Ricardo Castrorrivas,
Escritor y poeta
El médico dijo: “Señores: este gran hombre ha muerto de miedo. Su corazón no pudo soportar quién sabe qué terror desconocido…”. Y se marchó dejando estupefactos a los familiares de Lord Windsor, quienes se preguntaban: “¿Cómo es posible que Edward haya muerto de miedo?”. “Es inconcebible –decía Lady Withehouse-, él sabía de memoria los cuentos terribles de Poe y los relataba en noches de tormenta sin inmutarse”.
“Cierto –apuntaba Sir Wellwe-, precisamente él fue quien un martes trece, a medianoche, me invitó al cementerio para leer poemas, alumbrados por una vela que había traído de Haití”.
“Ciertísimo –reafirmaba Lady Windsor-. Y es por eso que no puedo creer que haya muerto de miedo. El mismo instaló en la mansión de Lancaster los artefactos diabólicos que hacía funcionar cuanto teníamos de visita a las histéricas hijas de Lord Winston…”.
“Sí, cierto –afirmaban una vez más todos los presentes-, Edward era valiente; de eso no debe cabernos ninguna duda… Jamás conoció el miedo…”.
Horas más tarde, cuando limpiaba el escritorio de su amo, el viejo sirviente negro encontró unas cuartillas inconclusas, que comenzaban así:”Cuentos de terror, por Lord Windsor…”.