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Tiempos electorales, ¿una política sin utopía?

German Rosa, s.j.

2) La necesidad de plantear soluciones democráticas que respondan a las esperanzas de los pueblos

Cuando pensamos los procesos electorales en Centroamérica nos confrontamos ante el hecho de que se debe conquistar el bienestar de los pueblos centroamericanos y no basta pensarlo solamente en términos individuales y comunitarios, o reducido a las fronteras nacionales, porque estamos inmersos en un proceso de globalización que fragmenta, divide y al mismo tiempo, excluye. El bienestar debe ser considerado en un contexto de relaciones internacionales. El quehacer político se tiene que pensar globalmente y practicar localmente.

Pero también, la actividad política electoral tiene repercusiones hoy y no se puede pensar sin proyectarla al futuro porque ésta tendrá un impacto real en las futuras generaciones. La actividad política de suyo tiene como propósito garantizar el pleno reconocimiento de los derechos de los ciudadanos en el presente de cara al futuro, lo que implica el bienestar de todos y cada uno de los miembros de la sociedad civil, no solamente de la sociedad política o del Estado. Esto significa que cuando se hacen campañas electorales, cuando se participa en los procesos políticos se debería buscar el bienestar integral de todas las personas, pero sin obviar que existen ingentes grupos en posiciones de gran desventaja históricamente en nuestras sociedades. Hay que construir la democracia de las sociedades centroamericanas equitativamente dando el protagonismo y el reconocimiento de los derechos que no se les ha dado a los empobrecidos y los excluidos. Tema que exige una auténtica reflexión ética sobre la democracia latinoamericana. Y podemos aprender de los graves errores y las grandes limitaciones de la democracia en América Latina.

La política hará renacer la esperanza y los sueños de los pueblos centroamericanos cuando recoja sus clamores en las políticas públicas de los gobiernos y de los Estados, convirtiéndolos en proyectos que se realicen y se concreten.

Centroamérica tiene una oportunidad de enfrentar y resolver los problemas democráticamente y de manera esperanzada. La utopía nos inspira, nos mueve, nos impulsa a caminar hacia el futuro, pero también es un horizonte que se debe ir concretando socialmente en el espacio y el tiempo, abierto siempre hacia un más; es realidad en cuanto proyecto siempre por realizarse porque nace y se fortalece de la esperanza; nos posiciona en un dinamismo de siempre recomenzar; y ésta en América Latina se ha formulado históricamente como la creación de “la nueva tierra” que implica una verdadera transformación de las realidades malas e injustas en realidades buenas y justas en las dimensiones económica, social, política y cultural (Cfr. Ignacio Ellacuría, “Utopía y profetismo desde América Latina. Un ensayo concreto de soteriología histórica”, en Revista Latinoamericana de Teología, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, 1989, p. 168). Y desde la esperanza cristiana, la utopía del reino de Dios es una esperanza histórica y última que exige conversión personal y social.

La utopía puede ofrecer un gran servicio a la política en nuestro tiempo en el cual tenemos muchos medios y pocos fines humanistas en nuestras sociedades. La utopía le puede ofrecer a la política su horizonte de esperanza siempre en tensión dinámica con la ambigüedad de los aciertos y desaciertos de la humanidad en el presente histórico, sabiendo que ningún gobierno, ni tampoco ningún Estado, podrá realizar plenamente la utopía, pero a todo Estado y toda política puede ofrecer su sentido y orientación (Cfr. Paul Ricoeur, Histoire et Vérité, Editions du Seuil, Normandie, France, 2001, pp. 128ss.).

Continuaremos tratando este tema de la política de cara a las esperanzas y los sueños de los pueblos centroamericanos.  (Fin)

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