Gloria Silvia Orellana
@Gloria Colatino
El ecólogo Ángel Ibarra propone en su artículo “Evitemos que la próxima pandemia sea el hambre de los/as pobres en El Salvador”, el interés de llevar al debate público la situación que se avecina, luego de la pandemia mundial del coronavirus, que según reflexionó “no ha llegado aislada”, sino como parte de una sola crisis de la civilización que conocemos.
“Tiene manifestaciones climáticas, económicas y sociales que profundiza lo grados de exclusión, marginalidad, desempleo y conduce a altos niveles de hambruna en importantes segmentos de la población”, señaló.
En cuanto al país, Ibarra consideró que para evitar este escenario, a mediano o largo plazo, que impactaría de lleno a la población de menor ingreso económico y en permanente situación de vulnerabilidad social, el Estado salvadoreño deberá dar un giro y buscar alternativas más razonables.
“El Salvador, el Estado, debe deshacerse del recetario neoliberal actual y construir participativamente una salida alternativa. La soberanía alimentaria es el camino seguro y sustentable; según Vía Campesina, es el derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos a fin de garantizar una alimentación saludable sostenible, culturalmente apropiada suficiente y pensada para alimentar a sus habitantes”, explicó.
Otro de los aportes de Vía Campesina, manifestó Ibarra, es que luego de presentar la propuesta del colectivo en la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO, en 1996, en Roma, Italia, se inició toda una estrategia de difusión, promoción y el debate de ideas sobre la “agroecología”, que argumentaron “garantiza una alimentación saludable”, con el componente de ser independiente a los propios intereses de la agroindustria y la mercantilización de los alimentos.
“La soberanía alimentaria respaldada otros modos de producir nuestros alimentos en armonía con la naturaleza, respetando la vocación productiva de los ecosistemas; la agroecología incluye la permacultura, la agroecología extensiva, la agricultura ancestral y la agricultura biodinámica. La agroecología es de base campesina, una agricultura con agricultores y agricultoras que pone en el centro del sistema productivo cooperativo a la agricultura familiar, campesina e indígena, a los pastores tradicionales y a los pescadores artesanales”, sostuvo.
Con este planteamiento, Ibarra argumentó que la prioridad del Gobierno debe estar enfocada en un “sistema agroalimentario” que genere, a su vez, sanidad a la población salvadoreña, sin obstáculos o exclusiones sociales, económicas, políticas, culturales o de género. Asimismo, reiteró que la soberanía alimentaria deberá ser revalorada en su más fuerte componente, que es el “bien común natural”, a fin de obtener una producción de alimentos, tierra, agua y semillas.
“En este modelo la tierra debe estar en manos de quienes la trabajan, la necesitan y la cuidan; por eso enarbolar la bandera histórica de la reforma agraria popular integral.
Del mismo modo, las semillas son patrimonio común de los pueblos que deben seguir estando en manos de los agricultores y agricultoras, para producir alimentos sanos seguros y soberanos; el agua, lejos de ser una mercancía privatizada, apropiada por las empresas, es y debe seguir siendo un derecho humano y un bien común al servicio de la vida. Para la soberanía alimentaria, los alimentos no son meras mercancía libradas a la especulación y los juegos del mercado, sino un derecho humano que debe ser respetado”, reafirmó Ibarra.