Página de inicio » Opiniones » A un siglo del terremoto del 7 de junio de 1917 y El Salvador sigue temblando, al igual que los recuerdos

A un siglo del terremoto del 7 de junio de 1917 y El Salvador sigue temblando, al igual que los recuerdos

Raúl Bonilla Martí

Como un dragón enfurecido despertó el volcán de San Salvador el 7 de junio de 1917 “vomitando” miles de toneladas de magma hirviendo cubriendo una gran extensión de terreno en la parte norte conocida como el Playón causando enormes temblores y destrucción de las ciudades de Quezaltepeque, Nejapa, Apopa, San salvador, Santa Tecla, Jayaque, Armenia etc.

Y los habitantes de esos lugares aún siguen “rumiando” recuerdos de sus abuelos que fueron aterrorizados por la catástrofe de hace un siglo, he ahí la importancia de la memoria histórica. La primera erupción registrada sucedió en 1671 quedando descubierta una laguna de 400 metros de agua azufrada y a raíz de la erupción de 1917 se evaporó dejando en su lugar un pequeño cono llamado boqueroncito; el boquerón está ubicado al oeste de San Salvador, un macizo complejo que incluye los picos El picacho con 1,967mtrs de altura y El jabalí con 1,397mtrs de altura, el cráter del boquerón tiene un diámetro de 1,500mt con una altura de 1,800mt y un volumen de 110km³.

Geográficamente El Salvador está ubicado en el cinturón de fuego del océano pacífico que se extiende sobre 40,000km en forma de herradura tiene 452 volcanes, 9 están ubicados en nuestro país: 1 Volcán de Santa Ana, 2 Volcán de Izalco, 3 Volcán de San Salvador, 4 Volcán de San Miguel,  5 Volcán de San Vicente, 6 Volcán de Conchagua, 7 Volcán Tecapa, 8 Volcán San Marcelino Y 9 Volcán de Ilopango.   Los volcanes de nuestro país están siendo vigilados y monitoreados por el área de vulcanología, a través de personal especializado quienes visitan periódicamente la zona y la red de estaciones sísmicas del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).

El Boquerón sigue siendo un volcán activo y hasta la fecha no se puede predecir con exactitud cuándo hará erupción, por esa razón es mil veces mejor educar en prevención antes que ocurra un desastre. Cuando un volcán hace erupción violenta nos afligimos y le pedimos a Dios que salve nuestras vidas y el castillo de soberbia cae por su propio peso al descubrir que somos demasiado vulnerables y a veces demasiado orgullosos con nuestro hermano prójimo y en las personas de buen corazón afloran los sentimientos de solidaridad con las familias que han perdido todo. Un país con volcanes como el nuestro es un país rico en minerales y cuando se dan erupciones enriquecen los suelos con capas de minerales mejorando así la agricultura. El Boquerón es un lugar muy agradable de clima fresco por su altura y espesa vegetación con una vista panorámica hacia la capital y otros lugares, es uno de los lugares más visitados por los turistas nacionales y extranjeros pero hace falta más inversión en hoteles, la construcción de una Tarabita y un teleférico para hacer del boquerón un centro de ecoturismo.

