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Tradiciones de mi Ciudad

Marlon Chicas

El Tecleño Memorioso

Recientemente se conmemoró el Día Mundial del Árbol, el cual es un llamado a la conciencia al ser humano, a fin de proteger y conservar la Casa Común, como denomina el Papa Francisco a nuestro planeta tierra, en su encíclica “Laudato Si” ya que, de ella surge la vida y los más variados frutos logrados por el hombre para su manutención, como una clara manifestación del Creador y su amor hacia la humanidad.

Es característico en muchas ciudades de nuestro país como en Santa Tecla, la Celebración del Día de la Santa Cruz, tanto en mercados, plazas, escuelas y otros lugares, instalando en ellas la tradicional cruz de palo de jiote. Fresca está en mi memoria los preparativos que mi madre realizaba en casa para estas fechas con el objetivo de vivir con solemnidad esta conmemoración, ya que, de acuerdo con nuestros mayores, él no ubicar la Santa Cruz traía, como consecuencia que llegará el maligno a bailar a la noche a dichas residencias.

Esta solemnidad se convertía en una colorida fiesta, por lo que se elaboraban sendos recipientes con engrudo con el fin de unir los aros que conforman las tradicionales cadenas de papel de «china» de variopintos colores, así mismo se confeccionaban artísticas cortinas, cebaderas u otros adornos que dieran matiz a esta linda tradición ancestral. En la mayoría de los templos tecleños, se ubicó grandes cruces cubiertas de papel de colores adornando los santuarios, con pendones de diferentes formas.

Otro elemento que no podía faltar en la fiesta era la fruta de temporada como: jocotes, marañones, mangos, cocos y flores de coyol en señal de ofrenda colocados al pie de la Santa Cruz. Lo anterior según nuestros ancestros era el punto de partida de la época lluviosa, del nacimiento de las flores y frutos de la tierra. Rememoró con nostalgia dicha celebración en mi Escuela Centroamérica donde se esperaba con ansias esta fecha, ya que, en su antiguo local, se situaba una enorme cruz, en cuya base se depositaban los frutos a ofrendar.

Era un día de gala en la que cada uno de los grados de la escuela preparaba actos alusivos a la misma como danzas folclóricas, música de marimba, charlas, entre otras actividades, aún se recuerda la ocasión en que se contó con la presencia de los historiantes del Cantón El Progreso, quienes al son del pito, tambor y danzas hicieron el deleite de chicos y grandes, procediendo posteriormente a la veneración de la cruz, en la que los más afortunados se llevaban las mejores viandas, por lo que a los últimos nos tocaba conformarnos con lo que quedaba, sin embargo, disfrutábamos igual las bondades de la madre tierra.

En cada hogar del barrio El Calvario como en muchos otros, se colocaba una cruz, por lo que los niños, jóvenes y adultos de la zona, nos acercábamos con devoción a dichas casas a fin de agradecer al Creador por los frutos otorgados; con un sencillo ritual consistente en una genuflexión y realizar la señal de la Santa Cruz, quedando avalados a tomar en nuestras manos el fruto que más nos gustaba y comerlo de inmediato. Por lo que muchos iniciábamos una gira por casas vecinas con el objetivo de llenar nuestras bolsas y estomago de los deliciosos manjares.

Desafortunadamente como otras tradiciones de infancia, la vida moderna del salvadoreño en los tiempos actuales incide negativamente a que nuestras usanzas comiencen a perderse en el tiempo, por lo que es responsabilidad de todos nosotros, quienes ya pintamos canas, evitar que las mismas estén condenada al olvido por no transmitirlas a las nuevas generaciones, para que ellos se empoderen de estas ¡Viva la Santa Cruz, Venid y Adoremos!

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