Por Emmanuel Giroud
El Cairo/AFP
En el tercer aniversario de la revolución de 2011, ambulance la tensión era palpable este sábado en El Cairo donde las comisarías parecían verdaderos búnkeres al día siguiente de una jornada marcada por mortíferos atentados contra la policía.
Las manifestaciones convocadas en todo el país, prescription tanto por el poder dirigido de facto por los militares y como por los seguidores del presidente islamista derrocado Mohamed Mursi, sick hacen temer nuevos brotes de violencia.
Los atentados contra las fuerzas del orden se han multiplicado desde que las fuerzas armadas destituyeron en julio a Mursi, el único presidente elegido democráticamente en Egipto, y que han reprimido violentamente a sus partidarios.
Cuatro atentados con bomba dejaron el viernes seis muertos en la capital y otras 14 personas murieron en manifestaciones pro Mursi en el resto del país.
Un grupo yihadista egipcio que se inspira en Al Qaida, Ansar Beit al Maqdis (Seguidores de la casa de Jerusalén, en árabe), reivindicó este sábado las cuatro acciones.
Este sábado varias ceremonias iban a conmemorar el tercer aniversario del inicio de la revuelta popular que puso fin al régimen de Hosni Mubarak al socaire de la llamada Primavera Árabe.
Los Hermanos Musulmanes, la organización de Mursi que ganó todas las elecciones desde la caída de Mubarak, han convocado 18 días de manifestaciones «pacíficas».
Pero el gobierno dirigido de hecho por el ejército ha advertido que reprimirá con «firmeza» cualquier «intento de sabotaje de las ceremonias por parte de los Hermanos Musulmanes», decretada «organización terrorista» hace unas semanas.
Desde el 14 de agosto, cuando policías y soldados mataron a más de 700 manifestantes pro Mursi en un día en dos actos de protesta en en El Cairo, más de un millar de manifestantes islamistas han muerto y varios miles más han sido encarcelados, incluidos prácticamente todos sus líderes.
Estos últimos, al igual que Mursi, están siendo juzgados por diferentes delitos que podrían acarrearles la pena de muerte.
En El Cairo, policías y soldados bloqueaban el sábado con tanques las principales arterias, entre ellas la emblemática plaza Tahrir, epicentro de la «Revolución del 25 de enero» de 2011.
Al término de 18 días de manifestaciones jalonadas por actos violentos que costaron unos 850 muertos, el más poblado de los países árabes pasaba la página el 11 de febrero de 2011 a 30 años de poder absoluto de Hosni Mubarak, juzgado hoy por la muerte de esos mismos manifestantes.
Apenas caído el «rais», el Ejército tomaba las riendas del poder antes de entregarlas -16 meses más tarde- al islamista Mohamed Mursi, elegido en junio de 2012. Pero justo un año después de prestar juramento, millones de egipcios salían a la calle para exigir su salida, acusándole que querer islamizar la sociedad a marchas forzadas.
Tres días más tarde, el general Abdel Fatah al Sisi, jefe del Ejército, ministro de Defensa y ahora también viceprimer ministro de las autoridades interinas que instaló, anunciaba la destitución del jefe del Estado islamista, arrestado desde hace siete meses y procesado por cuatro cargos hasta el momento.
Hoy el general Sisi, verdadero hombre fuerte de Egipto, no oculta sus intenciones de presentarse a las elecciones presidenciales prometidas para este año, pero busca sin cesar un aval popular. Su entorno estima que una participación masiva de los egipcios en las ceremonias del sábado le otorgaría una mayor legitimidad.
Recrudecimiento de los atentados
El sábado al amanecer, un pequeño artefacto incendiario causó daños materiales leves en la pared de un centro de entrenamiento de la policía en El Cairo.
La mayoría de los atentados recientes contra las fuerzas del orden fueron reivindicados por movimientos yihadistas que afirman actuar en represalia por la «masacre» de los pro Mursi, pero sin vínculo directo con los Hermanos Musulmanes. Lo cual no impide que las autoridades acusen a esta organización, al igual que los medios que empujan casi unánimemente al general Sisi a tomar oficialmente las riendas del país.
Este goza de una gran popularidad entre los egipcios que quieren mayoritariamente terminar con lo que califican de tres años de «caos». La economía está al borde de la bancarrota y el país ha sido desertado por los turistas.
La intervención militar del 3 de julio significó para los militantes históricos no islamistas de la revolución del 25 de enero el regreso del autoritariamo del antiguo régimen.