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Desde la semana pasada se definió que la gran mayoría de países en el mundo están en contra de una invasión a Venezuela, por parte de los Estados Unidos; abogando todos por una salida democrática que beneficie única y exclusivamente a ese pueblo que en un 86 % respaldan a su presidente Nicolás Maduro.
El gobierno norteamericano no solamente utilizó a Juan Guaidó, sino que además a un grupo de países y sus cantantes con tambores de guerra, para que montarán un show que los distintos medios de comunicación, afines a Donald Trump, presidente estadounidense, destacaron como parte de una ayuda humanitaria para encubrir un absurdo golpe de Estado.
Tabaré Vázquez, presidente de Uruguay, fue claro al expresar: cuando muchos sacudían tambores de guerra aumentando la violencia que ya hay en Venezuela, nuestro gobierno apostó por el diálogo y por la salida pacífica y democrática en busca de elecciones. Tabaré Vásquez dejó en claro que su gobierno no es neutral, ya que optó por la paz y no por la guerra.
Hoy después del fracasado golpe de estado, los tambores de la paz por Venezuela suenan mucho más, con estridencia mundial, también gracias al popular músico cubano Raúl Torres, quien con gran inspiración le dio vida a una campaña global contra la guerra con una composición y musicalización de una obra de arte, que no se puede comparar con las interpretaciones mercantiles que se acompañan con redoble guerreros.
Telesur se hizo eco del canto por la paz, lo hizo propio y ahora muchos se lo cantan a Venezuela, desde los distintos países y continentes, con ese sentir que todos queremos la paz no la guerra; porque nosotros somos las víctimas, no los que disparamos balas.
Por eso creemos atinado que al igual que la mayoría de países del mundo, El Salvador, ejemplo de golpes de estado, de fraudes electorales, de guerras y de diálogo por la paz, se pronunciara en favor de una Venezuela libre y soberana como la soñó su libertador Simón Bolívar, y que hagamos sonar nuestros tambores de paz, solidarios con un pueblo amigo que no merece el flagelo de la guerra impuesta por el imperio de las transnacionales y sus títeres.
