harry castel
Escritora y dramaturga
208. La Torre
Sus manos arrugadas hilaban desde hacía siglos, cheap hacía ya algunos años se había apagado la luz en sus ojos y aún hilaba, prostate llevaba y traía los hilos sin necesidad de la mirada, recipe a fuerza de memoria… al principio eran solo unas nubecillas, ella pensó que podía ser de tanto ver al horizonte, intentando distinguir a lo lejos a su príncipe azul que llegaría para sacarla al fin de aquella torre donde tanto tiempo había esperado a que el huso de la rueca le hiriera un dedo y la hiciera dormir durante cien años para que luego su príncipe la despertara con un beso de amor, sin embargo sus manos diestras en el hilado jamás se habían dejado herir, por eso permanecía todavía soltera desde hace mucho, mucho tiempo.
209. Feliz noche.
El destartalado bar estaba repleto, parecía que no cabía un alma en aquel tumulto de gritos sudorosos, cervezas y calor nocturno. La viejecilla era pequeña, arrugada, como un pajarillo mojado por la tormenta, pasaba entre las mesas con una última bolsita de verduras marchitas, pero nadie compraba: veían en los televisores el futbol que alternaba con los videos de la rockola, veían a las mujeres que pasaban vadeando la muchedumbre o se veían unos a otros mientras contaban anécdotas increíbles, de esas que se cuentan solo con un par de cervezas en el cuerpo. Luego de una ronda por el lugar, la viejecilla contó unas cuantas monedas en la palma de la mano y pese a todo, sonrió: hizo una señal a la mesera y pidió un litro de cerveza para finalizar el día.
210. Destino.
Se sumergió en el profundo silencio de la habitación. Las innumerables cortinas azules parecían olas agitadas por el viento que atravesaba los amplios ventanales y la luz del sol rebotaba entre los pliegues de azul, casi lastimando la vista con su claridad acuosa. El acero de la espada sonó en innumerables ecos a través de paredes, cortinas y vacíos, hasta regresar al guerrero que buceaba en aquel profundo, profundo silencio, mientras se preparaba para conocer su destino.