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Durante el 1 de m3ayo se produjeron dos hechos, las marchas del Día de la Clase Trabajadora que no trascendió en la opinión pública y la instalación de las nuevas autoridades legislativas. Foto Diario Co Latino/Cortesía

Transformando una débil República en una codiciada monarquía

Oscar Martínez
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El 1 de mayo se gestaron dos hechos en El Salvador, las marchas conmemorativas al Día de la Clase Trabajadora que no trascendió en la opinión pública y la instalación de las nuevas autoridades legislativas, con mayoría del partido Nuevas Ideas del presidente Bukele, quienes de inmediato destituyeron al fiscal general de la República y a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y pusieron a los suyos.

Para comprender lo que sucedió, dice el dirigente obrero William Martínez, hay que poner en claro los términos República y Monarquía, tal como los conoce el mundo occidental en la actualidad, que define a la República como un sistema político fundamentado en el imperio de la ley (la predominancia de una constitución nacional) y la igualdad ante la ley (llamada Estado de Derecho); es decir, un conjunto de leyes que rigen a la totalidad de la población por igual y sin distinción de ningún tipo de condiciones. Y la monarquía es definida como una forma de Gobierno en la que un hombre (rey), tiene el poder absoluto. La unidad de todos los poderes a su servicio suele considerarse justificada por estimar que la fuente del poder es Dios y que los monarcas ejercen la soberanía por derecho divino del rey.

Aclarados los conceptos de República y Monarquía, Williams dice que en el pasado no muy lejano, los países europeos para no permitir que las monarquías cayeran en manos de los revolucionarios, como sucedió en Francia, quitaron el poder político a los reyes, entregándoselo a la naciente clase burguesa, lo que salvó a reinos en decadencia como el británico y posteriormente el español. Sin embargo, con el tiempo esos reinos que no fueron suprimidos de tajo volvieron a fortalecerse y tras bambalinas tienen el poder de decidir sobre cuestiones trascendentales de sus países.

Después de la independencia de los países Latinoamericanos y, en nuestro caso, de los países centroamericanos del reino español en 1821, fueron creadas las cinco repúblicas, cada una con su propio matiz y con la gran tarea de constituirse en una sola República, algo que nunca se logró a costa de miles de vida. Las mentes retrógradas en ese momento hicieron lo imposible para que nunca se realizara el sueño morazánico, siendo fusilado Morazán por querer a Centroamérica fundida en una sola República. Luego, a petición de Morazán, fue enterrado en El Salvador, único país que acompañó el sueño morazánico. Tras fracasado intento, los conservadores y liberales de los cinco países se repartían el poder por tiempos prolongados, hasta que surgieron los grupos revolucionarios, logrando en 1979 el triunfo armado de los sandinistas y en el 2009, el triunfo electoral el FMLN.

En la República de El Salvador, construir una democracia era posible a partir de la firma de los Acuerdos de Paz del 16 de enero de 1992; Sin embargo, fue el presidente Alfredo Cristiani y los partidos de derecha quienes impidieron hacer realidad el sueño revolucionario, omitiendo algunos acuerdos, entre ellos el Foro Económicos Social, sustituido por el Consejo Económico Social (CES). Posteriormente, con la llegada del FMLN al ejecutivo, se hicieron intentos y se consolidaron algunas instituciones que velaban por el desarrollo social, económico, político y desde luego, los Derechos Humanos. No obstante, todos estos incipientes esfuerzos para democratizar el país y hacerlo una República fueron tirados al canasto de la basura por el presidente actual Nayib Bukele, quien el 9F dio un golpe de Estado fallido, al penetrar con el ejército y la policía a dicho recinto, pero no encontró a los diputados, solo a Dios para conversar, quien según Bukele, le recomendó paciencia, algo imposible de cultivar en su personalidad, porque hasta la fecha todos los pasos dado por él están acompañados por la impaciencia de conseguir a toda costa el poder total.

Sus ambiciones personales por gobernar totalitariamente y lograr a toda costa los otros dos poderes del estado le han acarreado más desazones que beneficios. Mal asesorado por sus asistentes cercanos, la mayoría familiares, no ha sabido sacar ventaja de su popularidad y éstos tratando de sacarlo de un problema lo hunden cada día más, Con lo sucedido el 9F, y con la invasión al recinto legislativo, quiso sacar a fuerza militar a los diputados de oposición y poner los suyos, éstos personajes ya estaban en la segunda planta esperando su llamado para ser juramentados, tal como sucedió con los magistrados el 1 de mayo del presente año. No obstante, lo anterior fue causa de repudio de los organismos democráticos nacionales e internacionales.

Con la llegada de la pandemia, sin ningún consenso con las instituciones civiles, unilateralmente y al estilo de los dictadores, Bukele decreta “Emergencia Nacional”, dando rienda suelta al ejército como a la policía para actuar a su antojo con la población civil. De ahí surgen aquellos mal llamados Centros de Concentración al estilo nazi, pues no era el personal de salud quien decidía sobre el estado de salud de las personas, sino los militares. Con la victoria electoral del 28F y tras obtener la mayoría de los diputados, cualquier individuo con dos dedos de frente esperaría que ya con dos poderes del estado a su favor, el presidente esperaría la finalización de los periodos por los que fueron elegidos los magistrados para sustituirlos por otros afines a él. La acción pasa de lo absurdo a lo estúpido, pues al presidente de la Corte Suprema solamente le faltaban dos meses para finalizar su periodo. Ah, pero el presidente quería demostrar su poder monárquico mostrando ante los medios de comunicación la sumisión del ejército y de la policía, pues todas estas acciones han sido planificadas y acompañadas por ellos.

Pero William, ¿qué hay de trasfondo en la toma inconstitucional del tercer poder del Estado?   

Se sabe que la Corte y la Fiscalía no realizaron su trabajo como debía ser, de haberlo hecho, no tuviéramos presidente. Sin embargo, ejercían su trabajo un tanto imparcial y ambas instituciones investigaban al presidente y su staff, pues tenían más de veinte expedientes abiertos en contra del ejecutivo, principalmente del ministro de salud, primo hermano de Bukele y el exministro de Agricultura amigo íntimo, así como otros amigos y familiares del presidente, quienes eran investigados por el uso indebido de más de tres mil millones de dólares, que hasta la fecha nadie sabe realmente en qué fueron utilizados o repartidos, pues no hay un informe fidedigno del uso de este dinero, que al final el pueblo tendrá que pagar con creces. La piedra en el zapato del presidente era el poder judicial, y queda claro que la urgencia de destituirlos ilegalmente era para que los decretos en su contra no salieran a luz pública. Finalmente, con la elección inconstitucional y servil de los magistrados y fiscal, no hay ninguna institución que vele por los derechos del pueblo salvadoreño, de estar informado con la verdad y de que la justicia esté a su lado. Pues, con lo sucedido el 1 de mayo del 2021 murió la República de El Salvador. ¡Viva la monarquía!

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