Colombo / Negombo / AFP
Poornima Weera Sekara / Peter Hutchison
Sri Lanka buscaba el lunes a los responsables de la ola de atentados suicidas que causaron 290 muertos y 500 heridos la víspera, un baño de sangre atribuido a un movimiento islamista local y cuya investigación intenta determinar posibles conexiones internacionales.
Aunque los ataques aún no han sido reivindicados, la presidencia decretó el estado de emergencia a partir del lunes a medianoche en aras de la «seguridad pública».
El domingo una serie de atentados con bomba coordinados sembraron el horror en hoteles e iglesias que oficiaban misa en varios lugares de la isla, que no había conocido tanta violencia desde el fin de la guerra civil hace diez años.
Al menos 31 extranjeros, entre ellos indios, portugueses, turcos, británicos, australianos, japoneses, estadounidenses, daneses y un francés, figuran entre los muertos. Otros 14 siguen desaparecidos y podrían estar entre las víctimas no identificadas en la morgue.
Entre los daneses, se encuentran tres de los cuatro hijos del multimillonario danés Anders Holch Povlsen, dueño del grupo de moda Bestseller y principal accionista de la marca de venta en internet ASOS.
El portavoz del gobierno de Sri Lanka, que señaló a la islamista local National Thowheet Jama’ath (NTJ), indicó que no entendía «cómo una pequeña organización en este país puede hacer todo eso».
«Estamos investigando sobre una posible ayuda extranjera y sus otros vínculos, cómo forman kamikazes, cómo han producido estas bombas», agregó.
La incriminación del NTJ supone un ascenso fulgurante de este grupo extremista poco conocido, cuya principal hazaña hasta ahora fue la vandalización de estatuas búdicas en diciembre.
La organización fue hace diez días objeto de una advertencia dirigida a los servicios de la policía según la cual el grupo estaba planeando ataques contra iglesias y la embajada de India en Colombo.
«Los servicios de inteligencia señalaron que hay grupos terroristas internacionales detrás de los terroristas locales», afirmó el presidente Maithripala Sirisena durante un encuentro con diplomáticos extranjeros, y pidió ayuda internacional.
Las dos principales organizaciones yihadistas internacionales, Al Qaida y el grupo Estado Islámico (EI), intentan desde hace años reclutar en las comunidades musulmanes del subcontinente indio, alegando a las persecuciones de las que dicen son víctimas los musulmanes de la región.
– Recuerdo de la guerra civil –
Las autoridades esrilanquesas anunciaron la detención de 24 personas e indicaron que el FBI les ayudaba en la pesquisa. Interpol también desplegó un equipo de investigadores.
El lunes, la policía indicó que había hallado 87 detonadores en una estación de autobuses en Bastian Mawatha de Pettah, un barrio de la capital.
Poco después, se produjo una explosión en la capital durante la desactivación de una bomba, según la policía.
El lunes por la mañana, en la morgue de Colombo se vivieron escenas de desolación.
«La situación no tiene precedentes», apuntaba un responsable que guardó el anonimato. «Pedimos a los familiares proporcionar el ADN para ayudar a identificar algunos cuerpos» demasiado mutilados.
Una mujer cuyo hermano mayor murió con sus tres hijos, rompió a llorar al identificarlos uno a uno en una pantalla. El más joven de sus sobrinos era «solo tenía ocho meses […] ¿Qué ha hecho para merecer esto?».
En las calles del país, la vida volvió a su curso. Para muchos esrilanqueses, los atentados del domingo despertaron los horribles recuerdos de los años oscuros de la guerra civil entre la mayoría cingalesa y la rebelión independentista tamil.
– Ataques casi simultáneos –
El domingo por la mañana se registraron seis explosiones en un corto lapso y por la tarde dos más en Sri Lanka, destino turístico muy apreciado por sus playas idílicas y su naturaleza salvaje.
En la capital, tres hoteles de lujo ubicados en la costa -el Cinnamon Grand Hotel, el Shangri La y el Kingsbury- y la iglesia de San Antonio fueron atacados por kamikazes.
También estallaron bombas en la iglesia San Sebastián de Negombo y en otra de la ciudad de Batticaloa, situada en la costa oriental de la isla.
Unas horas después se produjeron dos nuevas explosiones, la primera en el hotel Dehiwala, en un suburbio de Colombo, y la segunda en Orugodawatta, en el norte de la capital.
El domingo por la noche, una bomba de fabricación casera fue descubierta y desactivada en la carretera que lleva al aeropuerto, que sigue abierto bajo alta vigilancia.
Desde el Vaticano a Estados Unidos, pasando por India, el mundo condenó unánimemente los atentados. El presidente estadounidense Donald Trump presentó el lunes sus condolencias al primer ministro esrilanqués Ranil Wickremesinghe.
«El presidente Trump prometió el apoyo de Estados Unidos a Sri Lanka para llevar a la justicia a los autores, y los dos dirigentes reafirmaron su compromiso para luchar contra el terrorismo mundial», informó la Casa Blanca.
Unos 1,2 millones de católicos viven en Sri Lanka, una nación con 21 millón de habitantes, 70% de los cuales budistas. El país cuenta también con 12% de hinduistas y 10% de musulmanes.