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TENDREMOS DICTADOR PARA LARGO RATO

Por David Alfaro
18/12/2024

Este es un análisis realista pero no derrotista. Reconocer este panorama no significa resignarse, sino entender las dinámicas que sostienen al régimen para trabajar en estrategias de resistencia más efectivas.

El Salvador atraviesa una etapa crítica en la que el autoritarismo de Bukele se consolida como la nueva normalidad. La combinación de factores internos y externos ha creado un entorno casi perfecto para la perpetuación de una dictadura disfrazada de democracia. Desde dinámicas políticas hasta intereses económicos y estratégicos, el análisis de la situación revela un entramado complejo que sostiene y fortalece el poder de Bukele.

1. La muerte de la oposición político partidaria: Fragmentación y colusión

Desde la perspectiva de la ciencia política, una democracia funcional requiere de partidos de oposición sólidos que actúen como contrapeso al poder. En El Salvador, esto no existe. ARENA y el FMLN, los partidos que dominaron la escena política durante tres décadas, están desacreditados y colapsados.

Ambos partidos cargan el peso de la corrupción y de los desaciertos pasados, del clientelismo y del agotamiento ideológico. Más grave aún, sus dirigencias actuales están en connivencia con Bukele, ya sea por cálculo político o por intereses económicos compartidos. Este fenómeno puede explicarse mediante teorías de élites: las élites políticas tradicionales, incapaces de desafiar el poder emergente, prefieren negociar y subsistir bajo el nuevo régimen. Esto convierte a la oposición partidaria en una fachada sin capacidad real de disputa.

2. La oligarquía como garante de la dictadura

Desde una perspectiva económica, Bukele ha sabido posicionarse como el defensor de un modelo neoliberal maquillado con narrativa populista. Mientras predica el combate a la corrupción y la desigualdad, su administración mantiene condiciones favorables para la élite económica.

La oligarquía salvadoreña no solo se beneficia de un régimen que les garantiza estabilidad económica y facilita la evasión fiscal, sino que también contribuye activamente a su consolidación. Al no enfrentarse al régimen, los grupos empresariales actúan como cómplices silenciosos. Este fenómeno se alinea con el concepto de «captura del Estado», donde los intereses privados dominan las instituciones públicas, reforzando el poder del líder autoritario.

Además, Bukele ha canalizado recursos hacia sectores estratégicos como la construcción, promoviendo un modelo de crecimiento que beneficia a las élites evasoras mientras aumenta la precarización de la clase media y los sectores populares.

3. El Ejército: Una pieza clave en el tablero autoritario

El control del aparato militar ha sido fundamental para la consolidación de Bukele. El respaldo del Ejército es crucial para sostener una dictadura que busca imponerse por medio de la amenaza y la fuerza. Bukele ha logrado subordinar completamente a las Fuerzas Armadas, no solo mediante aumentos salariales y beneficios para la alta comandancia, sino también incorporándolas en tareas civiles y de control social.

La militarización de la seguridad pública, combinada con el uso del Ejército como herramienta de propaganda y represión, consolida el régimen al tiempo que limita el margen de acción de cualquier resistencia interna. El Ejército, como institución, se convierte en un actor interesado en la permanencia del régimen, garantizando su lealtad.

4. El apoyo geopolítico: Pragmatismo Estadounidense sobre principios

En el escenario internacional, Bukele ha sabido manejar con astucia la relación con Estados Unidos. A pesar de sus desplantes y su retórica inicial, ha garantizado que Washington vea su régimen como un socio estratégico en temas clave, como la migración y la seguridad. Este interés geopolítico explica el silencio de Estados Unidos frente a las violaciones de derechos humanos y el colapso institucional en El Salvador.

5. La fragmentación de la oposición ciudadana

Desde una perspectiva social, las dictaduras modernas enfrentan un reto crucial: las movilizaciones ciudadanas. Sin embargo, en El Salvador, la oposición ciudadana está lejos de representar una amenaza seria. A pesar de la creciente insatisfacción de ciertos sectores, las protestas se caracterizan por su falta de cohesión, liderazgo y objetivos claros.

El régimen ha utilizado estrategias típicas de manipulación social para desarticular la resistencia: control de la narrativa mediante propaganda, criminalización de la protesta y cooptación de figuras clave de la sociedad civil. Además, el miedo a represalias y la falta de confianza en alternativas políticas limitan la capacidad de organización de la oposición.

6. El círculo vicioso del autoritarismo

Bukele ha establecido un ciclo de retroalimentación que fortalece su régimen:
El control absoluto de las instituciones garantiza su capacidad de reprimir o neutralizar cualquier oposición.
El respaldo militar y empresarial refuerza la estabilidad del régimen.
La narrativa populista, combinada con políticas engaña bobos, asegura un apoyo considerable entre las masas.

Conclusión: Reconocer la realidad para diseñar estrategias

La permanencia de Bukele en el poder no es un accidente, sino el resultado de una convergencia de factores políticos, económicos, sociales y geoestratégicos. Reconocer este panorama no significa resignarse, sino entender las dinámicas que sostienen al régimen para trabajar en estrategias de resistencia más efectivas. El Salvador necesita una oposición que trascienda las divisiones y construya un proyecto colectivo que desafíe tanto la narrativa oficialista como las estructuras que perpetúan el autoritarismo.

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