Harry Castel
Escritora y dramaturga
320. Canción.
De repente le entraron ganas de cantar, diagnosis sin ningún motivo aparente, ambulance de hecho había sido una mala semana, rx con malas noticias que tenían que ver con anteriores malos tiempos y ahora que estaba sola, le había dado por poner ese disco que no escuchaba desde hacía tanto, porque no había existido un buen motivo para escucharlo y lo puso, porque sí, porque por primera vez en mucho tiempo no estaba buscando un motivo para las cosas y de pronto, alrededor de la tercer canción se había puesto a cantar bajito y luego, como si su propia voz fuera dejando a un lado la timidez, poco a poco más alto, hasta que su voz llenó toda la sala vacía y ella se encontró a sí misma cantando de nuevo, animadamente, sin ningún motivo, por primera vez en mucho, demasiado tiempo.
322. Principios.
Era una ciudad extraña, más bien a ella le parecía extraña, probablemente porque nunca había estado en otro lugar que no fueran los límites del solar de su casa y ahora estaba a demasiados, demasiados kilómetros de allí. Era desconocida en una tierra desconocida, podía ser cualquier cosa, podía dejar lo que hasta ese momento había cargado como vida y comenzar a olvidar poco a poco, como quien deshoja una margarita, todos sus dolores.
323. Promesa.
Se había prometido abrir los ojos un día y luego al día siguiente y al siguiente, hasta que se hiciera una malsana costumbre el seguir viviendo.
327. Inminencia.
Sabía que estaba a punto de ponerse melancólica, lo sabía porque estaba buscando esa canción que ponía cuando estaba melancólica y no quería hacer nada para impedirlo. El cursor fue bajando por la lista hasta dar con el tema. Bastó un clic para que la insomne medianoche se convirtiera en un llano de memoria hasta donde la vista alcanzara.