ADL
“Juntos resistimos, divididos caemos” Esopo.
Nacida en el Oriente, desarrollada luego en Grecia y Roma, y, resucitada con mucho vigor entre los siglos XVII y XVIII en Europa, la fábula es el género por excelencia, de gran reflexión moral.
Es muy utilizada para exaltar las virtudes y condenar las acciones negativas del conglomerado social. Sus personajes frecuentemente son animales, plantas, objetos inanimados, que por la gracia y genialidad del escritor adoptan las manifestaciones más fascinantes.
Uno de los valores, o acaso virtudes, más importantes, que se han destacado en la producción fabulística es la honestidad, la coherencia, la fidelidad a los nobles ideales, a pesar de la incomprensión, la pobreza y la opresión que el poder puede ejercer sobre aquellos que no abandonan la embarcación que consideran justa, aunque arrecien, embravecidas, todas las tormentas.
Durante la época de las férreas dictaduras militares en el país, dos instituciones fueron abanderadas insobornables de la justicia social, gozando de gran credibilidad popular: la Universidad y la acción humanista de los sectores comprometidos la Iglesia.
Desde los paraninfos y desde los púlpitos, el pueblo salvadoreño, sobre todo, en las décadas del 70 y del 80 fue acompañado y defendido por los universitarios y por los religiosos coherentes.
Por otra parte, la gran mayoría de intelectuales conscientes, maestros, artistas y escritores abrazaron la causa de las luchas sociales, sufriendo junto al pueblo, las consecuencias de su valiente elección.
El pueblo superó el miedo histórico incubado en el siglo anterior desde 1932, llegando a la articulación de su proyecto democrático-revolucionario. Como sabemos la guerra civil fue la última de las opciones, luego que los procesos y resultados electorales fueron violentados a sangre y fuego.
La pretensión de borrar la historia del solar patrio anterior a 2019 es inconcebible. La historia no puede ser negada de un plumazo mediante decretos ni los problemas de seguridad, estructurales, podrán drenarse siempre con más y más barrotes.
Al respecto, como anillo al dedo, cabe la mención de uno de los escritores mexicanos más prolíficos e ingeniosos en la fábula: José Rosas Moreno (1838-1883), autor de la célebre pieza titulada “La ley inútil”, veamos: “Mandaba cierta ley en cierto estado, / (moderna ley por cierto) / que siempre con cuidado/ fuera andando la cabra en el desierto;/ que a los hombres el mono no imitara;/ que el toro no embistiera;/ que el perro no ladrara, /y que el gato ratones no comiera;/ y además, y la causa bien discurro, / que ya de rebuznar cesara el burro. /La ley se publicó solemnemente;/ Pero ¡ay! En mi opinión, inútilmente, / porque a su antiguo instinto obedeciendo,/ siempre el toro a los hombres embistiendo,/ hizo temer sus fuerzas ponderadas;/ la cabra descendió por las cañadas,/ de un abismo saltando a otro abismo;/el mono, por costumbre, hizo monadas;/ el perro sin cesar ladró lo mismo;/ y cual si ley no hubiera,/ el burro rebuznó de una manera/ que rayaba en locura y en cinismo;/ hay que añadir que el gato,/ como animal ingrato,/ siguió con los ratones sus contiendas,/y en almuerzos, comidas y meriendas,/ nunca probó el sabor de las legumbres./ Son las costumbres leyes/ que en vano intentan reformas los reyes/ pues no cambian las leyes las costumbres”.
Y si son incapaces de cambiar las costumbres, menos cambiarán la historia.
Respecto al valor de la honestidad, de la lealtad a los principios, resulta aleccionadora entonces, la fábula del gran escritor salvadoreño León Sigüenza (1895-1942) “El perro y la política”, donde quedan retratados de pies a cabeza los tránsfugas del presente, llámense instituciones o individualidades, ayer muy arriesgados, ahora en el acomodado coro de Palacio: “La Señora Política tenía/ un Perrillo faldero, / y un Gato zalamero, / a los que acariciaba todo el día. / Por razones que ignoro hasta la fecha, / cambia de domicilio/ y busca en el exilio/ una senda de luz menos estrecha. / Al compañero Gato dijo el Perro/antes de la partida:/-Nuestra suerte está unida/ a la que tenga el Ama en el destierro. / El Gato le contesta: Yo no puedo/ seguirla, caro amigo, / porque en verdad te digo/ que soy fiel a la Casa. Aquí me quedo. / El mismo cuento exactamente pasa/ en cuestiones morales/ donde hay Perros leales/ y Gatos que se quedan en su casa. / ¿Cambia Doña Política de puesto? / El Perro no la deja/ y con ella se aleja;/ pero el Gato es leal al Presupuesto”.
Hoy como ayer, hace daño el silencio. Es necesario que una nueva generación rompa los cercos del miedo, y se manifieste en la soleada ágora, una vez más, frente a los cantos de sirena y las brutalidades de los príncipes y reyes que, hoy por hoy, priman en esta tierra.
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