José Guillermo Mártir Hidalgo
Antonio Castillo, catedrático español, en su artículo “El Poder” alega que las sociedades occidentales se estructuran en organizaciones1. La vida de los seres humanos transcurre dentro de ellas. Por tanto, las organizaciones pautan la conducta de las personas. El poder es la capacidad de un individuo o un grupo, para modificar la conducta de otros en la forma deseada e impedir que la propia conducta sea modificada. En cambio la autoridad, esa aptitud para hacerse obedecer, es delegada por la administración superior.
El poder y la autoridad son mecanismos de control y coordinación para la consecución de los fines de la organización. La organización es un sistema que integra a los individuos, por eso es necesario la regulación del comportamiento y la coordinación de actividades. El poder descansa en la capacidad de retirar recompensas y aplicar castigos a otros. El poder solo puede existir dentro de las relaciones sociales. Las dimensiones del poder son intensidad o grado de influencia, el dominio o extensión del poder y rango o respuesta sobre los cuales se ejerce. Las bases del poder son los recursos, la dependencia y la inexistencia de soluciones alternativas. Los principales tipos de poder son el personal, dado por el carisma. El legítimo, adjudicado por una autoridad superior. El experto, dado por el conocimiento y el político, dado por el apoyo de un grupo. El ejercicio del poder es un medio instrumental, para conseguir los fines de la organización.
En las modernas organizaciones privadas o estatales, un reducido grupo de políticos y financieros tiene su control. Y los líderes elegidos democráticamente tienden a integrarse a dichas élites, por lo que se preocupan por la defensa de sus propios intereses y de las posiciones de estas.
PSICOPATOLOGÍA DE POLÍTICOS
En el artículo “La Psicopatología de Conducta de los que Detentan Poder”, Luis Huete, consultor español y facilitador de quipos de alta gerencia, enuncia que los directivos trabajan en entornos más desequilibrantes que en los que se mueve un ciudadano común1. Y cuando los criterios de mejora personal y aportación a la sociedad no respetan las líneas rojas, el poder enferma. El poder es la causa que directivos acaben desarrollando trastornos de conducta: el Trastorno Obsesivo provoca un pensamiento circular, el Trastorno Asocial una carencia de escrúpulos, el Trastorno Adictivo provoca un enganche a fuentes de placer, el Trastorno Histriónico conduce a la sobrerreacción “teatral” y en el Trastorno Narcisista se cree el centro del mundo.
Para el bloguero español, Fernando del Pino Calvo-Sotelo, en su artículo “La Patología del Poder”, el colmo del poder es que es completamente arbitrario2. Las psicólogas de la Universidad de Berkeley y la Universidad de Stanford: Dacher Keltner, Cameron Anderson y Deborah Gruenfeld afirman que el poder cambia a la persona a peor. El poderoso tiende a volverse indiferente a lo que piensan y sienten los demás y ven a las personas como instrumentos para alcanzar sus objetivos individuales. El poder hace a las personas actuar como sociópatas. Para contrarrestar esta potencialidad corrosiva del poder hay que solicitar rendición de cuentas y restringir la arbitrariedad. Menciona que en la Grecia antigua, el Síndrome de Hybris se aplicaba al héroe “borracho de éxito”. El Síndrome de Hybris es un trastorno paranoide que desencadena un ego desmedido. El que sufre este síndrome pierde el principio de realidad. David Owen y Jonathan Davidson consideran que el Síndrome de Hybris es una embriaguez de poder que afecta a la clase política, a los altos mandos de las finanzas y grandes empresas. Es desatada por el gatillo específico del poder. El síndrome puede ser adquirido, pasajero o perpetuo. Un triunfo sorprendente da una autoridad absoluta, además, se desencadena ante adversidades sociopolíticas. Para el psiquiatra uruguayo Andrés Flores Colombino en su presentación “La Salud Mental y la Actividad Política” el síndrome se da en tres pasos: “principio de duda” donde poco a poco se va transformando, “ideación megalomaníaca” cuyos síntomas son la infalibilidad y creerse insustituible y el “desarrollo paranoide”, donde todo el que se opone a él o a sus ideas es un enemigo personal3.
Afirma que los perfiles psicopatológicos provocan grandes trastornos en la vida personal y social de quien los sufre. En política el peor carácter es la anomía moral o psicopatía. Los psicópatas encuentran la actividad política como una veta para cultivar sus abusos y medrar la buena fe de la gente. Las principales características de los psicópatas son que no tienen sentimientos de culpa, no tienen remordimientos, no tienen moral, no hay ética y son arrogantes y engreídos. El político narcisista se ve actor de grandes éxitos y minimiza las acciones de los demás. Son orgullosos, envidiosos y explotadores de sus colaboradores. La indiferencia afectiva a los demás es la norma. Los políticos paranoides son muy ambiciosos, agresivos y fanáticos. Se sienten perseguidos y persiguen a sus rivales y adversarios. Les encanta conspirar y estar en conocimiento de hechos que nadie conoce. Los políticos obsesivos pueden tener reacciones de ira ante su frustración por las imperfecciones de los demás. El carácter obsesivo hace sufrir a los demás con sus exigencias insaciables. Los políticos fóbicos suelen ser malos políticos, tienen una ansiedad anticipatoria días previos a los actos en que debe participar. Ya que hay temor a quedar en una situación embarazosa frente al público. Por lo que hay una híper susceptibilidad a las críticas. Los políticos histéricos necesitan ser el centro de atención y reclaman un auditorio o espectadores como estímulo. Necesitan llamar la atención, brillar y ser considerados por todos. Por lo que toleran muy mal un ataque o una crítica. En ellos hay una tendencia a falsificar la realidad para obtener aceptación. El político ansioso se preocupa demasiado por las cosas comunes de la política. Se hace problema con todo y le sobreviene un estrés agudo que lo lleva a la despersonalización. El político hipomaníaco se muestra feliz, eufórico y alegre. Es impaciente e irritable cuando no le siguen el rumbo y cambia rápidamente de tema. Muchos políticos son alcohólicos. Pues el político concurre a reuniones, fiestas y celebraciones. La habilidad de ser un buen bebedor es una de las que debe demostrar. El político que sufre de “mala bebida” tiene poco futuro. Mientras que los alcohólicos que conservan la calma, son bien tolerados por sus seguidores.
