Laredo / AFP
Thomas Watkins
Niños africanos corren por el patio bajo la mirada de sus cansados padres. Es otro ajetreado día en el albergue de migrantes Holding Institute en la fronteriza ciudad de Laredo, en Texas.
Padres y niños son parte de un grupo de 34 personas que han llegado a Estados Unidos provenientes de la República Democrática del Congo y Angola.
«Fue muy peligroso», dice a la AFP un hombre al describir sus periplos de Angola a Cuba, luego a Brasil, para después volver al norte por América Central hasta territorio estadounidense. El viaje duró varias semanas. «Fue muy difícil», dijo.
Dicen que huyen de la violencia y opresión política en sus países. Pero ahora enfrentan un futuro incierto en Estados Unidos, donde críticos del gobierno del presidente Donald Trump lo acusan de crear un ambiente cada vez más hostil para los refugiados.
El 9 de noviembre, Trump decretó que solo los migrantes que entren al país por un puerto de entrada autorizado -y no los que se cuelen por la frontera- podrán solicitar asilo.
Un juez federal bloqueó temporalmente esa orden, pero el presidente prometió que llevará el asunto a la Corte Suprema, a pesar de que la ley estadounidense establece que cualquiera que pise el territorio puede pedir asilo sin importar por donde entró al país.
Trump cree que los migrantes manipulan las leyes estadounidenses de asilo y las usan como aliciente para migrar en números mayores a Estados Unidos de manera ilegal.
Considera una «invasión» las caravanas de migrantes centroamericanos -principalmente hondureños- que están a las puertas de Estados Unidos y ordenó el despliegue de hasta 9.000 militares en la frontera para detenerlos.
En general los migrantes afirman que huyen de la pobreza y la violencia de las pandillas, pero Trump ha sugerido que exageran. Citó un «incremento masivo de alegaciones de miedo de persecución o tortura» en sus países de origen, lo que, afirma, hace colapsar el sistema de evaluación de casos de asilo, que pueden tomar años para aprobarse.
«Durante ese tiempo, muchos extranjeros que son liberados no acuden a las audiencias, no cumplen las órdenes de deportación o dificultan que se les ubique y se les expulse», dijo Trump en el decreto.
– «Gesto político» –
Aunque los migrantes en el Holding Institute pidieron asilo en el punto fronterizo de Laredo, Mike Smith, un pastor metodista que regenta el albergue, dijo que con frecuencia ayuda a personas que cruzaron ilegalmente.
El gobierno estadounidense levantó enormes barricadas metálicas y alambres de púas serpenteando kilómetros de frontera, en parte para forzar a los migrantes hacia los puntos fronterizos autorizados.
Pero cientos de personas siguen intentando cruzar por el área alrededor de Laredo cada día, y Smith no ve que su número se esté reduciendo. En todo caso, está aumentando.
El decreto de Trump es «puramente un gesto político», dijo a AFP. Las rejas y las nuevas reglas de asilo no cambiarán el flujo de migrantes, sostuvo.
Son simplemente una advertencia «emocional» a quienes quisieran cruzar legal o ilegalmente, solicitantes de asilo y refugiados «para mostrar que este lugar no les da la bienvenida».
Activistas de derechos humanos y otros críticos de la arremetida antimigrante de Trump afirman que al condicionar el asilo a los puntos fronterizos -que ya de por sí están sobrecargados- el gobierno de hecho está cerrando la puerta a personas que podrían realmente estar escapando de una muerte segura.
En 2018, más de 400.000 migrantes cruzaron la frontera ilegalmente, y en los últimos cinco años, el número de quienes piden asilo aumentó 2.000%, según el Departamento de Seguridad Interior. Menos del 10% de los casos de asilo fueron adjudicados, informó el gobierno.
– Donaciones –
Para los solicitantes de asilo africanos, el Holding Institute representa un lugar de acogida, descanso, seguridad y abrigo a medida que bajan las temperaturas.
El lugar depende enteramente de las donaciones y aunque es el único albergue de ese tipo que provee alojamiento en la ciudad, no recibe fondos gubernamentales. Tiene tres empleados y seis voluntarios, con un presupuesto anual de 140.000 dólares.
Smith dice que cuenta con ayuda de la comunidad, mientras que constantemente busca donaciones para pañales y productos de higiene personal.
Un voluntario ayudaba a un joven angoleño a conseguir un boleto barato de autobús para Portland, Maine, en el extremo noreste del país, donde tendrá su primera audiencia de asilo ante un juez.