Javier Alvarenga
Escritor y fotógrafo
Y dijeron Los Progenitores, los Creadores y Formadores, Tepeu y Gucumatz: “Ha llegado el tiempo del amanecer… que se terminé la obra… que aparezca el hombre, la humanidad sobre la superficie de la tierra”
Y así, bajo la oscuridad de la noche, discutieron y reflexionaron lo que debía entrar en la carne del hombre. Poco faltaba para la aparición del sol y la luna, cuando, Yac, Utui, Quel y Hoh llevaran la noticia de la aparición de la mazorca blanca y amarilla en la que encontraron regocijo y alegría, ya que habían decidido formar con pura masa de maíz las extremidades de los primeros cuatro hombres.
Así, lo describe el Popol Vuh en sus primeros párrafos, así, es como nuestra cosmología nos vincula íntima e históricamente con el grano que nos sustenta a diario, de lo que se deriva nuestra gran gastronomía cuscatleca. Por eso no es extraño, que el mes de agosto, sea para celebrar con gratitud al cielo, las primeras cosechas que han germinado con esfuerzo en las pocas tierras fértiles.
Suchitoto, el párroco y los pobladores en general inician la celebración, con una procesión, en la que, el incienso, el humo de los cohetes de vara, y los cánticos envuelven las coloridas calles ricas de destellos coloniales, en la que el tiempo reposa en su perpetua tranquilidad. El lago imponente en su azul cielo, el verde paraje que enriquece su vistosidad.
Todo un conjunto que atrapa la admiración, de los que a diario llegan para sorprenderse de su versatilidad.
El parque central abarrotado, las ventas en conjunto, las pupusas aromatizando el ambiente, el loroco escandaloso, los elotes en la brasa ardiendo, formando ese dorado y hermoso crocante del grano de maíz, las riguas, el atol, los oriundos trabajando en conjunto para dar, el sentido necesario a la celebración.
La parroquia de Santa Lucía siendo testigo de la celebridad, mientras el sol irrumpe entre sus campanarios, iluminando con suavidad la hermosa escena que solo puede ocurrir en nuestro país, que solo podemos disfrutar nosotros, los que aún con la modernidad, seguimos siendo “Los Hombres de Maíz” que nos alegramos con estas simples cosas; como con tanto acierto dijo algún día, el gran poeta cubano José Martí: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”