Río de Janeiro/dpa
Los Juegos Olímpicos registraron el primer paso de su historia por tierras de Sudamérica, pero el deporte sudamericano no pudo torcer su historia en los Juegos Olímpicos.
No se trata de un simple juego de palabras, sino de la realidad que se desprende al comprobar los resultados de los atletas del subcontinente (el recuento podría ampliarse al resto de Latinoamérica sin que cambie la impresión final) durante la cita de Río de Janeiro.
Es cierto que sería inexacto decir que los representantes sudamericanos fueron locales en la capital carioca. Estamos hablando de una región de profundos sentimientos nacionalistas, y en la que nadie se siente en casa fuera de sus propias fronteras. Pero aun con esa salvedad habría cabido esperar un mejor rendimiento de los deportistas del área. No fue así. Medido en cantidad de medallas, el conglomerado de Centro y Sudamérica, al que se puede sumar México, quedó una vez más a la cola del resto de las otras grandes regiones geográficas.
Pasan los años, pasan los Juegos, y no se advierte mejoría en esa zona del mundo. Ni siquiera siendo anfitrión del evento. Brasil, el país organizador, acabó su actuación con 19 medallas (7-6-6), solo dos más que en Londres 2012 y tres más que en Pekín 2008.
Los brasileños maquillaron la posición final en el medallero debido al aumento de finales ganadas, pero felicitarse por eso equivaldría a un intento de tapar el sol con la mano.
Antes de los Juegos, la situación de Brasil era comparable a la de Corea del Sur, España o Grecia, todos ellos anfitriones de la llama olímpica en tiempos recientes y ninguno considerado potencia deportiva previo a su encendido. Y los datos hablan por sí mismos.
En Los Ángeles 84, los coreanos habían cosechado 19 preseas. Cuando fueron locales en Seúl saltaron a 33, es decir, un crecimiento de casi un 70 por ciento. España solo ganó 4 medallas en Seúl, y cuatro años después sus deportistas acapararon 22 en Barcelona, un impresionante 450 por ciento de mejoría. Grecia pasó de 13 en Sydney 2000 a 16 en Atenas 2004, un 21 por ciento.
¿Y Brasil? El incremento fue del 12 por ciento. Prácticamente nada, teniendo en cuenta las expectativas y el apoyo fervoroso que la “torcida” dio a sus deportistas en cada evento en los que participaron.
Los locales fueron, desde ya, los más galardonados del subcontinente, tal como viene ocurriendo en los últimos Juegos, pero el liderazgo parece guardar más relación con el hecho de ser el país más poblado del área (204 millones de personas) que por la existencia de una política deportiva seria y profunda.
En Río, Brasil cosechó una medalla cada 10,7 millones de habitantes, la misma proporción que Argentina, pero peor que la de Venezuela (1 cada 10,3 millones), Colombia (1 cada 608.000) y, si el análisis se amplía a Latinoamérica, Cuba (1 por cada millón). Aunque infinitamente mejor que la de México, con una medalla cada 24 millones de habitantes.
Respecto a los Juegos más recientes, los venezolanos son los que más han progresado. A pesar de las duras condiciones económicas del país y las dificultades de preparación confesadas por los propios deportistas, los representantes de la nación caribeña pasaron de una única medalla en Pekín y Londres a tres en esta oportunidad, aunque la cifra total tampoco debería conducir a grandes alegrías.
Los demás han permanecido más o menos donde estaban, solo cambiando en algún caso el lugar en el podio, una cuestión que parece más circunstancial que una medida de la salud deportiva general.
Argentina ganó más oros, pero repitió las cuatro medallas de Londres y quedó lejos de las seis de Atenas y Pekín. Colombia también hizo oír más veces su himno, pero alcanzó los mismos ocho trofeos que hace cuatro años. México, con cinco medallas, se mantiene muy por debajo de su potencial. Cuba continúa su imparable caída: 27 veces subió al podio en 2004, 24 en 2008, 14 en 2012 y apenas en 11 ocasiones en tierras brasileñas. Y República Dominicana solo rescató el bronce del taekwondista Luis Pie.
El resto tuvo un paso casi testimonial por Río 2016. Quedó para el recuerdo lo hecho por el uruguayo Emiliano Lasa, sexto en salto en largo en la mejor actuación en la historia de un atleta “charrúa”; el quinto puesto de la chilena Bárbara Riveros en triatlón; el excelente debut de su compatriota Ricardo Soto, de apenas 16 años, en tiro con arco; el diploma olímpico del regatista guatemalteco Juan Ignacio Maegli; el cuarto puesto de Honduras en fútbol, y prácticamente nada más.
Si Río 2016 planta la semilla de futuros éxitos es algo que está por ver. Por ahora, los proyectos serios y a largo plazo siguen siendo materias pendientes. Sudamérica dejó pasar sus Juegos sin aprovecharlos. Y sin saber si alguna vez volverán por allí.