Wilfredo Arriola
Poeta y escritor,
La actitud en la vida devela gran parte de nuestro futuro. En una decisión puede estribar muchos cambios para bien o para mal, por ejemplo, el simple hecho de ponerte los zapatos deportivos o elegir ponerte las pantuflas desencadenará una serie de actividades muy diferentes, cada cual por su lado. Sí determinamos el calzado deportivo, decantaremos nuestra suerte a salir a correr o a caminar en su defecto, en ese sentido, tomaremos aire, liberaremos dopamina que segrega el sudor, miraremos el entorno, nos liberaremos del tan acumulado estrés de los días, de la semana, del mes… miraremos a personas con nuestras mismas intenciones en la calle, puesto ellos hayan elegido la misma idea, nos saludaremos con una sonrisa por rostro y esa sensación pesada de minutos atrás seguramente mejorará, nuestra salud se mantendrá a tono diferente, cambiará nuestro humor y nos pondremos en una disposición diferente para continuar la vida, que, noticia: todos tenemos problemas de los cuales nos ocupan en nuestro diario vivir, no solo tú, y tan solo está decisión generará un enfoque diferente, tan solo una decisión. Miremos en el hipotético caso, la otra posibilidad: elegir las pantuflas, nos sentaremos en nuestra mejor postura en la sala de estar, con seguridad a su momento, queremos ir a picar algo a la cocina para continuar viendo esa serie que tanto nos ha atrapado, dispondremos más tiempo para intercalar miradas al TV y conversar por el celular, mirar memes y de pronto, las horas pasan volando, aparte de la limosna de peso que hemos ofrendado a nuestro cuerpo, por el sorbete o las galletas que nos hicieron compañía mientras divagamos frente el infinito agujero que otorga ponerse a divagar, a postergar… ese cáncer del “otro momento lo haré”. Todo eso, por una decisión, si los tennis o las pantuflas, tres segundos y una larga cadena de reacciones por separado.
El neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido 1945, describe una escena, como un prisionero común, en el tratado del informe del prisionero n. 119.104, como cavaba parte de un túnel, túnel que serviría para disponer de cañerías bajo una carretera. El pago o recompensa que recibió al hacer esta tarea, consistía en cupones intercambiables, pago que otorgaba la empresa a la que habían servido los prisioneros como moneda de cambio. El valor de cada cupón equivalía a seis cigarrillos, luego obtenido los cigarrillos, éstos se podían intercambiar por raciones de sopa. El prisionero n. 119.104 logró obtener dos cupones, es decir doce cigarrillos, a lo que valía para doce raciones de sopa. Otros prisioneros también hacían otras actividades a cambio de cupones en retribución por lo hecho. Sin embargo, la mayoría optaba por tomar raciones de sopa, alimento para subsistir, y cuando se lograba ver, que un prisionero no comía y fumaba, es porque había elegido dejarse morir. Fumar era su estilo de vida, una resignación a la muerte, decidía no cambiar los cigarrillos y aceptar que había pedido su voluntad de no continuar en esta vida, y era muy raro quien la recobraba.
En los campos de concentración había muchas historias como esta, que durante el libro se pudieran explicar mejor, y desde otra perspectiva. A pesar de, los sobrevivientes de estas historias no se toman la libertad para hablar del tema, porque según sus palabras, no hay empatía que valga y también sería una revictimización a lo sucedido, el escuchante no entenderá en lo absoluto el valor de ese tipo de confesiones, y quizá, tampoco lo valore como tendría que ser. Sus razones tienen y, en cualquier caso, sus decisiones son respetables.
Una decisión, puede determinar el rumbo de nuestras vidas. En este caso el de ellos, sí ofrendarse a la muerte lentamente, y disfrutar esos últimos cigarrillos o tomar fuerzas mediante la sopa e inventarse la luz al final del túnel. Lo que ocurre en nuestra mente determinará la voluntad que impondremos para el caudal de nuestra vida. Muchas veces, en episodios delicados, bajamos la guardia y nos fumamos ese ficticio cigarrillo y en cada bocanada de humo alimentamos la tormenta que cae sobre nuestra cabeza, en silencio, le mandamos un mensaje a nuestro sub consciente, que hemos decidido parar, y no solo parar sino también estar convencidos del paro con la melancolía que otorga la derrota. Nos vendrá mejor, a contra pronóstico, elegir la sopa, sentarnos en la mesa de los de siempre, quizá sin ánimo, pero continuar, necesitamos elegir vivir, siempre vivir. Carl Jung replicó: “La enfermedad es el esfuerzo de la naturaleza por curar al hombre” a lo que agregaría, curarse de ciudades, vínculos, personas, alimentación, trabajos, son nuestros cigarrillos silenciosos. Elegir es levantar muros alrededor, ese quedarse adentro, pero procurar que en ese adentro, siempre nos ocurra la vida, la que merecemos vivir.
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