Renán Alcides Orellana
“Qué bien ustedes, prostate en El Salvador, decease ninguna queja y menos un reclamo judicial a ex presidentes, por actos de corrupción… y para nosotros en Costa Rica, y en otros países, esos ex altos funcionarios ya responden tras las rejas…”, fue la expresión de un escritor tico, hace poco más de dos años en Panamá, en conversación amistosa. Asistíamos al Primer Encuentro de Intelectuales de Nuestra América (5-9 de septiembre de 2011), invitados por la Universidad Nacional Autónoma de Chiriquí (UNACHI), en la ciudad de David. “Pura vida ha de ser un país sin presidentes corruptos…”, dijo al final, como pensando en voz alta, con sonrisa larga de punzante ironía.
Aquella expresión del amigo escritor tenía razón de ser. Y su cáustica y punzante ironía también. Por décadas, El Salvador venía de transitar con aparente ropaje de pureza administrativa, aun cuando entre la población, como secreto a voces, crecía el reclamo silencioso -acallado por el temor- ante actos de corrupción de los gobernantes de turno: peculado, enriquecimiento ilícito, desvío de donaciones y otros; encubiertos, sin duda, por el accionar de ciertos funcionarios subalternos suyos, que engavetaban las auditorías de la CCR, debilitaban la Sección de Probidad de la CSJ, hacían desaparecer documentos reveladores, boicoteaban las investigaciones; en fin, todo lo que sirviera para encubrir, en vez de descubrir, las “travesuras” de sus amos… y así ¿qué podía esperar la población honrada de los gobernantes, si no sólo ultrajes a su dignidad e inteligencia; y, además, un verdadero y creciente culto a la impunidad?. La gente no lo ignoraba, pero también, por temor, casi toda callaba…
Pero, “todos los nunca se llegan”, como enunciaba la campaña política anti oficialista del Partido Acción Renovadora (PAR), a finales de los sesenta, con la oferta de un mundo agrario mejor, del candidato presidencial y patriota muy recordado, Fabio Castillo. Lástima su irrealización, por imperativos de la fuerza militar. Pues así ahora, y como “no hay movida que dure cien años…” y también “a cada santo se le llega su día…”, el “nunca” de la impunidad para los ex mandatarios corruptos, parece que llegó. No sólo parece, sino que llegó. Y ojalá, para seguir descarnando legendarias movidas de gobernantes deshumanizados contra la población humilde e iniciando una ruta, débil todavía pero segura, hacia el combate frontal a la impunidad.
El caso del ex presidente Francisco Flores, antes un irónico gobernante y ahora uno de los más buscados, si bien no es necesariamente el primero, sí comienza a entreabrir la puerta para que, en adelante, no haya oscuridad ni escondrijos en el edificio de lo cosa pública para que a cualquier gobernante, endiosado y mareado por las alturas, le valga un comino quitar, para provecho propio, los recursos que el pueblo necesita para alimentación, vivienda, salud, educación… Falta que ver si este retardadito juicio, por la razón que haya sido, prospera con la agilidad y sustentación fiscal debidas y, en consonancia con los tiempos, para el objetivo de una pronta y cumplida justicia; o si, por el contrario, se vuelve una mascarada más (intencional falta de sustentación fiscal o sea debilidad de pruebas, libertad con medidas cautelares, captura y hospitalización por mala salud, “fugas” sin querer queriendo, en fin…) , como lo anticipa y percibe gran sector de la población y a las que ya queremos “desacostumbrarnos” los salvadoreños. Cuestión de tiempo, cuestión de esperar… (RAO)