Las patografías son estudios psicopatológicos de grandes personajes. Cada pueblo depende mucho del equilibrio emocional y de los rasgos de carácter de sus líderes políticos. Hay políticos que no están preparados para el éxito y sucumben a sus mieles: drogas, infidelidad y corrupción. La historia ha recogido hechos de hombres enfermos, seguidos de otros que sintonizaron con sus locuras y llevaron al mundo al borde del desastre y a dolorosas guerras. Por eso va ganando más adeptos la necesidad de implantar la selección psicológica y psicohigiénica de dirigentes y políticos.
En su artículo “Patocracia: tiranía en las manos de psicópatas” Jack Mullen, empresario radial estadounidense, se pregunta si el pueblo alemán estaba consciente que al acceder a la “esperanza” de Hitler, esta desembocaría en la muerte de millones de personas y en una mancha permanente de sangre en la historia de Alemania4. La mayor parte de la historia está escrita en sangre, como consecuencia de la depravación de regímenes políticos masivamente opresivos. Y es que las organizaciones pueden infestarse de tipos de personalidad con desviaciones psicológicas.
Los psicópatas, por ejemplo, llenan todas las posiciones de poder dentro de ellas y empujan a las personalidades normales, hasta que dominan toda la estructura de poder. Una vez en el poder erradican cualquier oposición. Para mitigar la amenaza a su poder los psicópatas emplean todas las formas de terrorismo, políticas de exterminio y actividades de “adoctrinamiento”. El dominio total del gobierno por parte de los psicópatas se llama patocracia. Mullen cree que el gobierno de los Estados Unidos ha dado un giro terrible hacia la patocracia. Indicios de que los estadounidenses se encuentran en esta tiranía de psicópatas son las mentiras deliberadas, la sangre sin fin de guerras manufacturadas, la agresión contra las personas a través de los alimentos, la salud y las finanzas, así como un asalto sin fin a las libertades personales. Aconseja que hoy más que nunca, en la elección de nuestros líderes, debemos considerar su salud mental.
EL PODER INSTITUCIONAL IRRUMPIDO POR EL PARALELO
Raúl Prada Alcoreza, filósofo y sociólogo boliviano, en su artículo “El lado oscuro del poder”, nos advierte de la existencia de escándalos en gobernantes conservadores, liberales, neoliberales, populistas, progresistas e izquierdistas5. Considera que estos gobernantes son la punta del iceberg y descargar la fuerza de la justicia en ellos no resuelve el problema. Hay que desmantelar las fabulosas maquinarias de poder paralelo y estatal, que apuestan a apropiarse de gran parte del excedente. Considera que el poder no se sitúa totalmente en el Estado. Este es atravesado por diagramas de poder paralelo que corresponden a la economía política del chantaje. Nunca el poder homogéneo y abstracto de la ciencia política ha funcionado solo, el Estado ha funcionado en articulación y complementación con otras formas de poder. El poder institucionalizado es cada vez más penetrado por diagramas de poder paralelo como la corrupción, las mafias, las empresas transnacionales, los sistemas financieros internacionales y los servicios de inteligencia. El poder efectivo es la intervención de todas estas máquinas de poder. El poder no está en manos de los gobernantes, ellos son apenas engranajes de maquinarias de poder complejas y complementarias. El líder es un individuo representativo, pero detrás puede haber individuos con desviaciones psicológicas que lo mandan. Estos pueden servir a los decursos genealógicos del poder paralelo. Por eso hay que educarnos y saber que al elegir a un presidente, no estamos eligiendo solo a un candidato, sino a un equipo de trabajo en la que pueden existir delegados del poder paralelo. El lado oscuro del poder es esta mecánica preponderante de funcionamiento. Por eso, una crítica al poder solo en el campo institucional del Estado es inútil. El desmantelamiento de estos abusos depende de una crítica integral del poder.
1 Castillo, Antonio. El Poder. En: https://www.monografias.com/trabajo35/el-poder.shtml.
1 Huete, Luis. La psicopatología de conducta de los que detentan poder. En: 2 Del Pino Calvo-Sotelo, Fernando. La patología del poder. En: 3 Flores Colombino, Andrés. La salud mental y la actividad política. En: 4 Mullen, Jack. Patocracia: tiranía en las manos de psicópatas. En: 5 Prada Alcoreza, Raúl. El lado oscuro del poder. En: