La Habana / Prensa Latina
Waldo Mendiluza
Sin pretender otro mea culpa, como el de mayo de 2004 a propósito de la invasión estadounidense a Iraq, el diario The New York Times escoge nuevamente el lado de la mentira, esta vez sobre la colaboración médica cubana en Venezuela.
El 17 de marzo, el rotativo norteamericano publicó un artículo del periodista Nicholas Casey en el que se acusa a galenos de la isla de presionar a votantes venezolanos para que respaldaran en las urnas al presidente Nicolás Maduro en los comicios del 20 de mayo pasado, en los cuales el mandatario fue reelecto con alrededor del 68 por ciento de las boletas.
Según Casey, quien utilizó declaraciones de médicos cubanos que abandonaron sus misiones, se negó tratamiento a pacientes y se fue ‘puerta por puerta en barrios pobres para ofrecer medicinas y advertir a los residentes que se les cortaría el acceso a los servicios médicos si no votaban por Maduro y sus candidatos’.
Al respecto, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó que los galenos de la isla jamás podrán ser difamados.
‘Su extraordinaria obra humana en tierras que el imperio llama ‘oscuros rincones del mundo’, desmienten al NYT y a su reportero Casey’, precisó el martes en su cuenta en Twitter, en la cual tiene 109 mil seguidores.
También el ministro de Salud, José Ángel Portal, subrayó que ningún verdadero médico cubano niega el servicio y mucho menos arriesga la vida de un paciente para lograr fines políticos.
Portal recordó que durante 55 años, la isla ha brindado cooperación sanitaria en más de 120 países, donde han estado unos 400 mil trabajadores de la salud.
Millones de seres humanos en los cinco continentes pueden hablar del compromiso de los profesionales de la mayor de las Antillas, desde los niños ucranianos víctimas del accidente nuclear de Chernobil, hasta los afectados por el ébola en África Occidental, pasando por los pacientes de cólera en Haití o las personas golpeadas por terremotos en Paquistán, Perú o México.
Si ellos tuvieran voz de manera frecuente en los grandes medios, tal vez sería mucho más difícil para la opinión pública creer que un médico cubano negó el oxígeno necesitado por un venezolano.
Colaboradores cubanos y venezolanos, así como los millones de beneficiados por las misiones Barrio Adentro en el país sudamericano son ignorados deliberadamente para engordar una matriz de opinión que viene de los círculos de poder en Washington: Venezuela se cae a pedazos y necesita de los marines estadounidenses para salvarla, y de paso poner a buen recaudo su riqueza petrolera.
No puede olvidarse que se trata del país con las mayores reservas probadas del llamado oro negro en el planeta, ni tampoco su disponibilidad de cuantiosos recursos minerales y acuíferos, insisten quienes denuncian las pretensiones imperiales.
– Qué busca The New York Times –
Sin dedicar demasiadas neuronas a un análisis sobre qué busca y qué logra The New York Times con su artículo, viene a la mente el rigor investigativo del propio medio, con el cual ayudó a desmontar las acusaciones de que militares del gobierno de Maduro quemaron ayuda humanitaria en la frontera colombo-venezolana.
Tal vez sea el precio a pagar en un país poderoso que se presenta como defensor de los derechos humanos y del mundo civilizado, pero permite que un senador (Marco Rubio) dedique su tiempo a resaltar en Twitter de manera repetida un apagón generalizado que afectó a millones y fue fruto de un sabotaje, o que un general retirado (Anthony Tata) maneje en Fox News que un disparo en la frente de Nicolás Maduro pudiera ser la salida.
A propósito, Rubio fue de los que no perdió tiempo para divulgar en las redes sociales el artículo en cuestión, acompañándolo de una frase que parece desnudar el objetivo de dicho material: ‘Necesitan otra prueba de que el régimen en Cuba está jugando un papel central en el apoyo al régimen de Maduro’.
Gracias senador por ayudar a comprender lo que ocurre, solo resta esperar, aunque sin muchas expectativas, si The New York Times repite la historia de mayo de 2004, cuando admitió que debió ser más agresivo en la verificación de las informaciones.
Entonces, algunos de sus materiales hicieron el juego a los halcones de la guerra que inventaron unas armas de destrucción masiva y unos vínculos terroristas que sirvieron de justificación para agredir y ocupar Iraq en marzo de 2003.
El saldo de aquella aventura con respaldo de los grandes medios fue de cientos de miles de inocentes asesinados y un nivel de caos e inseguridad que el mundo sigue padeciendo.