Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Antes de finalizar el año observaba en un artículo de un periódico español la máquina de escribir de Juan Rulfo. Una Remington Rand N. 17 que fue elaborada entre 1939 a 1950. Esas máquinas de escribir mágicas que observé en clases de mecanografía con cierta distancia, physician y que las asocio a la mayoría de fotos en blanco y negro que he visto de este producto.
Yo tuve una máquina de escribir, no sé cómo pero sé que le costó a mi mamá comprarla. Yo la atesoraba, era blanca y tenía su maleta de plástico. Pasaba en limpio mis manuscritos y a veces escribía directamente en ella. Me gustaba, pero un día esos “amigos de lo ajeno” entraron y se la llevaron.
Y ante eso pienso en que esa máquina de escribir estuve frente a ese escritor, sintió sus dedos golpeando sus teclas, imagino el sonido tamboril de la máquina corriendo viva mientras Rulfo construía mundos. Ya son 30 años del fallecimiento de ese escritor de la generación del 52 que le bastaron tres obras para ser inmortal (aunque existen algunas más) y uno de los más representativos autores mexicanos, uno inolvidable.
Pedro Páramo con la aventura de Juan Preciado en Comala es uno de los libros que más me han gustado y que regreso a éste cada cierto tiempo, para alimentarme de ese mundo surreal que no sé por que extraña razón me encanta. Me agrada la forma en que Rulfo escribe, en cómo elabora sus personajes y el sentido de la búsqueda de identidad de Preciado que es algo tan natural en nuestra Latinoamérica.
Me cuesta trabajo pensar que sólo escribió El llano en llamas (1953), Pedro Páramo (1955) y El Gallo de Oro (56-58), que Rulfo la consideró un cuento, pero sirvió de base para que se hicieran cuatro películas basadas en este escrito, y en Colombia se hizo una telenovela en 1982.
Cualquiera podría decir que soltó el mundo de la literatura como Arthur Rimbaud, que escribió de joven y luego se fue a hacer su vida. Quizá. Rulfo en cambio era de mayor edad que este joven poeta maldito. El francés era poeta, Rulfo un narrador. Habían diferencias. Ambos son recordados.
Rulfo también tomaba fotografías, esas fotos nos muestran parte de la visión que habría en sus libros y lo imagino utilizando sus experiencias visuales como un pintor que retrata el paisaje, con la paciencia del artista plástico sobre el lienzo.
Una sola obra basta para que un autor sea inmortal, así como un éxito musical. En tanto, la literatura tiene un agregado extra en que la simbiosis con el lector es necesario. Sin lector no se conoce la obra de un literato. Y sigue siendo leído el buen Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno que tenía toda la razón para procurar ser conocido solo como Juan Rulfo, el que reveló Comala.