A continuación y gracias a la crónica escrita por don Pablo Llort Anglés de nacionalidad española y quien fuera el alcalde municipal de la ciudad de Quezaltepeque en 1917 nos podemos enterar detalladamente sobre la tragedia de hace un siglo, bajo el título de Erupción del volcán de San Salvador: “He tratado de escribir mi historia, parece  que Dios quiere que sea bonita y de sorpresas. El día 7 de junio de 1917, como a las siete de la noche sentimos un temblor de tierra tan fuerte que se vinieron al suelo la mayor parte de casas; gracias que fue temprano de la noche puedo contarlo; por dicha mis hijos estaban jugando en el parque, todos salimos corriendo y no tuvimos desgracias que lamentar. Creíamos que ya había pasado el susto, como a los diez minutos repitió otro y sin dejar de balancearse la tierra siguió otro, luego otro acompañado de retumbos subterráneos y cada retumbo venía acompañado de un fuerte temblor que casi nos tiraba al suelo, todos creíamos que la tierra se iba a abrir a nuestros pies. Después de una hora de temblores, vino una sacudida más fuerte que derrumbó varias casas más y en ese momento vimos aparecer una lengua de fuego a medio volcán, acompañado de un bramido tan inmenso, que parecía un millón de motores sobre Quezaltepeque con tanta rapidez se vio que el fuego bajaba, que ya nos creíamos devorados por él, en ese momento oigo la voz general: “corran vámonos que el fuego ya esta aquí”; ¡Qué horror, morir bajo el fuego¡ Mi primera intención fue cerrar mi casa e irme pero pensé: “para qué cerrar, si la mitad de la tienda esta por el suelo” vi la velocidad con la que bajaba el fuego y ya no pensé más que coger a mis hijos he huir… huir… grité: “vámonos María, !corramos que el fuego nos alcanza¡ cogí a mi hijo mayor de la mano, vi a las criadas que cogían a los demás hijos y todos huimos juntos pero en la confusión el grito y el llanto unos corrían por aquí y otros por allá, me perdí de mi señora, la criada con mi hija pepita tomó otro rumbo, y cuando pasé una quebrada, subí a lo alto de una loma para ver si ahí nos reuníamos pero solo me hallé con Pablito, que no lo solté de la mano, y con una criada que llevaba a mi otro hijo Baltasar. Unos decían que mi señora iba adelante, otros que venía atrás, pero por temor al fuego o a los gases, no confiando aun del lugar en que estábamos, seguimos al grupo, en el que todos gritaban “vamos a la loma El Espino” y seguían, pero porque camino, acababa de llover y nos caíamos por aquellas cuestas y pedreros, muchos caían y no podían seguir, se quedaban esperando la voluntad de Dios.

Por fin como a las diez de la noche, llegamos a la loma desde ahí contemplamos la gran velocidad que había tomado el fuego, pues se veía que era como un gran surtidor que empezaba en la parte en que lo habíamos visto brotar y terminaba como a dos leguas a la derecha nuestra, buscando hacia la laguna de Chanmico. Enseguida, vimos formarse como una plaza enorme; por la parte de atrás salían grandes chorros, pero ya sin formar surtidor, y adelante se formaban fantásticos castillos. Ahora comprendo que el fuego de atrás salía de una línea de boquerones y lo de adelante eran las grandes corrientes de lava que bajaba a gran velocidad hacia Quezaltepeque y el Sitio del Niño. Al día siguiente nos hayamos con mi dependiente Casimiro Huguet, le dije que se fuera al pueblo si acaso podía que se fuera acercando poco a poco, sobre todo si veía a otros que siguiera el caminando, que fuera a cerrar la casa, pues había quedado abierta así como la caja de hierro llego pues y encontró que no faltaba nada, pues había en la caja como 6,000 colones, documentos, escrituras, etc…

Lleno unas alforjas con latas de conservas, llevo dinero y salió corriendo pues decían que los ríos estaban creciendo, y que era peligroso salir mas tarde del pueblo. Yo mientras tanto, me quede para averiguar el paradero de mi señora e hija que me faltaban. Un poco más tarde, supe que mi señora se hallaba cerca de Tacachico, luego que estaba sola sin la niña. A todo esto le mandaba a decir que se viniera a la loma pero al ver que no llegaba, determine acercarme al pueblo a ver si averiguaba de la niña por fin me dijeron que a la pepita la habían visto con una criada.

Pensé en conseguir café no tanto para mi si no por mis hijos, por fin conseguí un trago de café debo advertir que no llevaba dinero, iba sin saco y sin sombrero pero todos los vecinos me conocían, más como se aglomero tanta gente temían quedar sin alimentos, y lo poco que tenían no lo daban. Después conforme me acercaba al pueblo más me atemorizaba, que no llegara por que el fuego se acercaba, que a mi hijita la habían visto que la criada ya había regresado con ella a la loma. Cuando más me acercaban al pueblo, iba hallando más gente que huía con sus maletas y equipajes todos me atemorizaban, y como me dijeron que el dependiente que había mandado ya había regresado por otro camino, retrocedí, y me detuve como una legua del pueblo ahí habíamos quedado con mi señora de encontrarnos, pues un señor que me encontré se ofreció para ir a traerla a caballo. Efectivamente, como a las tres de la tarde fue apareciendo, ¡como lloró al verse ya a mi lado!

Y sobre todo junto con dos hijos solo nos faltaba una, que ya había mandado a un hombre a buscarla pues me habían indicado donde estaban, y como a las cinco de la tarde llego a nuestro lado lo cual nos causo otro llanto. Por fin pues, ahí comimos todos juntos pero conforme se iba acercando la noche el temor nos afligía, y todos exclamaban: “vámonos más lejos, no estamos bien aquí”, y salimos nuevamente a la loma del espino, pero al cabo de un rato de camino, todos íbamos cansados, y como el camino era un solo charco y pedregoso y empezaba a oscurecer nos quedamos en una casita sin comodidades ahí pedimos nos dejaran dormir, era una casita de paja y ahí dormimos como veinte personas tiradas en el suelo. En fin, noches tristes sintiendo a cada rato temblores que nos hacían sentar, levantarnos a cada instante para ver qué rumbo tomaba el fuego. Paso la noche al amanecer, dispuse que nos fuéramos hacia el pueblo, algo asustados, fuimos caminando hasta que como a las diez de la mañana llegamos a casa. al rato se sintió un fuerte temblor mi señora dispuso regresar al monte y yo acepte, pero que no fuéramos muy lejos que yo llegaría más tarde. Efectivamente como a las cinco de la tarde cerré y fui a comer y dormir como a media legua del pueblo, en una parte alta así pasamos tres noches más, mis dependientes y yo, nos veníamos en la mañana y nos regresábamos a dormir al monte por la noche. Por fin determinamos venirnos todos, pero sucedía que cuando menos pensábamos venia otra fuerte sacudida, y el susto no se nos quitaba aunque durmiéramos en el portal de Cabildo, que fue el único edificio que no sufrió, ´por ser recién construido de lamina y bajareque. Pues bien, aunque parecía que estábamos todos los de la familia reunidos faltaba saber de tres hijas que teníamos en el colegio, en Santa Ana, aun sabiendo que ahí no había sucedido gran cosa, pero nuestro primer pensamiento después de la castrastofe, fue saber de nuestras hijas, y como los temblores continuaban, aprobé que mi señora fuera a Santa Ana a verlas, abrazarlas y decirles que estamos vivos!… ¡oh!¡como lloraron al verse juntas!¡cuántas cosas ofrecieron a su mamá!, le decían: “ya sabemos que en nuestro pueblo no ha quedado ninguna casa, que hemos quedado pobres, pero queremos irlo a ver!”. Antes de partir mi señora hacia Santa Ana, al despedirnos no pudimos detener el llanto, le dije que si había peligro, yo solo correría, y al desaparecer todo temor le avisaría.

Pues como el siguiente día de haberse ido mi señora, dispuse ir al volcán, a ver el fuego de cerca, pues creía que el humo y el fuego que se miraba, eran una especie de ausoles, más  a medida que me iba acercando, tenía algo de miedo, pero que distinto vi la cosa, el humo y el fuego que se miraba tan cerca, era la montaña de lava que había arrojado el boquerón que reventó, ósea el surtidor de fuego que se miraba atrás, y la plaza que veíamos formarse adelante, no era más que lava. Por lo que vi, la lava era el principio de un chorro de fuego líquido que corría como un rio, pero a medida que se extendía iba enfriándose, formando una pasta de fuego, y así iba formándose también una capa sobre otra. Al ver la lava el primer día, aun se miraba en forma de pasta muy unida formando alguna que otra grieta, pero como a los cuatro días que volví, ya estaba mucho más agrietada, quiere decir que conforme se va apangando lo del fuego se va partiendo la de encima y debo advertir que habían cortes en lava de 20, 50 y hasta 100 metros de altura. De Quezaltepeque hasta el boquerón viejo hay como cuatro leguas, reventó como a las tres leguas, y llego la lava a menos de una legua del pueblo, y debo decir que si no lo aterro fue por dos causas: 1ª. Porque el cerrito de “Macanse” inclino la corriente, y 2ª. Que si hubiera continuado el chorro de fuego saliendo de donde reventó, no hubiese habido remedio, pero como dije, fueron abriéndose una cordillera de boquerones, que probablemente dividieron la fuerza entre ellos, y por suerte fueron brotando hacia la derecha del pueblo, alejando con esto, la corriente de lava. Esa descripción, solamente un hombre de pluma le da el colorido que merece, yo solo puedo decir que me parece que volví a resucitar, que vi el infierno que me tragaba sin remedio. Económicamente sufrí mucho, varias casas se derrumbaron la mitad en donde tenía la tienda se cayó, quedando bastante averiada la parte nueva, que acababa de construir. Mis perdidas las calculo en ¢20,000. 00 Estaba empezando el inventario, pero creo que este año ya no lo hare, por no saber mis perdidas exactas.  No solamente sufrió Quezaltepeque, si no que la capital sufrió tanto o más en proporción; lo mismo Armenia, donde tengo mi hermano Juan así como Santa Tecla, Jayaque, etc. estas últimas poblaciones se puede decir que sufrieron ruina total, porque si es verdad que quedo algún edificio, no prestan garantías, y en San Salvador, los edificios que quedaron completos fueron raros. En Quezaltepeque murieron unas diez personas, entre ellas cinco presos, la madre del Dr. Fernando Cornejo, la esposa de Don León Torres, dos señoras más, dos o tres niños, tres o cuatro personas más que trajeron del campo, pero no se sabe cuántos murieron bajo el fuego, pues aunque se supone que fueron varios, hay algunos que creían muertos que al tiempo han ido apareciendo.

