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Teatro Nacional, una primera vez para siempre

Wilfredo Arriola,

Poeta y escritor

 

“Lo interesante e importante de saber contar una historia es saber quien está dispuesta a escucharla.” Fue parte de mi discurso de bienvenida al Teatro Nacional de San Salvador, donde participé como guía de este impresionante monumento de valor histórico, durante los primeros siete días de agosto en el marco de las fiestas agostinas de San Salvador.

Parte de las palabras de uso común fueron: ecléctico, cúpula elipsoidal, arrendatario, licitación, intervención artística, tramoya, proscenio, belleza, pero sobre toda esta última, belleza, que es como defino este templo de arte.

El Teatro Nacional de San Salvador tiene 102 años de existencia y ha sido la primera vez durante ese tiempo que se expuesto al público en recorridos guiados. Entre diálogos y preguntas que me formularon, todas fueron con total intención de conocimiento y sobre todo, la necesidad de aprendizaje que da la curiosidad.  Inaugurado un 1 de marzo de 1917, con un estilo “Renacimiento Francés Modernizado” bajo la administración del presidente Carlos Meléndez, su primera piedra fue puesta con la dirección del Dr. Manuel Enrique Araujo, (1911) que dos años después fue asesinado por unos sicarios en la plaza Simón Bolívar ahora parque Barrios. Luego sucede la erupción del volcán de San Salvador el 7 de junio en 1917, cuatro meses después de haber sido inaugurado el Teatro Nacional, de esa forma, varias entidades públicas sufrieron daños por los replicas de los temblores que se dieron a partir de esta catástrofe natural. Lugares como la biblioteca nacional, correo nacional, policía municipal entre otros, se acomodaron de manera provisional en el Teatro Nacional, que se mantuvo de pie por su reciente apertura y por el diseño con el cual se realizó, Hennebique (cemento armado) para su larga duración, dicho diseño llamado Melpomone y Dos puntos azules.

La licitación que se llevó a cabo fue realizada por la junta de fomento de San Salvador y fue ganada por el arquitecto francés Daniel Beylard. En la actualidad el estilo del Teatro Nacional es Ecléctico, estilo caracterizado por seleccionar diferentes formas para desarrollar diseños arquitectónicos decorativos diversos.

En la primera remodelación del Teatro Nacional de San Salvador (1976) bajo la dirección y cuido del arquitecto Ricardo Jiménez Castillo, este toma a bien involucrar personajes selectos para darle vida a esta intervención artística, entre ellos: Roberto Salomón con la ideal del escenario contemporáneo, Simón Magaña, para la detallista decoración, Margarita Álvarez de Martínez para imprimir su toque artístico para los acabados de repujados de cobre, esto en la galería de puertas de los palcos y Carlos Cañas para la elaboración de pinturas y murales en la gran sala María de Baratta (musicóloga y folklorista salvadoreña) y café teatro.

Cada espacio del recorrido, las más de 1800 personas que se dieron cita durante los seis días que se abrió el teatro, pudieron contemplar la delicada construcción. No solo ver, sino figurarse en el proscenio del escenario, reparar en sus formas, fijar sus miradas en los palcos, notar con reverencia la solemnidad del silencio al entrar a la gran sala, dejar por un momento de hacer la foto perfecta y sentirse ellos parte de ese retrato del arte. La mejor escena es la del recuerdo, la de saberlo contar con la emoción por rostro y respirar. El primer golpe del arte no se debe comprender de un solo tajo lo que provoca, si admiración, tristeza o esperanza.

La pintura que adorna la cúpula elipsoidal, (Mestizaje Cultural- Carlos Cañas) hay una muestra de mascarones que simbolizan la tragedia y la comedia del arte, también se divide en los cuatro puntos cardinales, en cuatro paños, cuatro instantes, cuatro realidades en un solo conjunto ideológico y también cuatro áreas que comprenden la cosmogonía maya. Una fusión de colores seccionados en dos partes: mestizaje racial y cultural. En el ovalo central es una representación del encuentro total con la realidad y lo soñado, donde hay abundancia de parejas artísticas mostrando así la evolución del tiempo. Obra realizada con la idea primordial de ser admirada desde los diferentes puntos de la gran sala María de Baratta, del centro del elipse, una lampara de araña adornando e iluminando las manos hechas pintura del premio nacional de cultura 2012 Carlos Cañas. Su intención, una contribución al barroco moderno.

