazón.
¡Yo sé que ya se me van a cumplir mis sueños! ¡Le duela a quien le duela!