José M. Tojeira
La Constitución salvadoreña afirma tajantemente que “todas las personas son iguales ante la ley”. ¿Lo cree Usted? De hecho es un deber ser derivado de la igual dignidad de las personas, realidad esta innegable pero con demasiada frecuencia irrespetada. Y por supuesto, cuando no se respeta la dignidad de la persona humana, tampoco la igualdad ante la ley tiene la vigencia que los abogados, jueces y demás afirman con voz estentórea en sus discursos. No debe ser así, pero en todas partes del mundo se suele dar ese tipo de desigualdad que limita incluso por ley la dignidad de las personas.
El trato a los migrantes suele ser el ejemplo más vivo en los países desarrollados. Entre nosotros son los pobres los que mayoritariamente sufren esa marginación de la dignidad que finalmente y de hecho los convierte en más débiles y desiguales ante la ley.
En El Salvador la desigualdad suele ser escandalosa. Todavía recordamos un caso de corrupción en Casa Presidencial en el que la sentencia más dura recayó sobre el pobre hombre al que mandaban a cobrar los cheques, traía de vuelta los billetes y nunca se enriqueció con la corrupción de sus jefes. Un chofer-mandadero que cumplía órdenes de funcionarios de la administración Saca quedó con una condena de cárcel de más del doble de años que quienes repartían el dinero o firmaban los cheques.
En estos días, en una escala menor a la anteriormente expuesta, hemos visto en los medios otro caso singular. Una camioneta elegante pero sin placas entra en un callejón oscuro a las dos de la mañana. Hay gente honesta en el lugar, pero también se dice que en algún tiempo se vendía droga en esa zona. Uno de los honestos llama a la Policía porque el vehículo de marras se parquea enfrente de su casa. La Policía llega, encuentra la camioneta con un honorable diputado dentro y se lleva preso al denunciante. Todo un espectáculo ejemplar de cómo funciona entre nosotros de vez en cuando el Artículo 3 de la Constitución. ¿Le pusieron multa al vehículo en el que andaba diputado por carecer de placa? Ese es un capítulo de la historia que es fácil que no se escriba nunca.
Por si quedaran dudas sobre la desigualdad, el Banco Mundial acaba de presentar un informe sobre la desigualdad en América Latina. Y aunque ubica a El Salvador entre los países de ingresos mediano-altos, asegura que el 60% de los hogares reciben ingresos que lo ubican en situación de pobreza o de seria vulnerabilidad. Aunque ubica en la clase media a los hogares que tienen un ingreso entre 14 y 81 dólares, lo cierto es que un hogar que tenga un ingreso inferior a 600 dólares al mes se encuentra en una seria vulnerabilidad económica.
Una encuesta reciente de la Universidad Francisco Gavidia nos ofrece un panorama todavía más triste que el banco Mundial. La desigualdad económica y social no es ni algo natural ni, mucho menos algo sano para el desarrollo y la convivencia nacional. Enfrentarla, establecer políticas que tiendan a superarla es obligación de un estado que habla permanentemente en su Constitución de servir a la persona humana y de garantizar su igualdad ante la ley.
Y por cierto, la famosa agenda 20-30 de las Naciones Unidas, trata en uno de sus puntos de eliminar la pobreza y reducir la desigualdad. Lástima que haya diputados que en su ignorancia aseguren que la Agenda 20-30 “no tiene cabida en El Salvador”. Los que no deberían tener cabida en la Asamblea Legislativa son los políticos que rechazando la Agenda 20-30 terminen apoyando la pobreza y la desigualdad en El Salvador.