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Suárez y Vallejo, dignidad y vida en la palabra

 

Por: Mauricio Vallejo Márquez

 

Dicen que El Salvador es un pañuelo en el que todos nos conocemos. En algún momento te topas con alguien que no conocías, pero su vida está ligada a ti, porque recorre las mismas sendas, toma el mismo bus, estudió en el mismo lugar que vos y la casualidad con su desenvoltura hizo que coincidieran.

Así fue en El Salvador de la década de 1970 en la que las dictaduras militares copaban los órganos de Estado y seguían la voluntad del líder sin cuestionar. La gente se conocía y aumentaba su círculo de conocidos. Así se organizaron varios para hacerle frente a las injusticias, sobre todo los artistas que tienen ese corazón curioso y sensible que por lo general no puede quedarse callado ante las injusticias (claro que existen excepciones) y así surgieron organizaciones sociales, partidos políticos y los grupos que conformaron el FMLN.

Mi abuelo, Óscar Antonio Vallejo, trabajó en el Ministerio de Educación, ahí conoció a Jaime Suárez Quemaìn. Seguro tenían platicas en común, no lo sé. Lo que sí sé era que fueron amigos y mi abuelo le contó que mi papá, Edgard Mauricio Vallejo Marroquín también escribía. Se conocieron y reforzaron su amistad, había mucho en común: las letras y el corazón.

Ambos poetas visitaban el café Bella Nápoles en el Centro de San Salvador donde los intelectuales y artistas compartían pan, café y palabra. En 1980 el 11 de julio sacaron de ahí a Jaime y después apareció asesinado en Antiguo Cuscatlán. Sé que en mi familia la noticia fue dolorosa, lo que desconocían fue que mi papá tendría un destino parecido. Mi papá fue desaparecido el 4 de julio de 1981.

Ambos poetas nos dejaron físicamente en julio, sin embargo, su palabra está ahí y espera ser leída y comprendida. Lamentablemente somos un país de olvidos y sumisiones. Nos dejamos pisotear para mantener nuestro salario, nos quedamos callados ante las injusticias para no compartir desenlaces trágicos. Acá el valiente y decidido que ayuda a otro puede recibir un castigo y todo se resume en adorar al que tiene el poder mientras lo tenga y después cambiar de líder, partido, color y fe.

Lo bueno es que hay personas como Jaime y Mauricio que nos enseñan el camino a seguir, aunque tenga final triste se deja semilla que germina en bosque. Es posible que sea poca la gente que luche por el bien común y que trabaje por un mañana más justo. Pero esa gente es la fundamental, por esa gente tenemos vida, por ellos podemos hablar y seguir luchando. Los que dieron su vida por un mundo mejor son el verdadero motor del mundo, no los que tienen dinero y poder. Por eso la historia cada tanto los saca a la luz, porque, aunque se quiera borrar la historia, permanece. Solo basta que se observe con atención, que se difunda y que se aprenda de ella. Personas como Jaime y Mauricio son un ejemplo de que la dignidad es la mejor de las medallas del pecho aunadas con la coherencia que lamentablemente muchos transaccionan por monedas y puestos. ¡Jaime y Mauricio viven!

 

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