TOLUPANES
Por: Tony James Díaz
El Progreso Yoro, Honduras.
Ensayo para la clase Etnolingüística. UNAH
«En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz.
De los ríos somos custodios ancestrales, el pueblo Lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta.
El COPINH, caminando con otros pueblos por su emancipación, ratifica el compromiso de seguir defendiendo el agua, los ríos y nuestros bienes comunes y de la naturaleza, así como nuestros derechos como pueblos.
¡Despertemos¡¡Despertemos Humanidad¡ Ya no hay tiempo.»
(Parte del discurso de Berta Cáceres en el Opera House, San Francisco California al recibir el Premio Ambiental Goldman, el 20 de abril, 2015)
“Un país que extermina sus etnias no vale nada.” Estas fueron las palabras de un anciano con rasgos indígena que vive en la Costa Norte de Honduras. Pero… ¿Cuánta razón tiene? Podríamos estar en total acuerdo con él. Comprobar por medio de noticias la persecución, desaparición y muerte de líderes indígenas que organizan a su pueblo para luchar contra las transnacionales que están invadiendo sus tierras para crear un monopolio inquebrantable, sin tener compasión de las consecuencias infrahumanas que puede provocar la ambición de empresarios millonarios a nuestros indígenas. Son muchos los ejemplos pero para citar algunos están los garífunas, lencas y los tolupanes, de estos últimos se abordará el tema de este ensayo.
La ubicación geográfica de los tolupanes en el momento de la conquista no es precisa, porque se extendieron por varios territorios los que hoy son departamentos de Honduras los cuales según el sacerdote José María Tojeira son: desde la desembocadura del río Ulúa hasta el puerto de Trujillo sobre el mar caribe, su frontera llega hasta el límite norte de Comayagua, Francisco Morazán y Olancho, además al oeste del río Ulúa a inmediaciones de San Pedro Sula hasta las montañas del Merendón. Otros autores afirman que pertenecieron a la Sierra de Omoa por el oeste y la desembocadura del río Aguán por el este extendiéndose hasta el centro del país.
En 1797 la presencia de los tolupanes se redujo debido a la incorporación forzada del afrocaribeño que los ingleses trajeron de la isla de San Vicente en este caso los garífunas. Pero la conquista de los xicaques como los llamaban los españoles, se dio a finales del siglo XVI según documentos enviados a la Corona en 1598.
La siguiente cita nos dará el punto de partida para entrar al mundo místico de los tolupanes, dicho registro fue enviado por el oidor que era el órgano máximo de justicia Alonso Criado de Castilla y que fue presidente de la Real Audiencia, además llegó un 19 de septiembre de 1598 a Santiago de los Caballeros de Guatemala. Este dato informa que los españoles capturaron a más de quinientos nativos en el pueblo de Olancho El Viejo porque estaban provocando daños a los poblados donde los españoles ya tenían su administración, el mismo Alonso redactó el texto y los llamó xicoaques y los metió presos acusándolos de ser «indios de guerra »:
Son gente muy silvestre, grandes ydólatras. Alláronseles mucha suma de oratorios, de ydolos y cassas, y entre ellas una más solemne, en que sobre un túmulo de piedra y barro amasado estava un demonio de estatura de hombre, tendido de largo, y en torno de él le cercaban más de otros ducientos ,hechos de paja lo de dentro y aforrados con papel del monte. Figuras todas del demonio que en el túmulo rodeaban con distinción de embras, y estas heran de varro. Dizen también los soldados hallaron muchas casas con entresuelos de bóveda, a do entierran los muertos, y allí los cuerpos echados, secos y enteros, con sus comidas como lo hacen la gente maumetana.
Comenzando a exponer las referencias religiosas de los xicaques: se basan sus prácticas en el chamanismo, investigaciones después de la conquista afirman que la imposición de la religión católica ha dejado en el olvido sus prácticas religiosas y que ni siquiera en el recuerdo colectivo existen.
El pensamiento colonialista destruyó el recuerdo que quedaba de los xicaques y prueba de ello es el dios «Malotá» que antes de la llegada del sacerdote Subirana era el dios de los indígenas, testimonios del vicecacique de la tribu de Santa Marta era un dios que les facilitaba la caza abundante para su pueblo, ahora es sinónimo del diablo. Para aclarar un poco el término xicaque en algunos testimonios de los ancianos manifiestan que los ladinos les llaman Hicaques, pero que ellos no son Hicaques sino indios y que “indio” se decía en su lengua “torupan” (otros toropan). Pero en las tribus de Mina Honda, Las Vegas de Tepemechín, El Zapote y el vicecacique de Guadarrama fueron interrogados para saber si conocían el término y dijeron que nunca habían escuchado torrupan, torupan o toropan y que aceptaban la palabra Hicaque para autodenominarse.