Café teatro, otra de las ofrendas del Teatro Nacional, donde se dieron cita muchos artistas en los años 70 en adelante para degustar una taza de café, una copa de vino, una cerveza o simplemente un aperitivo con la excusa del encuentro. Esta designación al lugar se suspendió por repetidos comentarios a la administración por ruidos provenientes de este especifico espacio, afectando así, el desarrollo normal de las funciones en la gran sala. En la actualidad este salón es utilizado para exposiciones relacionadas al arte y cultura. Un uso muy parecido al vestíbulo en la entrada principal, lugar destinado para muestras pictóricas, así como también, para eventos culturales y sociales.

Teatro de cámara es destinado para conciertos de música, teatro experimental, conferencias y demás. En la parte del centro, un quiosco que funge como escenario, con un piano de cola valorado en 80 mil colones, un lujo para el deleite de los visitantes y una serie de lámparas de araña y redondas acompañando en su periferia.  A su costado, El Gran Foyer o también conocido como el salón de los pasos perdidos, un lujoso espacio destinado para eventos diplomáticos, representaciones artísticas y culturales.

En esta semana de apertura se tuvo un concierto de Mojo Country Blues de igual forma en los días iniciales se contó con la presentación del Coro Patrimonial y la compañía nacional de danza. Presentaciones que se quedaron en los ojos de todo aquel que lleno el Gran Foyer. El último nivel, salón tras cabina utilizado para calistenia y para ensayos artísticos. También, en este tercer nivel, La Pequeña Sala, su finalidad, para eventos teatrales de corta duración con su propia tramoya, sonido e iluminación.

Todo fue un espectáculo, la obra. Fuimos todos los que nos dimos cita, los que sonreímos gobernados por la admiración. Cada parte del equipo técnico y administrativo funcionó y dio lo que tenía que dar, que siempre fue todo. Los cinco guías que subieron y bajaron los escalones, dirigieron, mostraron, dejaron un poquito su piel para detallar lo aprendido, lo vivido.

El equipo en funciones que dio la bienvenida, Manuel Alvarado con su maestría y personalidad, Alicia Meyer con su carisma desbordante, Verónica Arteaga con todo su profesionalismo, Don Alfredo con su grandeza al decir: “Tengan la bondad de acercarse a escuchar las indicaciones” y su más fulminante comentario “Perdónenme la sencillez” a nosotros, quienes escuchábamos con atención sus historias y detalles técnicos para hacer más entretenidas nuestras explicaciones para quienes nos visitaran, todo fue una experiencia grandiosa, no dudo también que aquellos que lo vivieron se han llevado parte de este monumento cultural.

De mi parte puedo decir, y parafrasear a Moliere cuando dijo que el negocio del teatro es la seducción al público. Es verdad, que lo ha hecho de la mejor manera, seduciéndonos desde cada una de sus butacas, sus palcos, su olor a entrega. Este lugar vergonzosamente desconocido fue expuesto a los ojos de quienes se acercaron y se llevaron la experiencia de saberlo contar. No olvido las palabras de Rafael Álvarez: “Hay que ayudar al talento porque la mediocridad se ayuda sola”.

Asistamos a las presentaciones de este gran teatro, de hacernos parte de él, que si en algún momento tenemos que salir de El Salvador, podamos decir que hemos asistido al teatro nacional, que le hemos conocido, que somos parte de esta Historia, que no le pertenece a ningún partido político, si no es de todos, y como es todos hay que conocerle y cuidarle, como se le quiere a una extensión de nuestro cuerpo, el cuerpo con ausencia del arte es solo un pedazo de piel, con teatro, con esa luz todo cobra sentido. El Teatro Nacional, esa poesía visual de la cual nos llenamos todos. Eternamente agradecido por esta histórica oportunidad.

Amor, no te llame amor el que no te corresponde”, Lope de vega.

*Parte del equipo de guías del teatro Nacional de San Salvador 

31 de julio- 6 de agosto 2019

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