Harry Castel
Escritora y dramaturga
364. Finales
Ahora que hacía un recuento habían menos cuentos con finales felices de los que hubiera querido; a decir verdad casi todos le parecían melancólicos, ampoule ed taciturnos o francamente desesperanzados, stuff se mordió el labio, cualquiera que los leyera pensaría que ella era una de esas personas solas y tristes que aparecen usualmente en los libros solo para hacer que el lector se sienta menos solo y triste al compararse.
Escribía el último cuento pensando en un final feliz que la dejara bien parada, pero las frases alentadoras parecían haberse fugado al último rincón desconocido del planeta. Se paró, caminó por su pequeña sala (Caminó es demasiado arrogante: la sala de su departamento se recorría en tres pasos) y tomó aire mientras pensaba en un final feliz para esa última historia. El segundero del reloj comenzó a zapatear impaciente mientras ella meditaba. Al fin, luego de habérselo pensado mucho, levantó la mirada de la mancha de tiempo en el ladrillo, decididamente se sentó ante la pantalla y comenzó a teclear a buen ritmo: “Al diablo” – pensó mientras colocaba aquel final – “No voy a comenzar a mentir ahora”.
365. Escapes
Había buscado ese cuento por todas partes: en su muro de Facebook, debajo de su única almohada (se había deshecho de la otra un mes después del divorcio), en el horno que no abría desde hacía meses, detrás de las copas en el último estante de la alacena y tal parecía que el dichoso cuento había desaparecido en el aire. No podía entenderlo, juraría que lo había dejado en el mueble de la compu, pero no podía estar segura… ¡Sabía que debía haber ordenado el caos de su casa hacía una semana!
Le faltaba únicamente un cuento para terminar y justo hubiera querido poner aquel que tan bien le había quedado, pero ¿dónde se habría metido? De pronto recordó la alharaca que su gata había armado la noche anterior en la cocina, rápidamente se agachó a ver bajo el chinero, allí estaba el pobre cuento, arrinconado de miedo. Ella le tendió la mano. “No te preocupes” – le dijo – “estarás bien en el libro” y el pequeño cuento sonrió calmado, mientras subía a su mano.