Ramón D. Rivas*
“Tecnologías perdidas: La cerámica plomiza”, order así lleva por nombre la exposición que el día de ayer el Museo Universitario de Antropología (Mua) de la Universidad Tecnológica de El Salvador, healing instancia que ya nos ha brindado tantas satisfacciones y nos hace sentirnos orgullosos por haber contribuido en su creación, cialis inauguró ante un concurrido público. Comparto con los lectores parte de la reflexión que hice al público manifestando que: es un verdadero honor presentar en esta oportunidad a la comunidad académica nacional e internacional, -pues habían extranjeros entre los presentes-, así como al público especializado, a los investigadores y científicos de la arqueología esta exposición temporal que versa sobre una de los más grandes aportes en ciencia y tecnología del periodo posclásico temprano, como es la cerámica plomiza o plumbate como también le conocemos. Al respecto, y relacionado con estas “tecnologías pérdidas”, y en concreto el caso de la cerámica plomiza utilizada por nuestros ancestros precolombinos, es interesante plantearse algunas preguntas como las siguientes que concierne a los investigadores de esta importante ciencia y me refiero aquí concretamente a la arqueología y específicamente a los arqueólogos nacionales: ¿Si se hacen investigaciones arqueológicas en nuestro país para qué o quién sirven? ¿Qué relevancia tie-nen esos estudios para el país en general? ¿Bajo qué parámetros teó-ricos y pedagógicos se hacen? ¿En qué medida sirven para reforzar la enseñanza formal en los estudian-tes de educación básica, media y por qué no hasta universitaria? Estas son solo algunas, de una serie de preguntas, que me han entrete-nido durante los últimos años. Y por otro lado es interesante desde todo punto de vista, también plantearse algunas interrogantes claves como: ¿Ha mostrado la instancia esta-tal encargada de velar por la con-servación del patrimonio y en este caso el prehispánico, el in-terés necesario por la investigación arqueológica o simplemente ha dejado pasar los años, entretenida en ha-cer “inspecciones” a lo largo y an-cho de nuestro territorio nacional? Sabido es ya que El Salvador es rico en vestigios ar-queológicos, más de mil detectados, más de seiscientos debidamente identificados y solo en ocho se tienen presencia. Imagínese usted la riqueza patrimonial prehispánica que posee nuestro país. Todo eso hace al país naturalmente atractivo no solo para el científico en estas áreas del conocimiento sino también para quien quiere profun-dizar en el estudio del pasado pre-hispánico. Los estudios sobre las culturas del pasado no deben de contribuir para el reforzamiento de nuestra identidad, nuestra cultura. Solo conscientes de lo que significa para el presente la cultura del pasado estaremos en la disponibilidad de darle la importancia necesaria que tiene la investigación y por ende la formación de profesionales en estas tan importantes áreas del conocimiento. En la exposición que hoy nos congrega traigo esto a colación porque la técnica utilizada en la cerámica plomiza nos depara hasta el día de hoy no solo asombro sino también interrogantes sobre su elaboración, ya que sabemos que este tipo de cerámica, la plomiza, se caracteriza por tener una superficie muy bruñida abrillantada, de color gris-naranja o gris amarillo, que despide reflejos irisados. Las formas que presenta son vasos y vasijas de paredes rectas convergentes y soporte anular, así como vasijas globulares con cuellos de paredes rectas. Para desarrollar estos diseños, se necesitaban temperaturas altísimas y hornos de gran capacidad energética que demuestran el dominio de una técnica altamente avanzada para su época en toda el área mesoamericana. Ya en 1948 el arqueólogo Erick Thomson descubrió la presencia de cerámica plomiza en el sitio arqueológico de El Baúl, una zona predominantemente de la cultura cotzumalguapa (cultura muy poco conocida y por consiguiente estudiada posiblemente emparentada con los mayas) que se extendía de la actual Escuintla, en Guatemala, hasta El Salvador, concretamente hasta el sitio arqueológico de Cara Sucia, en el actual Departamento de Ahuachapán. Dentro de este contexto es necesario enfocar los nuevos descubrimientos relativos a la técnica de la cerámica plomiza practicada en Mesoamérica, en un perímetro geográfico que abarca buena parte de nuestro actual territorio de El Salvador. Y es que al respecto, el otro elemento tecnológico a considerar en esta importante exposición sobre la cerámica plomiza, que hoy nos congrega, es que dentro de los componentes de la pasta cerámica plomiza están el hierro, el cromo, el cobre, el zinc, el sodio y el potasio, lo cual nos da una idea de lo avanzado en la elaboración química de aleaciones que se encontraban nuestros ancestros precolombinos en esta técnica, y esto según los estudios más recientes del arqueólogo Héctor Neff, quien ha identificado con mucha precisión las fuentes básicas de materia prima para la cerámica plomiza. Por ello estoy convencidos de que la presente exposición que hoy se presenta al público no es solo un muestrario de cerámica plomiza sino que también nos ilumina sobre las técnicas y, sin lugar a dudas, también sobre el avance en las ciencias químicas del área mesoamericana donde se producía esta cerámica. También, considero que a través de esta exposición, esta casa de estudios muestra una vez más desde su museo, el interés de divulgar entre la comunidad universitaria y extrauniversitaria lo grandes logros en ciencia y tecnología de los pueblos precolombinos de Mesoamérica, y concretamente en el área que actualmente ocupa El Salvador. No dudo que la presentación que la exposición ofrece nos debe llevar a reflexionar sobre el actual estado de las investigaciones y descubrimientos arqueológicos en nuestro país y en concreto a la cerámica plomiza y que la exposición serán de gran provecho para eruditos, especialistas, arqueólogos de la comunidad ceramológica, estudiantes, docentes y público en general. Con todo esto, la arqueología, los estudios, su utilidad, etc., nos plan-tea necesariamente una reflexión sobre la práctica de esta ciencia y su objeto de estudio, en relación al proceso de conocimiento donde se está generado y su transferencia hacia las comunidades pues así debe de ser ya que no se trata de solo estudiar por estudiar.
Secretario de Cultura de la Presidencia de la República de El Salvador
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