TRADUCIR EL EXTERIOR
Por Wilfredo Arriola,
Escritor
Cualquiera es maduro cuando no tiene nada que decidir. Entender la realidad o lo que creemos por realidad no es nada fácil. La vida es una suma constante de movimientos, de decisiones, de puntos de quiebre, de inflexibilidades. A la hora de atar cabos y ponerle la ficha a un objetivo es el tramo donde cedemos al azar de nuestro futuro. Por veces hemos estado ante la incertidumbre de un cambio, de una respuesta que no ha surgido por mucho tiempo, y que, en un periodo corto la probabilidad es que no suceda.
La falta de decisión generará indudablemente que otros decidan sobre nosotros. Les otorgamos la rienda de nuestro destino a otros con nula capacidad sobre lo nuestro, ya que solo nosotros somos los soberanos sobre la vida que tenemos, por ende, lo resuelto será una lotería del cual jugamos y sin comprar ningún boleto para el sorteo, eso sí, nuestro silencio fue el culpable de esa dudosa “compra”. Lo percibimos cuando no sabemos qué hacer ante tramos importantes: académicos, laborares, espirituales, de pareja, familiares. La autoconversación nos dicta diferentes aristas de reconocimiento, las detectamos, pero ¿Qué hacemos después de saber lo que nos pasa? Si decimos solo por detectarlo sin hacer nada al respecto, nuestro porvenir será el de siempre, nada más con el agravante de saber lo que nos sucede. La acción posterior a ello es la determinante, la ejecución del cambio. Ahí reside el objetivo.
Tener un mentor será de gran utilidad, para que con su conocimiento nos ponga en la línea correcta a seguir, o por lo menos nos haga hacer que nuestras certezas se conviertan en dudas y ese es un destello por llegar a la verdad, esa a la cual uno no llega, solo nos acercamos. Mantener un grado de espiritualidad consigo mismo también generará un vinculo personal entre lo que pasa adentro para entender lo que ocurre afuera. Traducir ese escenario para girar un mejor elenco en nuestro interior, afinar la capacidad de observación será una herramienta que potenciará ese dialogo interno. Por momentos estamos tan descuidados del exterior que olvidamos en primera instancia al personaje principal, es decir, nosotros mismos.
Hay que ponernos a salvo de muchas cosas también. De los falsos mentores y de las personas a quienes admiramos en creerles en totalidad, porque más que una guía será un camino al precipicio, apelar a una individualidad, hará que la admiración sentida sea una motivación personal pero no una referencia sin preguntas. Aunque esa condición del atajo este lleno de flores no es la mejor opción para encontrar nuestra autentica personalidad. El camino de ese encuentro personal será una asignatura muy compleja de cursar de la cual, muchas veces no nos graduamos, o que por momentos creemos que sí, y en su desenvolvimiento las cosas que creíamos certeras no son más que un lado de la moneda. Decidir en contexto de lo que nos pasa, de quienes somos, de esa manera, la respuesta sin dudas estará llena de la gratificación de avanzar en la fase del reconocimiento personal. Decidir, es traducir el exterior.