Nelson López*
Los tres viejos llegaron un día a la finca con la idea de que ahí siempre iban a tener trabajo, aunque sabían que el dueño no solamente era un gran tacañazo que soñaba con aumentarles once míseros centavos diarios, lo cual nunca les iba a alcanzar ni para un dulce.Llegaron felices y con la ilusión de trabajar duro y que ya por la edad no los iban a obligar a meterse a las maras o a otra actividad delincuencial.
Los tres viejos llegaron. Saludaron al caporal, de ahí saludaron a los familiares del patroncito y se prepararon para ir a trabajar cuando de pronto llegó uno de los capataces armados y les dijo que agarraran sus cositas porque hasta ahí les llegaba el lucrativo trabajo.
Los tres viejos de inmediato casi a coro mental pensaron: “¡ah esto es por el aumento!” Y cada uno se quedaron viendo entre ellos y luego lanzaron miradas de fuego al capataz vocero de la familia que les había despedido sin alguna razón valedera más, que porque ahora les iban a pagar un poquito más que hasta ya lo habían presupuestado para comprar vitaminas y ginseng el otro año, y tener más energía.
Los tres viejos agarraron sus cositas que no eran más que unos saquitos de yute, un poquito mas grandes que los saquitos que repartió el finado, unos canastos grandotes y unas cumas viejas pero más afiladas que la lengua de la Lady melaza y más gastadas que la carita estirada de la alcaldesa de Antiguo… y arreglándose el sombrero se fueron a la administración a ver qué ondas.
Los tres viejos en el caminito hacia la oficina iban haciendo proyectos y planes de qué harían con la indemnización que les daría el patroncito. Porque aunque sabían que era chucho, por ley les tenía que dar alguito, unas fichitas por el tiempo de echar riata allí, para poner aunque fuera una tiendita con churritos y gaseosas. El más viejo decía que lo que le dieran lo iba a gastar en comprar unos burritos para estrenar por última vez y que iba a pedir que se los pusieran cuando se muriera y lo demás se lo iba a dar a la mujer.
Los tres viejos despedidos en entretenida charla, que no dejó de ser chistosa cuando al más joven, que había pensado pedir trabajo en un super, se le ocurrió decir que no entendía porque el ex presidente le decía zopenco al patroncito, y comenzaron la perorata entre risas y ademanes con la idea de que no iban a pelear porque los mantuvieran en sus puestos, ni iban a hacer huelgas ni tomas de fincas ni nada de eso.
Los tres viejos cuando llegaron a la administración les dijeron que el zopenco no les iba a pagar la indemnización. ¡Aahhh! Menudo lío para los planes de los tres viejos que aceptaban que los echaran, pero no que les robaran su tiempo… y la aflicción penetrante de que cómo poner la tiendita… cómo comprar el ginseng y que le dirían a la mujer y para colmo sin cinco para ir a dejar curriculums al super… la cosa se puso candela, decían los viejos, ya con cara de amargados y con ganas de meterle un par de cumazos al zopenco.
Los tres viejos salieron de la finca meditabundos y tristes solo pensando que el chucho solo por no aumentarles los había echado pero que también les quería robar la indemnización y eso si que no iba a suceder así que se metieron al Facebook y comenzaron a denunciar lo que les había pasado y toda la gente los apoyó con cariño, con respeto y ahora ya tienen su propio blog y van a luchar hasta que les den su pisto bien ganado y colorín colorado…