Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Marcos y Silvia caminaban abrazados por las calles de la ciudad de Ahuachapán, treat rx mientras él le hablaba con voz suave como un susurro de amor, remedy ella lo acariciaba con sus ojos brillando de felicidad.
Pronto formaron su hogar y en todas sus actividades permanecían juntos, diagnosis integraban una unidad indisoluble. Trabajaban en un negocio de víveres, propio, en el mercado de la ciudad, durante la década de los años cincuenta.
Al regresar a casa como a las cinco de la tarde ponían a funcionar un tocadiscos con música de los tríos famosos y bailaban en su ambiente de romanticismo. “Tus besos se llegaron a recrear aquí en mi boca, llenando de ilusión y de pasión mi vida loca, las horas más felices de mi amor, fueron contigo… “.
Con el transcurso de los días, trataron de variar sus tardes de amor con un elemento que los animaría aún más, tanto para despertar el apetito en la cena como para generar energía. Así llevaban una botella de licor con la cual se alegraban más en sus fiestas privadas que finalizaban a las once de la noche.
Los vecinos que ya habían observado el cambio de conducta de estos jóvenes al celebrar todos los días una original fiesta para dos.
Al despertar el siguiente día realizaban gran esfuerzo para dirigirse a su trabajo. Ya en sus actividades era manifiesto su malestar, hasta que alguien le sugirió que se quitaran la goma como a las once de la mañana. Así lo hacían y recobraban fuerza para continuar atendiendo su negocio.
Al regresar a casa, seguían con la misma rutina, pero ya se podía escuchar discusiones acaloradas y gritos. Los vecinos se acercaban a la puerta para enterarse de esto. En cierto momento Marcos puso el disco: “Ódiame por piedad yo te lo pido/ ódiame sin medida ni clemencia/ odio quiero más que indiferencia/ porque el odio hiere menos que el olvido…”
Enseguida Marcos le dijo: Quiero que me pongas una copa más, con su voz aguardentosa.
Ya no había licor pero ella era previsora y sacó una botella que tenía oculta y le respondió: no, dos copas te voy a servir.
-Yo te dije Una Copa Más del trío Los Panchos.
Y sonaron las guitarras: “Un copa más te brindo al despedirnos, una copa más que nos hará olvidar, tal vez un poco amargo por nuestro gran cariño… “. Después surgía la discusión que iba subiendo de tono y volumen para degenerar en gritos, ultrajes, lanzamiento de platos, botellas, cacerolas, provocando un desorden tal como si un huracán hubiese azotado. Lego los vecinos escuchaban los ronquidos de ambos jóvenes consortes.
Las siguientes tardes llegaban con la botella ya empezada y pronto iniciaban el jelengue. Volvían a discutir y gritar con la música de tríos. En cierta ocasión, Marcos se acercó al tocadiscos y colocó la aguja sobre el disco: Te voy a dedicar “Te odio y te quiero”, le dijo, dejando girar el disco. Ella lo escuchó con atención y al finalizar le gritó, con visible furia: Pero yo solo te odio.
Con rapidez se pusieron de pie, se miraron con ira, ya no tenían qué lanzarse, y se atacaron directamente con sopapos, puntapiés, arañazos, mordidas, hasta que cayeron exánimes, sangrantes, agonizantes. Los vecinos llamaron a la policía y los llevaron al hospital.
Con esa mezcla letal de amor y licor, la salud biopsicosocial de las personas se desintegra, en su totalidad. Por esto, dijo un vecino, debe ser prohibido amar. No, dijo otro, prohibido consumir licor. Pero un tercero intervino: el odio está cerca del amor, aunque sean emociones situadas en extremos opuestos, habrá que revertir el odio en amor.
Por eso, agregó el autor de Prosalegre, mejor sigamos bebiendo café sin piquete.