Nelson López*
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Ahora en este espacio vamos a compartir una reflexión que podríamos valorar como un Testimonio Anónimo:
A veces me pongo a hacer una evaluación de mi vida. En una de esas me encontré con la historia del piloto Michael Schumacher. Cuando estudié su curriculum como deportista vi que él fue: ganador del Grand Prix en 1991.
Fue 7 (siete veces) campeón mundial de Fórmula 1.
La felicidad estaba en su Ser, pero en un aciago día su historia y su destino cambiaron completamente por un accidente de sky… Hoy, con apenas 44 kilos de peso lucha para “sobrevivir” desde diciembre de 2013. Su esposa comienza a vender los bienes para cubrir los gastos y así poder mantenerlo vivo en una habitación adaptada en su casa, donde yace como un vegetal.
Aquí viene una pregunta: ¿quién es mejor que quién?
La vida puede tomar rumbos jamás imaginados. Es increíble cómo en un instante todo puede cambiar. Nadie está exento de nada. Y en ninguna circunstancia de nada sirven Dinero, Títulos, Fama, Éxito, Poder.
Todos somos iguales. Entonces, ¿para qué el orgullo? ¿Para qué el reclamo? ¿Para qué la arrogancia? ¿Para qué la victimización? ¿Para qué los apegos a los bienes materiales? ¿Para qué la bronca? ¿Crees que tu versión es la verdad absoluta? Todo lo que tenemos es el día a día para que lo vivamos con pasión y disfrutemos al máximo, haciendo el bien, sirviendo al prójimo y llenos de alegría. Necesitamos dejar de crear problemas, reclamar cosas insignificantes, y evitar siempre todo aquello que “nos quite la vida”. Cuida de no perder a quien te ama y te acepta tal cual eres. Como en el juego de ajedrez, al final tanto el Rey como el Peón se guardan en la misma caja.
Vale la pena examinarnos sobre lo que hemos hecho.
Nacemos sin traer nada…… morimos sin llevarnos ¡nada!
absolutamente ¡nada! Y lo triste es que en el intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por lo que no trajimos y aún más por lo que no nos llevaremos… Pensemos en eso, vivamos más, amemos más. Entendamos siempre al otro y seamos ¡más felices!
Quiero compartirlo con todos, con mis mejores amigos, pues me pareció una interesante reflexión. Ojalá nunca se nos olvide que para ser grandes…
¡¡hay que ser humildes!!