Debo advertir que desde el momento de la erupción, se levantó una densa hola de humo, que fue formando una inmensa nube en la cual, el relámpago y el trueno no paraban en ningún momento, que acompañado del retumbo y bramido del fuego, hacían el espectáculo más terrorífico, esta nube impregno la atmosfera, y la lluvia que caía era acida por lo cual quemo todos los arboles desde el volcán hasta la población, esta lluvia iba acompañada del lodo y luego incluso a pelar algunos animales. Los palitos de café son los que más sufrieron, se cree que se perderán unas dos cosechas. Pero haciendo los cálculos de solo este año se consideran que pasan de cinco millones de pesos plata, únicamente en esta jurisdicción.

Por fin fuimos teniendo algo de confianza y llame a mi señora de Santa Ana, regreso el dieciocho del mismo mes con mi hijo menor Baltasar, bastante grave. Ya los temblores van disminuyendo, aunque en San Salvador dicen que aun siguen tanto que el día veinte ha habido dos durante la noche, que aunque aquí fueron suaves, en la capital derrumbaron algunas paredes de casas. No se puede apreciar cuantos temblores ha habido en total, pero solo durante la noche del siete eh oído decir que fueron más de ciento cincuenta, el día ocho como veinticinco, el nueve y diez como veinticinco cada día y los siguiente como cuatro o cinco temblores diarios, pues como digo, hoy que esto escribo ha habido dos y en San Salvador dicen que cuatro. Hoy ya no se ve más que un poco de humo saliendo del boquerón, y una gran nube del mismo que se desprende de la inmensa playa de lava, que poco a poco se va apagándose, pero dicen que del fondo del antiguo boquerón se levantan grandes, moles de agua, que surgen de la laguna que ahí existe (ahora desaparecida) acompañada de retumbos y eso me hace temer que tendré que alargar mas la historia volcánica. Ojala todo se tranquilice, y si acaso hay alguna novedad ya saldrá más adelante.

31 de Diciembre de 1917. Como digo en mi párrafo anterior debo seguir hablando de la catástrofe, debo decir que la laguna existente en el antiguo boquerón, empezó a hervir el agua y enseguida se levantaban grandes explosiones de lodo y a los poco días empezaban a salir piedra que se elevaban hasta cien metros. Al poco tiempo de esto, con mucho mas potencia sucedieron las explosiones de fuego y piedra, formándose un pequeño cráter dentro del antiguo. Fue un espectáculo nunca visto pues la profundidad del boquerón es como de trescientos a cuatrocientos metros y el diámetro de la boca es como de una legua y cuarto, de modo que muchísimas personas subían a la cumbre, a contemplar desde la orilla las grandes explosiones que sucedían cada cinco o diez segundos elevándose piedras de fuego, juntamente con unos borbollones de humo. Las piedras llegaban hasta el nivel donde estaba uno contemplando, ósea elevándose unos trescientos o cuatrocientos metros. Después las explosiones fueron tardando hasta un minuto en repetirse, luego Más y más y con menos potencia, hasta que como en octubre ya calmo del todo. Mientras se le paso toda la fuerza del antiguo boquerón de los nuevos solo salía humo, pero ahora ni el humo sale, pero siempre estaba caliente, y se supone, que si no sale es porque no llueve.

También siguió temblando nuevamente todo el año, pero el veinticinco de Diciembre  hubo varios temblores muy largos, fueron los que causaron la ruina de la capital de Guatemala.”

Los terremotos causados por erupciones de la cadena volcánica centroamericana han  dañado en nueve ocasiones a San Salvador. Efecto del que se registro el 8 de Junio de 1917.

Actividad del Boquerón, cráter mayor del volcán de San salvador, durante erupción registrada entre el 13 y el 26 de junio de 1917.

Ver también

APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES; NO HAY INCENTIVO MAYOR DE VIDA

“Ojalá esta época se inspire en los principios humanitarios y que no se pierda un …