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“Teoría de la mente” y educación en primera infancia

Luis Armando González

El texto que sigue a continuación es parte de un ensayo titulado “La comprensión científica del ser humano y sus implicaciones en la educación” (publicado la revista digital Insurgencia Magisterial, 23 de septiembre de 2021) en el cual se desarrollan con más detalle las ideas que aquí se esboza

I

Algunos especialistas apuntan que uno los grandes asuntos que ocupan a la ciencia es el cerebro humano y su relación con la vida mental. No es para menos, pues ahí se juegan las respuestas a preguntas que atañen a los misterios, incertidumbres y certezas que nos atañen directamente. Nuestra vida subjetiva es el teatro de fantasías, ilusiones, creencias, ideaciones y convicciones de las cuales pueden surgir las creaciones más extrañas y disparatadas, así como las creaciones más razonables y lógicas. Tabúes, mitos y prejuicios tienen su puerta de entrada en las zonas de la subjetividad inconsciente, en donde anidan y se transfieren a las creencias, las opiniones y valoraciones que se manifiestan cotidianamente, y que influyen en las actitudes y los comportamientos de las personas. Esto ha sido un tema de análisis de la psicología social desde mediados del siglo XX y en la actualidad ocupa a psicólogos cognitivos y evolucionistas, que están empeñados en determinar las bases biológicas (genéticas y neuronales) de las percepciones, creencias, opiniones y valoraciones de los seres humanos, que asumen que “hay pocas dudas de que, de un modo u otro, las diversas partes del cerebro trabajan conjuntamente para producir nuestros estados mentales y nuestros comportamientos” (Gazzaniga, 2019, p. 110).

Como veremos con más detalle en este escrito, estados mentales, tejidos de creencias, ideaciones, intuiciones, prejuicios, opiniones y valoraciones, dan la pauta para la elaboración de lo que los especialistas llaman una “Teoría de la mente”, es decir, “capacidad de atribuir, a sí mismo y a otros, estados mentales, tales como creencias, ideas, intenciones, deseos, desde las que interpretar e interactuar con el mundo circundante… [La teoría de la mente] “tiene un claro origen adaptativo, opera de forma intuitiva, espontánea y tenemos que hacer un esfuerzo reflexivo ulterior para tomar clara conciencia de ella… [Por la teoría de la mente], interpretamos que el individuo percibido es un sujeto intencional, al que atribuimos una serie de estados mentales: sorpresa, curiosidad, interés, conocimientos” (Olite, 2018, pp. 34-35). Y como concluye Juan Carlos Olite:

“En suma, un individuo tiene Teoría de la Mente cuando intuye, entiende, que otros poseen una perspectiva cognitiva distinta de la propia –no sólo otras intenciones y gustos, sino más bien otra ‘representación’ de la realidad—, otro conjunto de ideas y creencias; en consecuencia, dicho individuo conjetura, en la medida de lo posible, acerca de tales ideas y creencias, puesto que mediante su análisis puede predecir las conductas posibles que se siguen de ellas. El niño que ha adquirido la Teoría de la Mente se desarrolla poderosamente como psicólogo intuitivo, pero la estructura cognitiva seguirá siendo la misma” (Olite, 2018, p. 35).

Todos los seres humanos –salvo casos excepcionales como las personas con autismo— tenemos una Teoría de la Mente, en virtud de la cual, precisamente, atribuimos, de forma espontánea, intenciones, deseos, creencias, conocimientos y expectativas a los demás. La afirmación anterior ya adelanta lo complejo que son las relaciones e interacciones sociales. Pero también lo que las sostiene: individuos –los seres humanos— que tenemos una trayectoria evolutiva de la cual no podemos prescindir, individuos que cargamos con una herencia genética y que, con ella y a partir de ella, se nos abren posibilidades inmensas –aunque no infinitas— para ir conociendo el mundo que nos rodea e irnos conociendo a nosotros mismos y a los demás. Esas posibilidades cognoscitivas se concretan en el quehacer científico, cuyos frutos más recientes en el campo de la biología evolutiva, psicología evolucionista, genética y neurociencias están revelándonos aspectos de nosotros mismos que hasta unas cuantas décadas atrás nos eran desconocidos. La comprensión científica del ser humano –de nosotros— es cada vez más firme, aunque naturalmente quedan múltiples misterios pendientes de ser abordados y resueltos. Estas páginas son una reseña de algunos de los planteamientos a partir de los que se está tejiendo, en estos momentos, la comprensión científica del ser humano.

