Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Hace un año se le extravió un hijo a un amigo. Aunque este joven era mayor de edad, se sabe que no tenía enemigos, su padre y madre siempre le dieron confianza, pero un día el joven entró en depresión por “x” motivo y salió de su casa; su familia, a pesar de pedir oraciones y súplicas a sus amistades, el siguiente día lo encontró asesinado, ya que pasó por un lugar equivocado y su vulnerabilidad era visible.
Otro caso fue el de un familiar, quien pidió oración a toda la familia por su suegro para que sanara de la insuficiencia renal crítica (IRC). Ya estaba en tratamiento con hemodiálisis (proceso a través de una máquina que filtra la sangre de la persona para extraer los desechos urémicos de la insuficiencia renal). En la tarde de ese día había fallecido. Por lo tanto, comentaban que “el Señor lo llamó a su presencia”.
Se puede enumerar un sin fin de casos, como la hambruna en África (la peor, en Somalia), la desnutrición en Centroamérica, brechas extremas entre las personas que ostentan riqueza y la pobreza de las mayorías. Por ello me inquietó preguntarle a una persona cristiana evangélica sobre esa brecha entre ricos y pobres, la respuesta fue que “Dios no ha tocado el corazón a las personas que amasan fortunas ilimitadas hacia personas más necesitadas”; pues se sabe que alimento hay suficiente para que todas las personas habitantes del mundo vivan en condiciones iguales (https://vinculando.org/sociedadcivil/los_porques_del_hambre.html).
El caso es que, hasta que exista un Estado laico, donde podamos compartir pensamientos, creencias y riqueza equitativamente, hasta entonces podremos vivir en paz, sin esperar que un superhéroe o heroína nos venga a convencer de ser buenas personas, y poder salir adelante a través de nuestros propios esfuerzos y preparación, en un país donde las oportunidades para salir avante sean otorgadas por quienes dirigen los órganos del Estado, en un ambiente de armonía y fraternidad, sin perseguir intereses mezquinos y fomentando valores humanos, como dice G. K. Chesterton: “No liberes al camello de la carga de su joroba; podrías estar liberándolo de ser camello”.
* Lic. en Relaciones Internacionales.
Movimiento por una Cultura Laica (MCL) correo: [email protected]