DESTINO INCIERTO
Siempre había odiado a las serpientes. Anoche se lo tragó una Boa constrictor que se escapó de un circo y se acomodó en su jardín debajo del enorme limonero. Él buscaba entre las plantas a su gato; quién sabe si ya lo habrá encontrado.
LA MUERTE DE NICANOR
Cuando murió Nicanor, el usurero, todos en Sabana de la Mar se quedaron boquiabiertos, porque sólo dejó como herencia a sus hijos los viejos muebles de su casa y un gallo tuerto.
Micaela, la mujer que le hacía la limpieza dos veces a la semana, le pidió a los hijos que le regalaran el viejo sofá que tenía una pata rota. Ellos no tuvieron el menor reparo en regalárselo. Total, se dijeron, un tiesto menos.
Micaela, que consiguió una camioneta para trasladarlo, en llegando a su casa lo abrió de lado a lado con un cuchillo de carnicero. Allí estaban todos y cada uno de los fajos de billetes que el viejo Nicanor había escondido durante los últimos años de su vida. La mujer soltó un grito, dio algunas vueltas, como si estuviese bailando un vals y fue feliz.
Un día que llegó temprano para hacer la limpieza, había visto a Nicanor metiendo la mano por un costado de ese viejo mueble. Cuando ella tosió para informar de su presencia, el viejo se puso muy nervioso e hizo como que buscaba algo en el suelo, junto al sillón. Pero ella no se tragó el anzuelo y sospechó. Después había estado husmeando y estaba casi segura de que el dichoso sillón era más un escondite que un trasto viejo.
Lo demás fue muy fácil, unas gotas de cianuro en un pastel de cumpleaños pueden hacer maravillas.
NIRVANA
Parecía no sobrevivir a la infección, pero lo hizo. Catalina había dicho “dale un balazo, para que ya no sufra”. Pero Ruperto no tuvo corazón para matarla, aunque dos veces lo intentó.
“Si te faltan pantalones yo lo hago”, vociferó Catalina a su marido.
-No – dijo Ruperto, dando un portazo.
Al tercer día Nirvana amaneció recuperada. Ahora Ruperto cabalga en ella perseguido de cerca por la noche. El tiro era para Nirvana, a quien odiaba porque era más querida que ella; pero le dio en el pecho a Ruperto. Catalina, exaltada, apuntó mejor y disparó de nuevo.