Friedemann Kohler
dpa
Minsk, viagra 8 oct (dpa) – Svetlana Alexievich reúne voces, troche voces que han ido marcando su trayectoria literaria. Con un estilo propio, la escritora y periodista bielorrusa se ha convertido en una de las conciencias morales de la resquebrajada Unión Soviética, creando collages en los que retrataba el sufrimiento, las catástrofes y el duro día a día de los habitantes de su país.
Esa “obra polifónica” es la que hoy le ha hecho merecedora del Nobel de Literatura, pues según argumentó la Academia Sueca, los libros de Alexievich son “un monumento al sufrimiento y al valor en nuestro tiempo”. Con la bielorrusa suman 14 las mujeres distinguidas con el galardón, que no iba a parar a una ex república soviética desde que en 1987 fue distinguido el poeta ruso Joseph Brodsky.
La propia Alexievich también habla de “novelas a través de voces” para describir su obra. Periodista de formación, este método ya lo aplicó a mediados de los 80 en su primera obra, “La guerra no tiene rostro de mujer”, que el mes que viene publicará en español la editorial Debate. A través de entrevistas, documentó cómo fue la Segunda Guerra Mundial para las mujeres soldado soviéticas.
No eran historias heroicas, sino voces que hablaban de la oscuridad de la muerte, la difícil supervivencia en un mundo de hombres y el duro regreso al día a día. “Los hombres olvidaron a sus compañeras de batalla, las traicionaron. Les robaron la victoria y no la compartieron”, afirma la autora. El libro fue un escándalo en la entonces Unión Soviética, recuerda la historiadora Irina Shcherbakova, de la organización Memorial de Moscú.
En Bielorrusia, la más occidental de las repúblicas soviéticas, la guerra fue especialmente dura. La violencia sacudió primero al país con el avance de las tropas alemanas, después por las luchas de los grupos partisanos y finalmente por la ofensiva del Ejército Rojo. Las secuelas de aquellos años siguen vigentes hoy, lo que según Shcherbakova propició que los artistas bielorrusos se ocuparan de cuestiones existenciales.
En cuanto a Alexievich, la experta sostiene que posee una “mirada muy oscura sobre la sociedad”. Además de la guerra, en otras de sus obras la autora abordó las mayores catástrofes sufridas por la antigua URSS, como en “Zinky Boys”, en la que habló con 500 veteranos y madres de solados caídos en la Guerra de Afganistán (1978-1992). En “Voces de Chernóbil” (Siglo XXI) retrató el desastre nuclear mientras que en “Vremja second chènd” (que podría traducirse como tiempo de segunda mano) creó un collage de conmovedoras experiencias sobre el experimento comunista en la URSS.
Según su amiga Shcherbakova, Alexievich no es lo que se dice una persona alegre, pero quien la visite en su apartamento de dos estancias en Minsk encontrará a una mujer tranquila y sensata. Cuando habla, cada frase que pronuncia parece como si estuviera impresa, y tiene una capacidad especial para hacer hablar a los demás, pues crea en ellos una sensación de confianza. Se toma cuanto tiempo haga falta en escuchar lo que otros tengan que contar y luego, recompone sus voces en monólogos, y estos en grandes collages.
Alexievich nació el 31 de mayo de 1948 en la aldea ucraniana de Stanislav, actualmente Ivano-Frankivsk, pero se crió en Bielorrusia. Estudió periodismo y dio sus primeros pasos profesionales en un diario local y como profesora. Abandonó el país a principios del nuevo milenio debido a la resistencia que encontraron sus obras en el autoritario régimen del presidente Alexander Lukashenko, pero regresó en 2011.
“Quiero vivir en casa, con mi gente, ver crecer a mis nietos”, dijo tras años en París, Gotenburgo y Berlín. Además, la inspiración de su escritura siempre fueron conversaciones con otras personas. “Y donde mejor puedo hacerlo es aquí, en mi idioma”, añadió. También por eso, el haber sido merecedora con el Nobel de Literatura es una fiesta para la oposición bielorrusa: “¡Una fantástica noticia!”, tuiteó el ex candidato a la presidencia Andrei Sannikov.
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