Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
El enfoque de la represión que vemos ahora al régimen aplicar en contra de quienes asegura “son delincuentes”, carece de fundamentales hierros que se pueden apreciar en los resultados reunidos hasta ahora.
La administración presenta como éxitos el haber detenido a al menos 27, 000 personas a la fecha, para las cuales sencillamente el país carece de la infraestructura necesaria o la institucionalidad para manutenerlos.
Ello ya derivó en algunas trágicas consecuencias, por ejemplo, las 11 personas asesinadas en detención, pero entregadas a sus familiares como fallecidas por COVID, quienes han denunciado los hematomas que se aprecia en los cuerpos, evidencia contundente de golpizas y vapuleos que habrían sido recibidos al interior de las bartolinas, y que solo un examen forense independiente despejará.
Añadamos que estas personas habrían sido asesinadas bajo detención del estado y sus agentes, lo que implica la responsabilidad directa de este en las muertes en cuestión.
Ahora agreguemos al cóctel el que probablemente estas personas, de haber sido asesinadas, habrían sido ejecutadas quizás por algún ajuste de cuentas, pero por otro lado además podría haber sido porque ellos sencillamente se negaron a sumarse a los grupos terroristas junto a los cuales fueron mezclados en aquellas celdas.
Caramba, menudas suposiciones.
Ahora consideremos por un instante nuestra historia, en la que veremos la recurrencia de la violencia social en ciclos que van de los 7 a los 40 años, y que siempre han estado asociados a las mismas causas: la injusticia y la exclusión social.
Revisemos además como el actual régimen aplica algo que no es inédito, pues antes lo ejecuto Maximiliano Hernández Martínez, precisamente durante el martinato, y que consistía como podemos apreciar en los anales de la época, en la aplicación expedita de la denominada e infame ley contra la vagancia, herencia de la gestión de los Menéndez Quiñonez, quienes también fueron los que crearán por decreto el parque cafetalero nacional, acabando de un plumazo con las tierras ejidales, la cultura que suponía y generando también de la noche a la mañana, la pobreza generalizada por desarraigo de algo más del 67% de la población originaria de la época, a quienes se los obligó por aquellos decretos a incorporarse a las haciendas, profundizando la desigualdad social, y sembrando la semilla de la insurrección de 1932.
No es nueva la idea de perseguir a la pobreza, simplemente se la presenta como nueva.
¿Qué tal si en vez de seguir probados equivocados ejemplos de resolución a la problemática social de injusticia y exclusión que padecemos, aplicamos medidas diferentes?
¿Qué tal si en vez de apostar a la represión se invierte en educación de calidad con una visión global del deber ser de la educación nacional, en legislación laboral que mejore la calidad de vida de los trabajadores, para que estos no busquen afuera lo en el país sin duda pueden lograr?
Ello solo para citar 2 ejemplos, que, si seguimos revisando y de aplicarse, resolvería tantas cosas.
Porque, ¿no crees que la inclusión sería parte de la solución?