II

Desde un punto de vista teórico, además de los planteamientos más recientes en psicología cognitiva y psicología evolucionista –en los cuales son firmes las tesis sobre la Teoría de la Mente—, es parte del legado conceptual heredado –en la línea de las formulaciones de Ignacio Martín-Baró sobre las relaciones entre acciones e ideología (Martín-Baró, 1983)— que los comportamientos de los individuos no son ajenos a sus creencias, percepciones, opiniones y valoraciones, aunque no se trata de una relación mecánica. Lo novedoso que aportan distintos estudios recientes (Pinker, 2018; González, 2019 a; Damasio, 2018; Gazzaniga, 2010) es que un aspecto fundamental en el acervo de creencias, percepciones, opiniones y valoraciones de las personas es la Teoría de la Mente, es decir, predisposición instintiva (heredada genéticamente) de los individuos Homo sapiens de atribuir creencias, gustos, deseos, intenciones, expectativas y conocimientos a quienes les rodean, especialmente, aunque no exclusivamente, a las personas con las que se interactúa cotidianamente1.

“Teoría” no se refiere aquí al sentido usual que tiene la palabra en el mundo académico, sino a algo más básico que consiste en conjeturas espontáneas sobre los estados mentales (sentimientos, intenciones, etc.) de los demás, es decir, una “teorización psicológica” primaria, no aprendida, pero que con el paso del tiempo (y las influencias culturales) se irá, con suerte y una educación rigurosa, definiendo mejor, por la vía de corregir sus defectos, siendo uno de ellos –pero no el único2— el de no ser conscientes de que atribuimos espontáneamente  intenciones, estados mentales, sentimientos, prejuicios y capacidades a otros3.     

En el caso de los contenidos cognoscitivos (teóricos-conceptuales) del currículo de primera infancia, un menor o mayor dominio de esos contenidos, por parte de los agentes educativos, puede arrojar luz sobre su práctica (exitosa o no) en los distintos espacios de aprendizaje. Y, asimismo, esta exploración puede arrojar luces sobre las áreas de conocimiento a potenciar en la formación docente en primera infancia. En el caso de la exploración de las creencias, valoraciones y opiniones de los agentes educativos sobre la primera infancia puede arrojar luz sobre los poco coherentes (o no) que pueden ser esas creencias, opiniones y valoraciones con las exigencias curriculares, por ejemplo, en materia de los derechos de los niños y las niñas. Detectar las áreas problemáticas de esas creencias, valoraciones y opiniones puede dar pautas para procesos formativos que las corrijan o aminoren sus efectos.  En cuanto a la indagación de la Teoría de la Mente de los agentes educativos puede dar pie para ayudar a los docentes a corregir su visión de lo que creen que creen (sienten, piensan, desean) los niños y las niñas; y, asimismo, el conocimiento de esas creencias sobre creencias, si se detecta que son contraproducentes para el currículo, puede dar líneas de acción formativa especializada.

En otras palabras, no es impertinente la exploración de las siguientes preguntas: ¿con qué profundidad conocen los ejes fundamentales del currículo de primera infancia los agentes educativos que lo llevan a la práctica? ¿Cuáles son las ideas, creencias, opiniones y valoraciones de estos agentes sobre la primera infancia? ¿Cuáles son sus creencias, opiniones, etc. sobre los derechos de los niños y las niñas? ¿Qué es un niño y niña para esos agentes educativos? ¿Cuál es su opinión sobre el castigo y la disciplina? ¿Cuál es el trato ideal que se tiene que dar a los niños y a las niñas?, y por último ¿cuál es la Teoría de la Mente que tienen, sobre los niños y las niñas, esos agentes educativos?

III

En resumen, conocer la visión de primera infancia que tienen los agentes educativos involucrados es una vía de acceso a la explicación de lo que sucede en el “aterrizaje” curricular en los diferentes contextos del país. Hay otras –por ejemplo, las relativas a lo que se hace en los planos pedagógicos o didácticos— que también deben ser exploradas. Sin embargo, en este esfuerzo, la mirada investigativa debería ponerse en los agentes educativos en primera infancia: sus conocimientos curriculares, sus opiniones, creencias y valoraciones sobre los niños, las niñas, sus derechos, dignidad, capacidades y relaciones entre ellos y los adultos, y su Teoría de la Mente. En fin, hay un intenso debate teórico sobre la primera infancia –que hace parte de un debate más amplio acerca de la naturaleza humana—, en el que se están revisando tesis que, hasta hace dos o tres décadas, se consideraban firmes.   


  También el ser humano tiene la tendencia a usar una Teoría de la Mente con seres vivientes no humanos y con cosas inanimadas, e incluso con cosas que no existen.

  Otro no menos importante es el de atribuir intenciones y estados mentales a animales no humanos, a objetos inanimados o cosas que no existen.

  Si la suerte y la educación no son las mejores, los defectos de esa Teoría de la Mente espontánea pueden ser de consecuencias negativas para quienes la poseen y para quienes se relacionan con ellos.

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