Por: Rolando Alvarenga
Uno de los pilares en los que descansa le éxito del deporte cubano lo constituye su efectiva y profesional administración dirigencial. En la isla toda aquella federación que no responde a las expectativas deportivas del régimen y del pueblo con respecto a resultados y constante desarrollo, es rápidamente remolcada y sustituida por gente más efectiva. Y obvio, sí una federación se mantiene dando resultados integrales, sus federativos pueden pasar cualquier cantidad de años en sus cargos.
Aquí, en este país no es así. Es todo lo contrario. Hay un resto de federaciones con dirigentes que unos nunca han ganado nada y otros talvez, pírricas ganancias y no pasa nada. Federativos que con toda impunidad mantienen estancados a sus deportes y no pasa nada. Elecciones van y elecciones vienen y basta con girar instrucciones a sus gerentes, “gerentas” o entrenadores para que organicen la Asamblea General, vendan humo a los atletas y…reelección garantizada.
Es por eso que recientemente me dio tanto gusto escuchar a un alto funcionario deportivo decir: “El problema es que la vocación de dirigente deportivo no se ha sabido desarrollar, porque la mayoría de gente que resulta electa para integrar una junta directiva federativa, llega pensando en que van a dominar un feudo y que eso es propiedad particular de cada quien. Y ese es el error que infunde el Comité Olímpico al decirles que son autónomos.
Deben saber que al ganar un cargo federativo se vuelven servidores, porque la Carta de las Naciones Unidas establece que el Deporte es para Todos y el Estado debe garantizar el acceso de todas las personas al Deporte. No obstante, hay gente que se adueña de la federación y quiere hacer su feudo como que si hubieran comprado una empresa. Es por eso que el Estado debe controlar, de alguna manera, para que esto de ser federativo no se vuelva una cuestión privada, porque el deporte es de interés público”.