Ya se ven gigantescas pancartas, spots televisivos y anuncios en redes sociales, pagados en algunos casos con fondos públicos, que constituyen claras acciones de campaña adelantada, un delito que a ningún partido le quita el sueño porque la multa —irrisoria— está presupuestada.
El magistrado Guillermo Wellman afirmó que el TSE gestiona con redes sociales como Twitter y Facebook para ponerle un coto al fenómeno de las fakenews (noticias falsas) que confunden al elector y ‘crean un panorama sombrío ante el proceso electoral’.
Uno de los momentos más tensos y representativos del clima de violencia que se vive en El Salvador ocurrió el pasado 30 de noviembre, cuando militantes del oficialista partido Nuevas Ideas sitiaron oficinas del Poder Electoral para exigir la inscripción de sus candidatos.
En un comunicado, el Centro de Estudios Jurídicos señaló que el incidente —avalado por la Policía Nacional Civil y sin rechazos desde el Ejecutivo— recuerda episodios lamentables de la historia de El Salvador, con violencia política y mucha sangre derramada.
‘Nos preocupa que estamos jugando con fuego y las consecuencias pueden ser muy graves’, enfatizó el Centro, que reconoció las debilidades del proceso electoral salvadoreño como su incapacidad para controlar el financiamiento de las campañas.
A su vez, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos rechazó las acusaciones de fraude electoral difundidas por el propio presidente de la República, Nayib Bukele, a tono con su tradicional discurso de confrontación, y sin molestarse en argumentar sus afirmaciones.
Igual, Bukele mantiene su popularidad y su partido Nuevas Ideas se perfila como el gran ganador de los comicios de febrero próximo, en el cual los electores no votarán por el mejor candidato, sino por el menos corrupto, según un reciente sondeo de la Universidad Centroamericana.
Un eventual triunfo del oficialismo en dicho proceso cambiaría la actual correlación entre los poderes del Estado, y sin el contrapeso opositor en la Asamblea y las alcaldías, Bukele podría gobernar a sus anchas, para bien o para mal del Pulgarcito de América.