Víctor Corcoba Herrero*
Somos pura expresión, buy viagra una especie de verbo en medio de un océano de silencios, diagnosis y, evidentemente, nuestras raíces están impresas en los sonidos a través del volumen de la vida. A veces necesitamos releer nuestra propia existencia, cuando menos para recapacitar y tomar aliento. Como dijo en su discurso ante las Naciones Unidas, Malala Yousafzai, la alumna pakistaní a la que dispararon los talibanes por asistir a clase: “Tomemos nuestros libros y nuestros bolígrafos, que son nuestras armas más poderosas”. Ciertamente, el poder de la palabra es inmenso. Está cautiva en todas las obras impresas, a la espera de una mirada liberadora para que fluya el diálogo y el entendimiento, deseosa de activar esperanzas en un mundo cambiante. Sin duda, estos abecedarios son la materialización de las ideas, de la creatividad humana, de nuestra propia compañía, puesto que nos inspiran reflexión y tolerancia, capacidad de análisis y conocimientos para advertir los mil horizontes de pensamientos que nos circundan.
No tenemos otra historia como especie que nuestra manera de expresarnos, de convivir a través del tiempo; y, en este sentido, todo está en los libros que, al fin, son nuestras herramientas más sublimes para elevarnos como seres humanos. Con justicia, en 1995, la UNESCO proclamó el 23 de abril “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”; onomástica que ha de suscitarnos cada vez más fidelidades y adhesiones en esa búsqueda permanente en la que nos movemos, como herramienta de aproximación y puerta de acceso a la diversidad, puesto que son nuestros aliados para difundir ese mundo explorado y el que aún nos queda por explorar, y al que hemos llegado por la literatura. No olvidemos que la letra impresa tiene corazón, imprime nuestros exclusivos latidos. La más bella invención del ser humano habita en los tomos escritos por nuestros antepasados y por nosotros mismos. Con razón se dice que un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma. No es posible vivir sin ellos, forman parte de nosotros hasta el punto de revivirnos la comprensión mutua, con la apertura a los demás y al mundo.
En el apasionado volumen de la vida cada ser humano injerta a sus ideas, el arte de la palabra, un valioso instrumento de intercambio del saber, que nos permite forjar en la mente lenguajes diversos, imprescindibles para poder vivir unidos y necesarios para el acercamiento de los pueblos. Toda nuestra historia germina en los libros, fruto del trueque de ideas entre las culturas, de ahí la importancia de que cualquier ser humano tenga acceso a ellos, para poder instruirse, con la libertad de poder hacerlo. En efecto, es esa “libre circulación de ideas por medio de la palabra y de la imagen”, consagrada en la Constitución de la UNESCO, lo que debe seguir siendo objeto de nuestra vigilancia perseverante en el momento actual, para, de este modo, seguir promoviendo el acceso universal al libro. Mafalda, el personaje de cómic creado por el argentino Quino hace cincuenta años, es el estandarte de los actos de celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor de la Unesco. Nadie mejor que ella, ocupada en cuestiones humanitarias y preocupada por los aconteceres de la vida, para instarnos a la lectura, a través de sus geniales historietas.
Indudablemente, formamos parte de ese libro existencial que nos conecta unos con otros. Bajo este espíritu de realización personal, Port Harcourt (Nigeria), ha sido nombrada Capital Mundial del Libro 2014.