Fue durante el periodo colonial que se le atribuyó el gentilicio a esta etnia. En los documentos coloniales aparece escrito como xicaque, otras veces como xicaquez, xicaqui, hicaqui o hicaca. Su etimología según investigadores proviene del náhuatl: chicacque o chicahuacque que significa “fuerte y valerosos”. Pero donde muchos creen que existe la verdad absoluta del término, es en el Vocabulario mexicano-castellano de Fray Alonso de Molina y es: chicactic que quiere decir “cosa rezia y fuerte o persona anciana.” Fray Francisco Vásquez escribió en 1714-16 y que muchos autores sostienen la etimología:
De esta gente (mexicanos), pues, se pobló mucha parte de las tierras de Honduras, como lo comprueban las vozes y términos mexicanos con que se nombran estas naciones; porque Xicaque o Xicaqui, es en voz mexicana que dice mira, o atiende, o Chicactic (que corrupto se dirá xicaque), que quiere decir cosa rezia, o fuerte.
A partir de estas relaciones lingüísticas han aparecido muchos textos e investigaciones al respecto. Pero se puede relacionar la lengua hicaque (torrupan) con la familia norteamericana de los Hokan-Sioux según estudios lingüísticos basados en esa lengua, Anne Chapman por eso calcula el origen de esta etnia con 5000 años de antigüedad. Otros investigadores afirman que este es un grupo étnico es muy antiguo incluso antes de los mayas desde el punto de vista lingüístico, otros dicen que es una lengua aislada e independiente y afirman que la lengua torrupan está relacionada con la lengua Chibcha, Penutia. Hay un elemento muy importante que determina el origen de esta etnia y es el cultural, su riqueza etnológica y es con la que se retoma este ensayo dirigiendo el propósito con los tolupanes de la montaña de La Flor. Para entrar un poco a la cosmovisión tolupan, existe en Honduras un texto que señala el camino místico de esta etnia y que a continuación se acercará a él con fines de estudio y se trata de « El Tolupán de la flor» de Edilberto Borjas y es con este texto que se complementará este trabajo.
Edilberto Borjas Guzmán nació en 1950 en San Juan de Flores Cantarranas, Honduras. Es autor del libro « El Tolupán de la flor» y es un trabajo híbrido entre mito y realidad donde relata la invasión ladina, la opresión militar, el sentido de pertenencia, la concepción de la vida y de la muerte, la cosmovisión y el origen del mundo. Crea desde la realidad una ternura que pese los tolupanes están viviendo en un ambiente escabroso logra disuadir no solo al ladino, sino a todo lector joven y adulto de cualquier país, una verdad que está en curso desde tiempos coloniales y que está exterminando a una de las etnias milenarias de Honduras.
El trabajo que logró Edilberto Borjas con este libro cumple con los elementos de enculturación y aculturación, ambos procesos determinan el acercamiento y el distanciamiento definitivo en una cultura. En el primero (enculturación) Borjas destaca un fuerte arraigo a la naturaleza, el vínculo con los animales, el cuidado de la tierra, el manejo de los bienes comunitarios, la relación intrínseca entre la naturaleza, la cultura y el respeto a los dioses, la socialización de las personas y lo más importante que nos presenta Edilberto es la jerarquía de los ancianos que ejercen y transmiten a los menores la filosofía de vida, valores, pautas de comportamiento moral, los ancianos poseen el conocimiento, la información, las costumbres, normas y la idea de la cosmovisión que a la hora de transmitirla a los más jóvenes se crea el inicio de una tradición, todos estos son procesos de enculturación.
En el segundo proceso que es la aculturación se ve la capacidad de adaptación a nuevas condiciones de una cultura a otra de manera forzada en muchos casos. Este proceso destruye pero hay una lucha por conservar la herencia y la cultura original. Uno de los textos claves en El Tolupan de la flor para explicar este proceso es El encuentro del pueblo que se quedó dormido, este relato es oscuro y pone en vigencia la realidad actual del pueblo hondureño, la lucha por el rescate de los derechos, la esperanza y la libertad que manifiesta el niño ante el anciano sabio que está viviendo condiciones infrahumanas:
Pero, ¿qué pasa?, ¿por qué tanta miseria?, ¿por qué tanta desolación y angustia? ¿qué ha pasado?
-Han pasado muchas cosas; lo que ves son los residuos de una rasa que agoniza, que no soporta tanta injerencia. Mi pueblo ha perdido todo: las costumbres, los dioses, la lengua, la libertad y sobre todo la voluntad y el entusiasmo por la lucha. Primero fueron los hombres de lata que vinieron del mar: con ellos llegaron, después, unos hombres de vestidos largos que nos quitaron nuestros nombres y nos obligaron a creer en otros dioses; otros venían con armas que matan de un solo trueno. Nos obligaban a trabajar para ellos (…) lo peor que hicieron fue dividirnos: nos pusieron a pelear entre nosotros mismos, trajeron la envidia, el egoísmo, la vanidad, la ambición: poco a poco fuimos perdiendo la confianza en nuestros hermanos, se rompió el lazo que nos unía, (…) Para poder vivir hemos tenido que aceptar muchas cosas que nos imponen y que nos avergüenzan.
