Gabriel Otero Los maullidos se escuchaban intensos todas las noches. No dejaban de sonar cual si fueran serenatas dedicadas al apareo, ese lenguaje de los pequeños felinos y su celo insoportable, su clamor es parecido al llanto del infante, pero estos gatos no eran callejeros, habitaban en los departamentos de un edificio residencial y se comunicaban entre ellos, de ventana …
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