Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
La fábula “La rana y el escorpión” es muy conocida, y tradicionalmente se le atribuye al gran padre del género moralizador, esto es, al griego Esopo. Definitivamente la sabiduría que encierra, ha trascendido los siglos, advirtiéndonos que detrás de las suplicantes e inofensivas apariencias, se esconden, en ocasiones, los fondos más abyectos.
Vivimos épocas de tentadores cantos de sirenas, en el complicado ámbito de la polis. Entonces, como anillo al dedo, esta pieza literaria del genial jorobado: “Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas ante la crecida del río. Cruzaba sobre su espalda a los ratones, e incluso a alguna nutritiva mosca a la que se le mojaban las alas impidiéndole volar. Pues su generosidad y nobleza no le permitían aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales. También vivía por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana: ´Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda´.
La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: ´¿Qué te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si estoy cerca de ti, me inyectarás un veneno letal y moriré!´. El escorpión le replicó: ´No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado´. La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola… y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger.
Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda. Llegaron a mitad del río. Atrás había quedado una orilla. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente sorteó un remolino… Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: ´¡Lo sabía! Pero… ¿Por qué lo has hecho?´ El escorpión respondió: ´No puedo evitarlo. Es mi naturaleza´. Y juntos desaparecieron en medio del remolino mientras se ahogaban en las profundas aguas del río Níger´.
Quiera Dios que la rana ciudadana, sepa advertir con su connatural intuición de llanura, las terribles consecuencias que se producirían en la República Batracia, de ser subidos sobre los hombros populares, algunas auténticas alimañas de muy traicionero aguijón. Vale.