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Tareas urgentes en El Salvador

Luis Armando González

La situación actual del país impone tareas urgentes a los distintos actores que toman decisiones en El Salvador. Una de ellas, impostergable, es hacerse de (identificar, recabar, sistematizar y manejar) los mejores datos acerca, por un lado, de la dinámica e impacto de la epidemia de coronavirus, y, por otro, de la dinámica económica y social suscitada a partir de las medidas tomadas para hacer frente a la epidemia. Establecidos los mejores datos –los que expresen mejor la realidad—, los mismos deberían ser el punto de referencia para las acciones a impulsar en los planos sanitario, económico, político y cultural-educativo.

El debate en cualquier caso no debería ser por los datos (o por los números), sino por su interpretación o explicación. Pero sobre ellos, como tales, debería existir un acuerdo básico pues, sin ese acuerdo, la “batalla de cifras” enrarece el debate público y confunde a las personas. Asimismo, los datos de referencia, nos guste o no, son los oficiales; por tanto, se tiene que apoyar a las autoridades para que sus datos sean los que mejor expresen el comportamiento de la realidad. Y ellas, obviamente, deben apostar por tener a su disposición y divulgar los mejores datos, de tal suerte que ese flanco de la gestión pública esté bien resguardado.

En el rubro de la salud pública, y en lo que concierne al impacto del coronavirus, es urgente que la sociedad cuente con cifras, lo más apegadas a la realidad, acerca del total de personas fallecidas a causa del virus. También es preciso contar públicamente con información sobre la edad, sexo, lugar de infección, condición de salud, el tipo de tratamiento recibido y tiempo de resistencia –desde la infección e inicio del tratamiento médico (si lo hubo) hasta la muerte— de las personas con ese trágico fin. Es preciso poner alto al fatalismo (por ejemplo, que todas las personas fallecidas perdieron la vida inmediatamente después del contagio o que era irremediable que murieran), al optimismo ingenuo (por ejemplo, decir que aquí y en el mundo no pasa nada) y al simplismo (por ejemplo, que todas las personas fallecidas murieron por negligencia médica); y la información veraz es un buen antídoto para ello.

En cuanto a las dinámicas de contagio, es urgente que los ciudadanos conozcan la mejor cifra sobre el total de personas infectadas, pero eso debe completarse con información sobre el lugar y tiempo en el que se infectaron, su edad, sexo y condición de salud, y situación actual de quienes, de ese número total, se contagiaron primero; relacionado con ello, está el número de quienes ya salieron o van saliendo de ese total; también, es importante saber cuántos del total de infectados están, por un lado, recibiendo tratamiento médico; por otro, cuál es su condición de salud; y, por último, cuántos están en estado crítico. Esto último da cabida a la posibilidad –dolorosa, por cierto, y no deseable— de la muerte de esas personas.    

El rubro económico plantea, también, tareas urgentes. El algún lugar me pareció leer la hipótesis de que la pérdida de empleos e ingresos en esta coyuntura es algo que igual se hubiera dado por mera dinámica capitalista. Se puede discutir tal conjetura, pero lo mejor es buscar los mejores datos sobre el comportamiento del empleo y el desempleo, los ingresos, el cierre de empresas y los índices de pobreza desde marzo hasta julio 2020 y comparar esos números con números, en los mismos rubros, de 2019 o 2018, u otro año de la segunda década del siglo XXI. Si no hay diferencia, ello serviría de buena base para decir que las medidas tomadas para contener la epidemia no han tenido, prácticamente, ningún impacto (ni positivo ni negativo) en las dinámicas del empleo y los ingresos, las empresas o el sector informal, pues sin esas medidas las cosas hubieran ido más o menos igual.

Es dudoso que los datos puedan dar pie a una conclusión como esa, que no deja se sonar disparatada. Sin embargo, los datos firmes, rigurosos y completos sobre la situación económica y social debida al impacto de las medidas tomadas para contener la epidemia no parecen estar, de existir, al alcance de cualquier ciudadano. Urge, pues, contar con esos datos referidos, de forma provisional al menos, al periodo marzo-julio de 2020: empleos perdidos, temporal o definitivamente; pérdida total o parcial de ingresos familiares, remesas, cierre de empresas (grandes, medianas y pequeñas), situación del sector informal, tributación, impago de deudas, pobreza y los datos que hagan falta para tener una respuesta firme ante quienes opinan que, en este año 2020, lo único que ha obrado, como en otros años y generando los efectos de siempre, son las “leyes” del capitalismo neoliberal.

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