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Tres notas para no caer en una cosmética verde

Pedro Pablo Achondo Moya.
Tomado de Agenda Latinoamericana

La Agenda Latinoamericana 2022 se ha planteado el tema de los movimientos sociales. Quisiera ofrecer, sencillamente, 3 notas que permitan sentipensar la configuración de un movimiento ecosocial, abierto, plural, de base y situado. Pienso que ello es urgente y necesario en vista de los escenarios alternativos que requerimos.

Nota 1: Una espiritualidad liberadora:
El pensamiento decolonial y la tradición teológica latinoamericana, en particular la que ha logrado dialogar y aprender de las cosmovisiones indígenas; nos permiten afirmar que lo espiritual no es un anexo ni un asunto despreciable. Tampoco a la hora de fortalecer la esperanza y la cohesión en un movimiento ecosocial de base. De alguna manera la interioridad, lo profundo del humano en su relación con el medioambiente debe aparecer, debe materializarse en formas de habitar y construir relaciones. Una espiritualidad liberadora y ecológica nos conducirá a una ética adecuada basada en el cuidado, en la compasión, en un reaprender aquello que hemos colonizado con el lenguaje y que ha devenido en una manera de interpretar y conocer el mundo. Dicha espiritualidad acentuará una cierta reverencia hacia todo lo que existe, una mirada amorosa hacia las otras especies y un espíritu contemplativo. Nos permitirá elegir el silencio antes que la vorágine de ruidos que nos embargan y agobian, nos alentará a lo lento y a otros ritmos por sobre lo inmediato y veloz. Solo una espiritualidad ecológica y holística podrá posibilitar un temple distinto y una actitud nueva frente a las tecnologías y su genialidad. Tanto Laudato Si’ (2015) como el interesante proceso panamazónico (2018-2020), el cual está arraigado en las comunidades de la cuenca Panamazónica, en sus luchas y resistencias, en sus prácticas y sabiduría; han acentuado la idea de una ecología integral donde el grito de la tierra y el grito de los empobrecidos suenan al unísono y nos mueven hacia otras formas de estar, de ser, de amar y de creer.

Nota 2: Sentipensar y (re)imaginar el presente:
Hemos dejado de imaginar. Carecemos de proyectos alternativos que se nos presenten como un horizonte que involucre nuestras vidas por completo. Esto se nos dice de mil maneras y en parte es verdad y en parte no. Si bien se nos ha impuesto un modo de vida, el cual podemos categorizarlo y denominarlo de distintas maneras (modernidad, capitalismo, colonialismo, patriarcado, era del hombre, capitaloceno) en ningún caso es el único. Ni el único existente ni el único conocido. Las alternativas están esparcidas en los territorios. Precisamente parte de la estrategia del “universo” es invisibilizar las narrativas y silenciar las historias de la otredad. Pero ellas están allí, entre los marginados, en medio de las comunidades sobrevivientes. Como semillas de renuevo y lejos de romantizaciones o idealizaciones, hay territorios, familias, comunidades, pueblos y movimientos ecosociales que viven de maneras sustentables y en comunicación no extractivista ni voraz con el medioambiente. Se nos ha extirpado la capacidad de imaginar, al menos políticamente hablando. Y, salvo excepciones por supuesto, el enjambre humano se ve empujado por una maquinaria que se resiste a toda costa a detenerse.
Frente a ello sentimos indignación, rebeldía y un deseo de cambiar las cosas. Sentimos y pensamos que es posible y es tiempo de colaborar en la construcción del “pluriverso”. Nos duele el daño irreparable, nos conmueve el desastre de comunidades desechadas y ecosistemas arrebatados. Frente a ello no es posible quedar indiferente. En realidad, y lamentablemente, sí es posible. Siempre es posible seguir caminando mientras el samaritano a punto de morir grita desde su orilla que “no puede respirar”. Sentipensar el presente consiste en cultivar la empatía en todos sus niveles y escalas; se trata de con-movernos a partir del sufrimiento del otro, sea quien sea y sea lo que sea. Sin darle cabida al dolor del otro en uno, estamos lejos de propiciar otros rumbos y, más lejos aún, de otros mundos.

 

Nota 3: Resistir a la seducción verde y conformar un nos-otros:
Por un lado, nos invitan a “amazonizarnos” (https://www.amazonizate.org/); por otro, a asumir la Agenda 2030 de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sustentable) de la ONU, al mismo tiempo se nos anima por diferentes flancos a un consumo más “verde”, más “ecológico”. Aparecen nuevos mercados para neutralizar la huella de carbono; se nos anima a plantar un árbol en memoria de un ser querido… ¿Acaso no vamos replicando una misma lógica? ¿No será, sin siquiera preguntarnos por las intenciones, parte de un mismo engranaje; el mismo que nos tiene en el centro del Antropoceno? Lo ecológico seduce y con mucha fuerza. Lo verde va de a poco impregnándolo todo y lo que podría apuntar a una verdadera transformación estructural, mental, pedagógica y cultural; no lo hace. “Lo medioambiental” es coaptado a partir de narrativas y la construcción de imaginarios, de manera estratégica. Lo peor de todo es que me temo que no somos conscientes de ello. Vamos sumando y sumando adherentes, pero la vida continúa más o menos igual; o peor, en términos medioambientales.
En este contexto, surge el imperativo ético a resistir. Resistir con imaginación creativa, resistir desde el arte y la performatividad, resistir desde la digna manifestación y legítima defensa, resistir desde el lenguaje, resistir a través de prácticas ecosociales que impliquen una conversión interior y una transformación integral, resistir con otros, desde los sobrevivientes del Antropoceno. Resistir en comunidades de prácticas, con actos políticos y gestos poéticos. Resistir conociendo las historias de quienes llevan siglos o milenios resistiendo. Resistir con el planeta, desde el cariño y reconocimiento de las alianzas multiespecie necesarias para el nuevo habitar. Resistir a la narrativa verde que deviene en cosmética. Resistir no es tarea fácil, pues implica un movimiento de energía, personal y comunitaria, inmensa. No ser devorados por el engranaje de un capitalismo verde, con sus festivales, camisetas, supermercados y toda la cadena de producción invisible, no ser absorbidos por su eco-todo; no es cosa fácil. La resistencia debe ser alimentada desde lo cotidiano y sencillo, a partir de una educación socioambiental adecuada y perseverante. El giro socioambiental desde los territorios es un proyecto político y onto-epistémico. Es posible. Hay que resistir desde la conformación de un nos-otros.

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