Harry Castel
Escritora y dramaturga
345. Encrucijada
La sonrisa del gato era siempre lo que desaparecía al último, sales eso comenzaba a cansarla, sales pero era una sonrisa tan encantadora que podría perdonárselo cien veces más, diagnosis sin embargo no había tiempo para aquello, había que encontrar una salida a ese mundo demencial.
348. Laberinto
En su cabeza el laberinto tomaba proporciones extraordinarias, parecía que a derecha e izquierda no había más que un pasillo retorcido que se bifurcaba y se volvía a bifurcar en más pasillos retorcidos hasta donde le alcanzaba su mirada interior, quería alcanzar la idea que se le había extraviado, pero en aquella confusión era absolutamente imposible siquiera buscarla.
349. Dilema
Escuchó rechinar la puerta y comenzó a temblar, habría preferido mil veces que se hubieran olvidado completamente de ella y seguirse asfixiando en la pestilencia de aquella celda con la paja mojada que le había puesto los pies azules. Cerró los ojos. Todavía no podía creer que eso no fuera una terrible pesadilla y no pudiera despertarse de nuevo en su mullida cama, mientras la criada abría las cortinas y le preparaba el baño. El hombre la tomó del cuello y casi en vilo la llevó a la sala donde aguardaba ese terrible fraile con sus ojos oscuros y helados, con su libro oscuro, con sus preguntas que ella no sabía cómo responder; no era su culpa, la monja que les enseñaba las oraciones jamás les había dicho qué era una herejía, así que no podía saber si la había hecho o no, pero si le había enseñado que mentir era un pecado terrible, por lo que ella no se atrevía, a pesar del dolor de las cuerdas que le estiraban los brazos, a afirmar que había hecho algo que no sabía qué era.
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