A la hora de escribir este editorial aún no se conocía si la Asamblea Legislativa había aprobado o no unas urgentes reformas a la Ley de Pensiones.
Y lo de urgente no es literal, no es alarmismo, ni mucho menos amarillismo, como se dice en el caló periodístico. Y tan es así, que quienes defienden el modelo privatizado de pensiones, se han visto obligados a aceptar que ese modelo necesita reformas.
Ellos no se atreven a decir que el modelo privatizado de pensiones ha fracasado, pero, es así, de ahí que hay que cambiarlo o reformarlo.
La derecha empresarial y política defiende el modelo, pues, representa la naturaleza del sector privado, que las empresas le sean rentables.
Las AFP, por ejemplo, han ganado, desde que se instaló el sistema, más de un mil 600 millones de dólares, mientras que, las pensiones para los trabajadores no solo están planteadas a bajo del 40% de su salario nominal, y solo para un máximo de 10 años, pues, transcurrido este tiempo, el ahorro se termina, y el pensionado pasa al sistema público a recibir la pensión mínima que rondó los 230 dólares al mes.
Las reformas de pensiones deben resolver dos errores graves de origen, a saber, por un lado, que el erario público reciba cotizaciones para pagar las pensiones a más de cien mil jubilados, pues cuando se privatizaron las pensiones, le dejaron al Gobierno la obligación de pagar a los pensionados, pero no le dotaron de recursos, por eso es que los Gobiernos de ARENA crearon el FIDEICOMISO de PENSIONES, que consiste en que las AFP le dan dinero prestado al Gobierno para que pague a los pensionados, y por eso es que la deuda previsional ha crecido arriba de los seis mil millones de dólares, con el agravante de que esas pensiones no se pueden cancelar sino es por medio de préstamos.
Esta realidad se esconde en el discurso de la derecha, que solo resaltan el “ahorro individual” y que se le pague “más interés” al préstamo que las AFP hacen del ahorro de las pensiones.
Por el otro, que el sistema privatizado no garantiza ni pensiones justas ni mucho menos vitalicias, porque, debido a los salarios bajos, un cotizante no puede ahorrar lo suficiente para que le mantengan la pensión de por vida.
De hecho, los mismos defensores del sistema privado, tímidamente, han dicho que el ahorro solo dura al pensionado entre siete y diez años.
¿Y qué pasa cuando ha transcurrido ese tiempo con el pensionado? Esto tampoco lo dicen, pero lo que ocurre es que pasan al sistema público, donde el Estado solo puede cubrirle, mediante préstamos, una pensión mínima, equivalente a $220 al mes.
Además, mientras el ahorro de pensiones dura, las AFP no pagan más del 30% o el 40% del salario, por eso es que recientemente, uno de los defensores del sistema privado de pensiones pidió a las mujeres en edad de jubilarse (55 años de edad y 30 cotizando), no hacerlo, pues su pensión no sería superior al 30% del salario actual, es decir, si alguien gana $1000, la pensión le quedaría en $300.
Por todo esto es que urge una reforma al sistema de pensiones, pero, requiere de seriedad y responsabilidad, que hasta el momento, no tienen los diputados de la derecha.