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Trae para ustedes una fracción del artículo de un miembro del pc-sur Uruguay

Por Rafael Pineda
MONTEVIDEO, Uruguay-

El ejemplo de la República Dominicana demuestra que no hay poder en el mundo que encadene las ansias de un pueblo cuando quiere vivir con autodeterminación e independencia y gozar su desarrollo colectivo en clima de libertad. Así mismo, los pueblos demandan respeto a la inviolabilidad de su territorio, sin imposiciones foráneas, sea de países grandes o pequeños, sean blancos, rubios, amarillos, negros o morenos, porque el único color de una patria es el de su sangre.

Las fronteras existen y los ciudadanos de todos los países nos acogemos a ellas; si algún día fueran a borrarse de la faz de la tierra sería mediante un proceso natural, cíclico, tan largo y pausado como la misma evolución del mundo, involucrando en la misma medida a países grandes y a pequeños.

El caso dominicano, resistiendo y defendiéndose de las agresiones de Haití, demostró que ningún país puede imponer su voluntad sobre otro. Lo puede dominar por un tiempo, por 22 años, como ocurrió, o por 31, como hizo Trujillo, pero a corto, largo o mediano plazo la rebeldía de los hombres cruje y hace que se derrumben hasta los altares de los dioses.

Haití dominó sobre territorio dominicano 22 años hasta que un 27 de febrero de 1844 se quemó la pólvora de los cañones y el valiente, mil veces heroico pueblo dominicano, el David del Caribe, se fue a las calles disparando, expulsando al invasor.

Los conservadores ni los afrancesados creían que un país tan pequeño fuera capaz de gestionarse sin protectorado y no se explicaban cómo fue que nueve hombres jóvenes, sin armas, sin ejército, sin carrera militar, contando tan solo con el apoyo de su pueblo, pudieron armar su propio ejército y derrotar catorce veces al ejército haitiano, el mejor armado, el más numeroso y el mejor entrenado de América desde los albores del siglo XlX.

Casi al mismo tiempo que Juan Pablo Duarte, el primero que encendió la tea de la rebelión en Santo Domingo, fue un joven de 19 años llamado José María Serra.

Recientemente refuté un artículo que escribió el acreditado periodista, historiador y cineasta dominicano Cassandro Fortuna, autor de un libro apologético sobre la “unificación”, titulado “Haití, el eterno conflicto”.

En El Granero del Sur, diario digital que él dirige, escribió sobre el tema estas tristes palabras:

“En esa coyuntura entra Boyer. Núñez de Cáceres en lugar de enfrentarlo ¡le entrega las llaves de la ciudad!”

Y yo pregunto: ¿Cómo lo iba a enfrentar?, ¿con qué ejército?, ¿con cuales armas?, ¿de cuáles recursos disponía para enfrentar al poderoso ejército que venía de derrotar a todas las potencias, incluida la derrota que le produjo a la mejor flota de guerra del mismo Napoleón Bonaparte, el jefe militar más poderoso del mundo?

No quiero polemizar con Cassandro Fortuna, quien es mi compueblano y amigo desde nuestra temprana adolescencia, a quien le guardo alto respeto y alta estima, y junto a quien he recorrido etapas importantes de nuestro desarrollo, en lo individual, en lo profesional (él fue mi jefe en la redacción de uno de los medios que ha dirigido) y en lo social; pero no puedo callar, y se que es un defecto y él lo sabe.

Cuando Boyer entró en Santo Domingo el 9 de febrero, lo hizo franqueado por un ejército de 10 mil hombres que rodearon a Núñez de Cáceres obligándolo a rendirse. El líder dominicano entregó la bandera, es cierto, pero tuvo el coraje de decirle cara a cara estas lúcidas, increpantes y proféticas palabras al jefe invasor: que “la revolución contra España no había sido hecha para beneficiar a Haití y que si se sometían era a la fuerza, estando persuadido de que la ocupación haitiana produciría a la larga resultados funestos (…)”.

Hagamos un breve repaso del pasado de Haití, previo a la humillación que le produjo Jean-Pierre Boyer a nuestro héroe nacional José Núñez de Cáceres, y previo a la organización revolucionaria iniciada por el heroico pueblo dominicano, el David del Caribe, como lo definió Fidel Castro. Algunas de estas cosas Cassandro  Fortuna  las calla en sus apologéticos escritos planteando las herramientas jurídicas, conforme a la legislación internacional, en las que él cree que ambos pueblos tendrían que sustentarse para darle paso a la “confederación”, o a la “fusión de dos Estados”.

CONTINUAREMOS…

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