Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
Crecí con un acto de censura que no comprendía. No porque los militares o el Gobierno nos impidiera hablar. El freno era el dolor de mi abuela paterna, María Julia Marroquín de Vallejo, ese dolor de haber perdido a su hijo, mi padre. De haber tocado todas las puertas que fueron posibles, sin encontrar respuestas y que murió sin haber conocido el lugar donde quedaron sus restos.
Sabía que mi papá era un escritor, tenía conocimiento de su compromiso por la lucha social, que era joven y usaba lentes, y que amaba Tonaca, un pueblo que se encuentra presente en todos sus escritos.
Sin embargo, todo lo que puedo saber de él es gracias a los testimonios, a las anécdotas de sus amigos, vecinos y familiares. No tanto como yo quisiera, porque cada uno construye una imagen diferente de cada individuo. Pero lo que he logrado recopilar me da un buen sabor de alma.
La imagen que elaboré de mi padre jamás me ha dejado tener ídolos o sujetos de admiración extrema, no me permitió ver en Spiderman, Batman u otro personaje de cómic o deportivo algo tan fuerte como para andar buscando camisetas, afiches o cosas parecidas con esa pasión que les veo a algunos. En cambio, mi papá fue y sigue siendo mi héroe. Superó la niñez esa admiración, me sorprende cada vez que lo pienso. Sigo admirando a ese muchacho de 23 años que era tan disciplinado y talentoso, humilde y bueno.
En Tonacatepeque se le recuerda cada vez que llega julio. Esta vez no fue la excepción, y el Centro Cultural El Mesón se coordinaron los amigos del Gremio de Artistas de Tonacatepeque, la Sociedad la Noche de Vallejo y Ediciones La Fragua para hacer un emotivo y cálido homenaje.
Me conmueve y alienta ver como amigos hacen un esfuerzo grande para estar presentes, como el caso de Efraín Dalton quien tuvo que pasar por una serie de peripecias para llegar. Amigos y compañeros que viven lejos pero ahí estaban para compartir.
Entre las actividades que se tenían planeadas estaba reconocer el esfuerzo del director de la Casa de la Cultura del municipio, Carlos Fajardo, quien en 2009 organizó el primer homenaje al poeta en su tierra. Me alegró ver a ese hombre que se esfuerza por sacar adelante la historia y la cultura de Tonaca. Tras esto se buscó reconocer al profesor Luis Silva, quien fue un gran amigo de mi papá sin importar las diferencias políticas y quien hasta la fecha recopila todo lo que escribió mi padre. Él no pudo llegar al evento porque tiene algunas dificultades de salud y para recordar, sin embargo su sobrino le llevó el reconocimiento y aún ahora siento un giro en el corazón al saber que dijo: “Mi amigo, Mauricio Vallejo”, al ver la vela y la mariposa que se le envió con el rostro del poeta.
He perdonado a sus verdugos, y eso me da paz. Porque recuerdo a mi padre con cariño y alegría, con el deseo de imitar un poco de lo que fue, de eso que dejó impregnado en su pueblo, en su gente, en sus amigos. El nombre de mi padre sigue emergiendo como el alba.