Sin duda ese diálogo entre el niño que tiene la misión de recuperar la identidad de su pueblo y el anciano del pueblo desolado es el máximo ejemplo de aculturación, el texto añade la explotación, asesinatos, la desesperanza y la muerte.
Existen muchas leyendas respecto a los jicaques o tolupanes entre ellas El puente de Tascalapa, Vision del sipe, el relato de la sucia y la injerencia religiosa con la imagen de San Pedro que venció al espíritu que aparecía en la laguna de Yorito (Honduras). Pero en este caso Borjas Guzmán va más allá de la simple tradición oral, el rumor que es una inestabilidad social no existe en este libro, «El Tolupán de la flor» tiene visos de autenticidad, transforma el pensamiento, está preparado intelectualmente porque su propósito es reforzar la tradición de boca a boca y toma como referencia la verdad, el debilitamiento de la etnia tolupán por la ambición de las transnacionales, pero Borjas apacigua e instila algo insoslayable que son las creencias y mitos del pueblo tolupán.
Todavía en el siglo pasado se conservaba el recuerdo místico, varios ancianos aseguran que sus padres antes de cazar animales oraban a un dios y daba resultado, otros atribuyen que el brujo, como en el caso de la tribu de Guajiniquil, se convertía en tigre por las noches y que cazaba para la tribu. Sin embargo hay un lugar denominado Tchenguerey que también se refiere a un espíritu maligno que habitaba en precipicios y desaparecía a los niños. En las montañas las paredes de piedra y las cuevas se les atribuyen el hogar de tigres poderosos y espíritus. Borjas se despega de esos mitos y nos presenta una concepción de la vida, donde coloca un orden en el universo y en la tierra y alguien que coordina ambas atmosferas y éstos son los dioses, un canto a la tierra y a los productos culturales sagrados en Mesoamérica que ningún imperio podría pisotear.
También manifiesta elementos importantes que conectan lo místico con la naturaleza como árboles y pájaros como en el relato El origen de la luz. Surge la tierra como un regalo del dios supremo Tomán Pones Popaywuai para que los tolupanes la trabajen más sin embargo aparecen los antagonistas dañándola y estos son los ladinos. El relato universal de los tolupanes es el excelso mito del maíz que no solo en este libro de Borjas Guzmán aparece sino en las investigaciones de Anne Chapman en «Los hijos de la muerte» incluso hasta se ha representado en teatro en la Costa Norte de Honduras y es: La semilla de la vida. Aquí aparece la pelea entre una técnica primitiva para conseguir alimentos y ésta era el azar de la cabuya empleada por un agricultor anciano tolupán, entonces el Dios del Maíz Nompwinapu’u llega y lo moderniza, este dios se arranca cinco dientes de su boca y le ordena que los siembre en varios lugares para luego darle instrucciones de siembra y cosecha y sobreviva con este producto cultural mesoamericano que es el maíz. Es importante recordar que los tolupanes no conocían el maíz, se alimentaban de raíces silvestres.
Uno de los relatos más tiernos es cuando el niño está en transición de niño a adolescente de chikwai a yontamagás, se le encarga la misión de encontrar la flor de la identidad tolupán para recibir la herencia cultural y la dignidad, el niño ve en los ojos del abuelo toda la historia de su pueblo y este relato Historia en los ojos del abuelo lleva una secuencia con el resto de la obra. Son trece los relatos y llevan una cadencia que Edilberto Borjas propone como un noble canto de denuncia y rescate de la etnia de la tradición de la montaña de La Flor.
Para concluir este trabajo debe mencionarse que hay muchos investigadores sobre los tolupanes desde el área social, lingüística hasta poética. Los tolupanes viven con la desconfianza que los ladinos han infundido desde hace siglos y en la actualidad muchos han sido asesinados por la defensa de sus tierras, tierras que les pertenece y que tienen documentos verdaderos que ellos son los dueños ya que desde la aparición de Manuel de Jesús Subirana se les concedió ese derecho. Viven en el olvido y marginados por el gobierno y que aunque se le haga muchos llamados de atención a las autoridades para que se les rescate será imposible, porque mantener las etnias en Honduras no es vital. La explotación violenta de sus recursos naturales y la aculturación son el principal problema para los tolupanes y no solo ellos sino el resto de todos los grupos indígenas del país tal y como abre el encabezado de este ensayo.
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