Por María Isabel Sánchez
San José/AFP
El historiador Luis Guillermo Solís asume este jueves la presidencia de Costa Rica y el fardo de las altísimas expectativas de cambio de una población que le pide ser implacable con los corruptos y atender la desigualdad social.
Solís, de 56 años, se ceñirá la banda tricolor que le pasa Laura Chinchilla para gobernar cuatro años, en un acto masivo en el Estadio Nacional, al que acudirán los presidentes de Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana y el príncipe Felipe de Borbón.
Hasta hace pocos meses un desconocido para los costarricenses, este académico y también politólogo llega al poder con un histórico 78% de respaldo en las urnas, prometiendo enderezar el modelo de desarrollo de este país de 4,5 millones de habitantes, una de las democracia más antiguas y sólidas de América Latina.
«Hay una gran ilusión. Ahora a trabajar. Vamos a vivir un nueva historia», declaró Solís en vísperas de la ceremonia de investidura, a la que asistirán miles de ciudadanos, entre unas 80 delegaciones de gobiernos y organizaciones.
Por primera vez en 60 años llega al poder una agrupación no tradicional: el Partido Acción Ciudadana (PAC, centro), que nació hace 13 años para quebrar el bipartidismo formado por el hasta hoy gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) -socialdemócrata que abrazó el neoliberalismo- y otra fuerza conservadora.
A hacerse cargo del ‘churuco’
Orgullosos de sus niveles de salud y educación, los costarricenses resienten el crítico deterioro de su seguridad social y se quejan del costo de la vida, de la corrupción y del aumento de la brecha entre ricos y pobres.
«El pueblo quiere transparencia, nuevas oportunidades. Los otros gobiernos no han hecho nada y dejaron el ‘churuco’ (problema). Vamos para abajo, la canasta básica cara, el seguro social en quiebra. Esperamos que eso cambie», declaró a la AFP Xinia Pérez, ama de casa de 52 años de un barrio popular del sur de San José.
Solís, que se define como progresista, aplastó en las elecciones del 6 de abril al candidato oficialista, que además de sus propios desaciertos, arrastró el desgaste de dos gobiernos consecutivos del PLN y la impopularidad -de más del 60%- con que Chinchilla deja el mando.
Sacudido por escándalos de corrupción, el gobierno de Chinchilla, la primera mujer presidenta de Costa Rica, le hereda a Solís un país con problemas de infraestructura, una deuda interna del 60% del PIB y un déficit fiscal del 6%.
«No podemos seguir operando con ese faltante de aquí en adelante. Debe establecer una regla fiscal muy clara, esa es la prioridad», opinó el economista Alberto Franco, de grupo de estudios Academia de Centroamérica.
Solís promete una política «limpia» y reactivar la economía con equidad, reducir la pobreza estancada en el 20% desde hace 20 años y erradicar la extrema pobreza (6%) con generación de empleos y programas sociales.
«Espero que no defraude. Parece saber lo que el país necesita: empleo para los jóvenes, infraestructura, seguro social y si va a poner impuestos que no sea para joder (perjudicar) a los más pobres y a la clase media», comentó Beatriz Rojas, administradora de empresas, de 29 años.
Hasta con el diablo
Sus adversarios denuncian que Solís impulsa una política económica ambigua, sobre todo en lo fiscal. Su equipo de gobierno está integrado en gran parte por rostros nuevos, sin experiencia en la función pública pero conocidos en la academia.
«No es un gabinete de ‘pone banderas'», dice Solís al aludir a políticos tradicionales y defender a su equipo del «cambio».
Pero Solís, quien se considera un «hombre de diálogo», deberá lidiar con un Congreso fragmentado en unos cinco bloques, en los que su partido tiene 13 de los 57 escaños y el PLN la mayor bancada, 18.
«No tiene más remedio que aprender a negociar hasta con el diablo, siempre y cuando no vulnere principios. La gente puede entender si las negociaciones se hacen de cara a ella», comentó a la AFP el sociólogo Manuel Rojas.
Ya el 1 de mayo, en la instalación del nuevo parlamento, tranzó con diputados de izquierda y del socialcristianismo para hacerse de la presidencia de la Asamblea Legislativa.
Experto en política exterior, en el plano internacional lidiará con las tensiones limítrofes con Nicaragua -cuyo presidente Daniel Ortega fue el único de Centroamérica a quien no invitó personalmente-, y recibirá la presidencia protémpore que ocupa Costa Rica de la Comunidad de Estados de América Latina y del Caribe (CELAC).