Ciudad del Vaticano/AFP
La próxima beatificación del arzobispo salvadoreño Óscar Romero significa la caída de un «muro», no rx afirmó este martes el teólogo de la liberación peruano Gustavo Gutiérrez.
En una conferencia de prensa, el sacerdote peruano se felicitó por la inflexión operada por el papa argentino Francisco, simbolizada en particular por la beatificación el 23 de mayo próximo del obispo de San Salvador Óscar Romero, asesinado en 1980 por un comando de ultraderecha.
«Sin que haya habido un cambio radical, el testimonio de Francisco es mucho más claro», declaró Gutiérrez.
Por otro lado, el Vaticano ha relanzado las causas de un obispo argentino, Enrique Angelelli, asesinado en 1976, y del «obispo de los pobres», el brasileño Helder Camara, muerto en 1999 y tachado de «obispo rojo» por los más conservadores.
Al preguntársele si con estas iniciativas «ha caído un muro» entre el Vaticano y los teólogos de la liberación, Gustavo Gutiérrez respondió: «sí, ha caído un cierto muro. Y lo que ha cambiado es el sentido que se le da al martirio. El martirio estaba reconocido antes cuando la muerte ocurría por odio a la fe. Pero no fue el caso de Romero ni de Angelelli, asesinados por personas bautizadas», comentó Gutiérrez, considerado uno de los padres de la teología de la liberación.
Gutiérrez se felicitó por una «extensión de lo que significa el martirio», que ahora se reconoce para las personas «asesinadas por Dios, la Iglesia y el pueblo».
El teólogo afirmó que «nunca hubo una condena de la teología de la liberación» bajo los pontificados del polaco Juan Pablo II y el alemán Benedicto XVI, pero reconoció que hubo «momentos difíciles y un diálogo muy crítico».
«La opción preferencial por los pobres, que constituye el 90% de esta teología, nunca ha sido cuestionada en Roma», dijo.
Los problemas del Vaticano con la teología de la liberación se remontan al comienzo del pontificado de Juan Pablo II, que veía con mucho recelo los tintes marxistas de esta concepción de la Iglesia católica nacida en América Latina en los años 1970.
El papa polaco, un anticomunista notorio, dijo en 1979 que «una concepción de Cristo como político, como revolucionario, como el subversivo de Nazaret, no corresponde a la catequesis de la Iglesia».